Migrantes, Refugiados y Fronteras: De la exclusión a la hospitalidad.

7/09/2016 | Editorial

Si me preguntarais: ¿cuál es la experiencia que más te impresionó, tanto durante tu niñez y juventud en tu pueblo natal de Izco, Navarra, como en tu vida misionera en Uganda, os respondería: la hospitalidad!

La acogida sincera y generosa que se brindaba en todas las familias de mi pueblo, a las personas que venían a la escuela, al taller mecánico, a misa, a fiestas o a tomar el autobús para la capital, nos encantaba a los chavales, pues nos contaban cantidad de historias y lo pasábamos muy bien con las visitas.

En Uganda tuve también la suerte de experimentar una acogida realmente extraordinaria en todos los diferentes pueblos con quienes he convivido. Y si además aprendes su lengua, entonces te sientes uno más entre ellos.

De todas las personas que han visitado África, siempre escucho la misma respuesta: ¡qué gente tan acogedora!

Por eso, nos sorprende todavía más la respuesta fría e inhumana que Europa está ofreciendo a los miles de migrantes y refugiados que llegan a nuestras fronteras.
Líderes que quieran expulsar de su territorio a todos los refugiados, solo pueden hablar y obrar así ante una sociedad deshumanizada o indiferente.

Por eso me he alegrado al ver que la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, ha propuesto como tema de reflexión para el Congreso de este año, en los días 8-11 de septiembre, este reto tan urgente: Migrantes, Refugiados y Fronteras: de la exclusión a la hospitalidad.

Tomar conciencia de la realidad es siempre el primer paso necesario para promover una cultura de acogida, hospitalidad y solidaridad.

En este sentido de acogida de los demás en su necesidad y en su diversidad, he leído con agrado que se ha lanzado en Bruselas una nueva plataforma, llamada: Plataforma Inter-conviccional, o plataforma de las inter-convicciones de Bruselas.

Están convencidos de que el diálogo entre las diferentes comunidades que coexisten en Bruselas es indispensable para asegurar las condiciones necesarias de una vida común portadora de paz, de justicia y de solidaridad.

Si nos centramos en lo esencial y en lo que nos une, nos damos cuenta de que todos deseamos lo mismo y de que cada persona es portadora de sus propias convicciones.

Quizás esta crisis económica, social y de humanidad, nos sirve de oportunidad para despertar, ser de nuevo más humanos y avanzar juntos.

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