Mil y una razones para aceptar el mal, por Juan Tomás Ávila Laurel

8/03/2011 | Bitácora africana

En el mundo hay millones de personas que viven en países regidos por regímenes dictatoriales, o permanentemente represivos, y los ciudadanos de estos países siempre acaban encontrando las razones de su inacción. Pero nos referimos a ciudadanos cuya voz podría ser escuchada, ya sea por su formación, su posición social o su relación con el régimen. El resto de los ciudadanos, víctimas permanentes de la represión, se agarran a la supervivencia sin importarles ningún sentimiento humano plausible. De hecho, son estos individuos anónimos los que sufren en su vida toda las consecuencias negativas de las dictaduras, que los llega incluso animalizar. Estos sentimientos inhumanos se manifiestan cuando estos individuos marginales llegan a ser servidores del régimen que los oprimía. En las dictaduras longevas, pues, la brecha social es tan profunda que un sector grande de la población se convierte en enemigo del otro sector, vigilándose y odiándose mutuamente, convirtiendo el escenario social en un campo de batalla en que se ha decretado una tregua. En una guerra civil no declarada.

Fuera de estos regímenes, y en la confortabilidad de sus países, hay otros ciudadanos que siguen con atención sus acontecimientos, y porque en ellos tienen intereses ligados a relaciones históricas, culturales, políticos o económicas. Estos ciudadanos, que algunas veces hacen incursiones en los territorios afectados por estas dictaduras, saben o sienten que las circunstancias imperantes les exige la toma de partido, y la mayoría de las veces adoptan la misma actitud que la clase dirigente de estos países, creyendo muchas veces que la dictadura impuesta es debida a la cerrazón mental de los habitantes nativos o a su incapacidad para regirse mejor. Lejos de ellos, los otros extranjeros que conocen la desesperada situación de los ciudadanos sometidos, pero no sienten que es un asunto que tiene que ver con ellos.

Todos ellos, nativos de la clase dirigente, extranjeros con intereses, extranjeros que actúan como meros curiosos, y ciudadanos de a pie, tienen razones para la inacción. Y la prosa es variada y riquísima:

-Yo veo que estos no pueden hacer más de lo que hacen. Son unos bestias.

-Nadie se puede quejar. ¿Qué tipo de gobierno tendrían unos analfabetos? Mira cómo viven, ¿alguien dirá que el Estado se tiene que meter en el arreglo de su cama?

-El que se queja es porque quiere calumniar. La gente en este país hace lo que quiere. Mira cómo se emborracha, y nadie les dice nada.

-Yo no soy político, así que no me toca solucionar esto. Estudié Químicas en Toledo.

-Creo que si viniera otro gobierno, haría lo mismo, así que más vale lo malo conocido. Yo no termino el refrán.

-Estos negros no se merecen más. Miran que podían mandar a la mierda a estos gobernantes inútiles y procurarse mejor vida.

-Mientras esta situación no ponga en peligro nuestros negocios, todo va de puta madre. Mientras mantengamos contentos a los jefes. Ayer mismo estuve con la “sobrinísima”.

-Bah, a estos chicos ya no les duele nada. Si les doliera, bien que se espabilarían para echar a los que los maltratan. Y luego hablan de racismo. Si se lo hicieran los blancos…

-Son cobardes, simplemente son unos cobardes.

-Mi deber es predicar la palabra de Dios. No debo meterme en política. Cada pueblo se merece los gobernantes que tiene. Es palabra de Dios. Aleluya.

-Yo no sé qué puedo hacer, soy una simple modista. Si yo fuera político, bien les cantaría las cuarenta.

-Tengo miedo a las torturas. Mira, yo peso 50 kilos, no tengo siquiera dónde recibir los golpes. Además, ¿quién come el dinero del país?
-Yo trabajo, tengo mi coche, mi mujer y como todos los días. Y me lo gané, nadie me ha regalado nada. Si todos hubieran hecho lo mismo que yo, trabajarían y nadie los molestaría.

