Mi primera visita a Togo

15/04/2007 | Opinión

En 1975, aprovechando las vacaciones escolares de Pascua, emprendí el camino desde Dedugú a Lomé, acompañado por un seminarista cooperante francés, a lomos de mi famoso “4 latas” Renault, ínclito “todo terreno”, tanto por su mecánica sencilla, como por el entusiasmo de su conductor. Nunca me dejó tirado en las pistas del Sahel. Quitando los primeros 125 kilómetros de carretera de tierra, desde Kudugú tuvimos asfalto hasta la capital de Togo, Lomé: Un trayecto de casi 1400 kms, realizado con una parada en Uagadugú, para obtener en el consulado de Francia, los visados para Togo y Benín (antiguo Dahomey).

Nuestra intención era visitar Togoville, la antigua capital cuna del culto vudú, con sus múltiples monasterios y “noviciados iniciáticos”, conducidos por el Hermano Esteban, de las Escuelas Cristianas de La Salle, amigo de todos los “sacerdotes” y maestros de novicios del entorno. Sus amigos nos franquearon todas las puertas y hasta nos permitieron hacer fotos. Días después, pasamos a Benín, donde los mismos Hnos. de La Salle nos acogieron en su colegio de Boicón. Antes de llegar allí, nos desviamos para hacer un poco de turismo y contemplar la aldea lacustre de Ganvié, con sus casas de bambú y paja, edificadas sobre palafitos. Cada familia posee una o varias piraguas, aparcadas debajo de las chozas, amarradas a los postes plantados en el fondo de la laguna. Es el medio de transporte utilizado por todos: Los hombres para ir al trabajo o la pesca, las mujeres van en ellas al mercado flotante o las varan en la orilla mientras van a por leña o agua potable tierra adentro. Los niños mayores las manejan con soltura y llevan a sus hermanos y vecinos pequeños a la escuela. Antes de llegar a Boicón, dimos un pequeño rodeo para visitar los palacios de Abomey, donde los reyes de Dahomey recibían a las embajadas de los países, que comerciaban en el tráfico de esclavos. Testigo de esta época poco gloriosa es el fuerte portugués de S. Juan Bautista de Ayuda, hoy Uidah, en la costa. Entonces, Togo y Benín, países costeros, parecían mucho más adelantados y desarrollados que sus vecinos del norte, enclavados en el Sahel, que hoy llamamos Níger, Burkina Faso y Malí.

UNA PALABRA DE HISTORIA

Después de la tristemente célebre Conferencia de Berlín, donde las potencias europeas se repartieron sus zonas de influencia en África para colonizarla. El corredor formado por Togo entre Ghana (la antigua Costa de Oro) y Benín (ex Dahomey), de solamente entre 60 y 80 kms de ancho, le tocó a los alemanes. Los franceses estaban en Dahomey y los ingleses en la “Gold Coast”. En menos de 20 años –hasta el comienzo de la I Guerra Mundial en 1914- los alemanes marcaron el país con su presencia. La catedral de Lomé es buena prueba de ello: Se trata de una iglesia neogótica, que podría estar en cualquier ciudad alemana, mejor que en África. Después de la guerra, en 1918, los aliados (ingleses y franceses) se repartieron Togo en dos zonas de influencia. Era su botín de guerra. Lo dividieron a lo largo de norte a sur, a pesar de su estrechez. Los franceses se quedaron con la región oriental, vecina de Dahomey y los británicos con la banda occidental, frontera con Ghana. Ambos territorios gozaban de la categoría de “protectorados”, bajo la tutela de la entonces naciente Sociedad de Naciones, antepasada remota de la ONU.

Después de la II Guerra Mundial -1939 al 45 -, en el alba de las independencias, la ONU promovió un referendo, cuyo resultado fue, que la parte inglesa de Togo optó por anexionarse a Ghana, recién nacida, gracias al dinamismo panafricanista de Nkrumah y la parte francesa optó por constituirse en República autónoma de Togo. Obteniendo su independencia de Francia en 1960. Después de 7 años de gobierno civil, en 1967, un golpe de Estado militar, al mando de teniente coronel Etienne Ñasingbé Eyadema derrocó al poder civil y se apoderó del gobierno con el apoyo del partido único, “Reagrupamiento de Pueblos Togoleses” (RPT). Eyadema se mantuvo en el poder hasta 1991, gobernando con atribuciones dictatoriales, liquidó a numerosos miembros de la oposición y controló con mano férrea los sucesivos conatos de golpes de estado, abortándolos todos. Se sentía fuerte, pues siempre contó con el apoyo de Francia y sus sucesivos presidentes.

