Mujeres que dan su vida por los más vulnerables y marginados, en África.

29/03/2016 | Editorial

Pascua, Primavera y Fiesta de la Vida, nos habla de lo más precioso y bello de la experiencia humana: recibir, compartir y gozar Vida.

Si alguien sabe recibir, gozar y compartir Vida, son las mujeres, las madres y de una forma muy particular me atrevería a decir: la mujer y madre africana.

¿Y qué decir de las 68 personas, en su mayoría: mujeres y niños-as que sellaron con su martirio, su fe auténtica, en Pakistán, durante esta Pascua 2016.?

Hace unos días me encontré con otro poema y canto a la Vida, de los más bellos que he leido recientemente: el testimonio de las 4 mujeres religiosas (dos ruandesas, una india y una keniana), del chofer y dos colaboradores, que sufrieron el brutal atentado contra la comunidad de las Hermanas Misioneras de la Caridad en Aden, Yemen.

¿Cómo se pueden quedar estas mujeres en Yemen, en medio de una feroz guerra civil entre grupos armados islamistas?

¿Cómo deciden los monjes de Tibhirne-Fez-Midelet, en Argelia, seguir viviendo y en solidaridad con el pueblo, en medio de un ambiente tan violento?

Esta pregunta que grupos de misioneros-as nos la hemos tenido que plantear tantas veces, en Mozambique, Argelia, Uganda, RDC, Ruanda, Burundi, Sudan, Mali, etc.

Pregunta existencial y fundamental, a la que es imposible responder adecuadamente, sin una profunda reflexión y discernimiento en común, para intentar descubrir cuál es la alternativa más conveniente para todos. Nadie quiere ser héroe o cobarde, tan solo encontrar la opción más responsable y beneficiosa para todos los implicados.

En mi experiencia de Uganda durante 35 años, he observado que la opción más frecuente de los misioneros-as, en estos casos extremos, ha sido la de quedarse, a pesar del riesgo que implicaba.

Estas cuatro misioneras en Yemen, las mujeres con delantal, tomaron la misma decisión, sabiendo el riesgo que tomaban. Toño Casado dice esto:

“Llevaban los delantales puestos. Mandiles manchados de sopa o de verduras, de manos de los niños o de los viejos, manchados ahora de la propia sangre…Cuatro mujeres que hicieron de su vida dar dignidad y besos a cucharadas, con las caricias y la sonrisa y el trabajo incansable de recoger los platos y hacer las camas y cambiar las vendas de los heridos…Jóvenes mujeres aparentemente frágiles que nunca descansan.
Estas monjas fueron valientes, cuidando de los más pobres en una tierra de islamistas fanáticos… Servir hasta la muerte. Ayudar hasta el último momento. Y eso porque su fe era su energía y su compromiso por un mundo más bueno las hicieron cristianas y monjas, sí; monjas con delantal. Como tantas mujeres que sostienen el mundo”.

Soy consciente de que hay millones de madres y padres, por todo el Planeta, que se desviven para cuidar de su familia, en situaciones de guerra y pobreza. He tenido la dicha de conocerles en mi propia familia, en mi propio pueblo y especialmente en muchos países de África.

Cuantas tardes, durante meses y años de guerra civil en Uganda, veía a las madres con los pequeños-as en brazos, abandonar su casita de barro y paja, para huir de los soldados embrutecidos que se acercaban por la carretera.

Pasábamos las noches en vela, a la luz de la luna, con algo de miedo a veces, pero juntos al descampado, vitalmente unidos por los lazos más fuertes de la existencia humana: la fraternidad sincera.

Si algo nos hace felices a los seres humanos, es precisamente: compartir Vida y Bondad con los demás, particularmente con las personas más vulnerables y marginadas.

FELICES PASCUAS! 2016.

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