-Mis niños tienen que estudiar. Si me pasa algo, se quedan solos. Ya es tarde.

-Si no tuviera hijos, claro que algo haría, pero ahora no. A aguantar.

-Me faltan dos años para terminar este curso. Termino y empiezo a trabajar. Si digo cualquier cosa, me echan, tío.

-Mi padre es del Gobierno, lo sé, pero yo no soy un torturador. Yo no puedo negar que soy su hijo. Y no me vas a pedir que mate a mi padre. ¿Tú lo harías?

-¿Pero por qué no se levantan y hacen algo?

-Tengo a mi familia en el país, no puedo hacer nada, pues ya conoces este régimen.

-La situación ya cambiará, hay que aguantar.

-No tenemos medios, tío, estos van armados.

-Mi mujer es la hija de alguien del régimen. Es una putada, pero tengo que ir a estas reuniones. Si no, me miran mal y trabajo en un buen sitio. Y me falta poco para terminar la casa.

-He empezado a salir con este chica, y ahora sé que su padre es el comisario K. Lo conoces, ¿no? Pero la tía me gusta, y me ha dicho que me haga de la seguridad.

-En cuanto dejemos esto, los de la otra etnia se subirán sobre nosotros y lo harán peor. Lo mío es una cuestión de supervivencia. Si no golpeo, me golpean a mí.

-Mi campo de investigación son los beduinos. Este régimen, además, lo sostienen unos cuantos, y son poderosos y bien relacionados. No quiero perder la subvención del ministerio.

-Mis padres murieron en la cárcel, y tengo que tener cuidado.

-¿No sabes lo que es injerencia en los asuntos internos? Cómo vas a pretender la imposición de un gobierno. Que lo hagan ellos, que es su país.

-Nadie nos ha ayudado. Nos han dejado solos. Ni la ONU. ¿Crees que es por nada?

-No me voy a meter en problemas. Vienen estos, te meten en un lío y luego se van. Luego si les llamas, te cuelgan el teléfono.

-Mi madre está enferma, así que no puedo dejarle sola. Además, ¿qué puedo hacer?

-Soy estéril, no tengo hijos. Si hago cualquier cosa, nadie se cuidará de mí.

-Aquí estamos bien. Es África. Hay países peores que este. ¿No has oído la radio?

-Yo he venido a hacer mi trabajo y me voy. No sé nada de política, amigo.

-Yo soy un simple cooperante.

-Si los que tienen estudios no hacen nada, yo sí que voy a hacer, ¿no?

-Somos de la etnia del poder. El que manda, manda, mande bien, manda; lo haga mal, manda. Si bajamos los brazos, nos quemarán. ¿No has oído leído lo que escribió el auto nombrado opositor al gobierno?
Y miles más.

Continuaremos.

original en FronteraD

Autor

  • Ávila laurel , Juan Tomás

    Juan Tomás Ávila Laurel, escritor ecuatoguineano nacido en 1966 en Malabo, de origen anobonés, actualmente reside en Barcelona. Su obra se caracteriza por un compromiso crítico con la realidad social y política de su país y con las desigualdades económicas. Estas preocupaciones se traducen en una profunda conciencia histórica, sobre Guinea Ecuatorial en particular y sobre África en general. Tiene más de una docena de libros publicados y otros de inminente publicación, entre ellos las novelas y libros de relatos cortos La carga, El desmayo de Judas, Nadie tiene buena fama en este país y Cuentos crudos. Cuenta también con obras de tipo ensayístico, libros de poemas y obras de teatro.

    En Bitácora Africana incorporamos el Blog "Malabo" que el escritor realiza para la revista digital FronteraD. Desde CIDAF-UCM agradecemos a la dirección de FronteraD y a Juan Tomás Ávila Laurel la oportunidad de poder contar en nuestra Portal del Conocimiento sobre África con esta colaboración.

    @Avilalaurel

    FronteraD - @fronterad

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