En 1991, Togo fue uno de los primeros países, de entre las ex colonias francesas, que inició una conferencia nacional con vistas a la democratización y el establecimiento del multipartidismo. Francia fue la animadora de este proceso y los grupos de la oposición rejubilaron. De modo que en agosto del mismo año, la Conferencia Nacional de las Fuerzas Políticas Togolesas despojó a Eyadema de sus facultades administrativas absolutas y constituyó una Comisión de Transición, compuesta por un triunvirato: Koku, Koffigoh y el presidente del Consejo Supremo de la República. En noviembre siguiente, el Gobierno de Transición ilegalizó al RPT, que daba base política al poder de Eyadema.

Esta actuación fue un error táctico, porque provocó la sublevación del ejército y la caída de Koffigoh. Las fuerzas francesas estacionadas en Benín intervinieron e impusieron un compromiso: Koffigoh permanecería como jefe de un gobierno de UNIDAD NACIONAL con la misión de llevar a cabo el proceso de transición a la democracia. Después de sucesivos aplazamientos, cuando se celebraron los comicios, la oposición no participó en las elecciones, acusando a Eyadema de utilizar todos los mecanismos del poder, que aún estaban en su mano para manipular a los electores, asegurándose una victoria holgada. Así fue como Eyadema, con el visto bueno de Francia, ganó las elecciones y continuó en el poder.

TIEMPOS DIFÍCILES

Eyadema era el decano de los dictadores africanos. Continuó dirigiendo su país de forma autoritaria, no aceptando los consejos y las presiones de la Unión Europea y de los Estados Unidos, para adoptar las reformas democráticas previstas, exigidas por las fuerzas de la oposición. Como consecuencia de este déficit democrático, Togo sufrió durante más de una década la suspensión de la cooperación de la UE y de los EE UU.

El presidente Eyadema llevaba varios años sufriendo de una enfermedad, que lo obligaba a recibir tratamiento médico en el extranjero. Estando siendo evacuado para un nuevo tratamiento, el sábado 5 de febrero de 2005, falleció. La noticia fue dada en la TV nacional por el primer ministro, que anunció el cierre de todas las fronteras. Según la Constitución Togolesa, es el presidente del Parlamento, en aquel momento, Fambere Chaba debía asumir el poder y convocar nuevas elecciones en el plazo de 60 días. Casualidad: En aquel momento Chaba estaba ausente del país. Al intentar regresar a Lomé, se encontró con el aeropuerto cerrado, siendo desviado a Benín. Acto seguido, el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Nandia anunciaba por la TV oficial, que el presidente fallecido había sido reemplazado por su hijo, Faure Ñasingbé, de 39 años.

Ante este nuevo golpe militar, las reacciones internacionales no se hicieron esperar, tanto el presidente de la comisión de la Unidad Africana, Omar Konaré, como el entonces secretario general de la ONU, Koffi Annan y el comisario europeo para el Desarrollo y la Cooperación, Luís Michel, fueron unánimes en condenar dicha designación como inconstitucional. A la cabeza de los países del entorno, el presidente del gigante Nigeria, llevaba la voz cantante, condenando ese proceso. Poco después, despertó de su letargo la oposición, rechazando la continuación de la “dinastía” Eyadema y denunciando al mismo tiempo “la desidia de Francia.” A esto se sumaron las manifestaciones populares y los disturbios violentos, que podían haber degenerado en una guerra civil. El acuerdo de los diversos grupos de la oposición evitó lo peor, pero el futuro es incierto, porque cada grupo va a lo suyo, sopesando las posibilidades que tiene de acceder al poder. Sea quien sea el vencedor, tendrá que solucionar estos problemas: ¿Qué hacer con el ejército, que tiene las riendas del poder hace más de 40 años? ¿Qué hacer con los caciques del régimen de Eyadema, que aún ocupan los puestos clave de la política y de la economía?

La debilidad de la oposición es su división. Sería necesario establecer un diálogo nacional auténtico, que tenga en cuenta las diversidades étnicas, instaurar una Comisión de Verdad y de Reconciliación y buscar una salida democrática, que las últimas elecciones no parecen haber propiciado.

Nos parece que la cuestión de fondo es: ¿Qué actitud va a tomar Eyadema hijo ante los intereses económicos de las grandes potencias? Si las sanciones económicas han sido aliviadas ¿no será porque finalmente se permite a los EE UU y a la UE entrar a saco en las riquezas del país? En cuanto se huele a petróleo, se despierta de su letargo el presidente Bush… Las inversiones de Francia son otro de los factores a tener en cuenta, pues la antigua metrópoli sigue su “colonización económica” a la chita callando”, con acuerdos secretos y sobres repletos de dólares, no falsos, sino corruptores, evitando la publicidad y tratando imponer la política del silencio, mientras grita con palabras y documentos la defensa de la democracia, el respeto de los derechos humanos y del libre comercio… Por el momento parece reinar la calma. ¿Se prepara otra erupción del volcán?

Antonio Molina Molina

Secretario General de la fundación Sur

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