Los recursos minerales han jugado y juegan un papel capital en los conflictos y violencia que sufren los habitantes de la región este de la R.D. del Congo. Este conflicto, como la mayoría, afecta especialmente a las mujeres y los niños, los miembros más vulnerables de la familia.
Lo que más duele es que esta violencia hacia las personas más pobres y desprotegidas, no parecen existir para la mayoría de los gobiernos y de nuestra sociedad.
Además del abuso de los recursos naturales de la región, lo que es particularmente grave son los niveles de violencia sexual contra las mujeres, ejercida tanto por los grupos rebeldes como por el ejército regular, y esto con total impunidad.
Desde hace 20 años, la población de la región de Kivu norte y sur, sufre las consecuencias de un conflicto armado, por controlar el poder y los ricos recursos minerales de la región.
La UE propone solo medidas voluntarias de control y solo para sus 400 empresas importadoras de estaño, tantalio, wolframio y oro, pero no afecta a los productos (coltán, casiterita…) terminados como ordenadores o Smartphone.
La región de Kivu tiene la tercera reserva mundial del cobalto y diamante, y el 75% de la de coltán, utilizado en la electrónica y una gran cantidad de oro y cobre.
La violación es un arma de guerra psicológica que se usa para atemorizar y someter a la población. Hay violaciones masivas regulares de mujeres en aldeas enteras y asesinatos de hombre, explico Zawadi Nabintu, directo de Dorcas House, institución que ayuda a las víctimas.
Según la ONU, unas 17.500 personas fueron violadas en la región en un año, unas 48 al día. Eso lo convierte en el país con mayor número de violaciones del mundo. Y lo inaceptable es además que no hay ni justicia ni paz para las mujeres de esta región, que siguen siendo uno de los sectores más vulnerables de la población mundial.
Tres preguntas me saltan a la mente:
¿Por qué los recursos minerales de una región se convierten en maldición y sufrimiento para el pueblo inocente?
¿Por qué existe semejante complicidad e impunidad para nuestros gobernantes y comerciantes?
Y por fin: ¿Por qué estamos todos, incluidos los medios de comunicación, tan calladitos sobre estos retos para la humanidad?
