Mercado Común del África Oriental: el nuevo bloque que podría unificar el continente africano

6/07/2010 | Crónicas y reportajes

Si funciona, el Mercado Común del África Oriental, que entró en vigor el pasado día 1 de julio, podría ser el catalizador necesario para unificar el patchwork de economías pequeñas y poco sistemáticas del continente y transformarse en un gigante regional de mediados de siglo, con dos mil millones de personas.

Aunque el panafricanismo ha sido un grito de guerra desde que el continente, empezando con Ghana hace 50 años, comenzó a deshacerse de sus ataduras coloniales, políticas y comerciales, la unidad se ha mostrado siempre esquiva.

Carreteras y ferrocarriles construidos por los europeos para transportar la madera y los minerales africanos unen estados individuales con el mar, pero no a unos con otros, y la política polarizadora de la guerra fría causó conflictos, divisiones y desconfianzas que persisten hasta nuestros días.

Poco a poco, sin embargo, África se está uniendo.

Desde los años 60 a los 90, las exportaciones de los países subsaharianos entre ellos eran el 5 %, o menos, del total de su comercio destinado al exterior, según el organismo de Comercio de la ONU, UNCTAD.

En 2006, la proporción aumentó al 11 %, un avance malo, comparado con el 46 % para los países emergentes de Asia, y el 71 % destinado a la desarrollada Europa, pero no se puede negar que es un paso en la dirección correcta.

La teoría dice que un mayor comercio y más libre entre los estados africanos estimulará el crecimiento de las economías locales y creará puestos de trabajo, atrayendo más inversiones tanto nacionales como extranjeras, y recortando la dependencia de importaciones externas y caras.

El mercado común de la Comunidad del África Oriental, EAC, que comprende Kenia, Uganda, Tanzania, Ruanda y Burundi, puede resultar ser la prueba que se necesitaba para que la integración regional, sea una realidad y no una utopía política.

“El mercado intra-africano, cada vez más, es el primer punto de la agenda de reformas económicas en África, y la EAC es un banco de pruebas realmente importante para ver cómo logran integrar sus mercados los países africanos en la realidad”, afirma Tom Cargill, un investigador africano del grupo de analistas londinense Chatham House. “Hasta ahora se ha hablado mucho de ello pero no se ha pasado a la acción sobre el terreno”.

Parte del problema de África no es tanto su falta de zonas comerciales regionales, como la presencia de demasiados acuerdos que se solapan o son incompatibles, que crean un revoltijo en detrimento de la liberación real.

En África hay 14 grandes bloques económicos, más que cualquier otra parte en el mundo, y de sus 53 países, 27 son miembros de dos, 18 pertenecen a tres y Suazilandia ha firmado la entrada en cuatro.

La mayoría de ellos son poco más de un acrónimo, pero llevando su unión de aduanas de cinco años de antigüedad al siguiente nivel, al menos en teoría, quitando las barreras internas al movimiento de mano de obra y capital, la EAC ha creado una única entidad de 126 millones de personas y una producción anual de 75.000 millones de dólares.

Esto es una perspectiva más atractiva para una compañía ya sea nacional o internacional, cinco países pobres, con poblaciones que nunca proporcionarán una economía de escala por sí mismos. “Para una gran multinacional, un mercado como Ruanda, por muy eficiente que sea, es demasiado pequeño”, asegura Carguill, “Se espera que la integración regional en África funcione para que les proporcione ventajas de gran escala, para que puedan invertir de manera importante”.

Si la experiencia de la EAC da sus frutos de superar la desconfianza mutua y los intereses propios a corto plazo, debería estimular una integración real en un continente que será el hogar de 2.000 millones de personas para el año 2050, más que China e India.

“Cuando se tiene éxito en una región específica, se puede demostrar a la gente que es verdaderamente importante que la gente se integre, que los países se integren, y que todo ello derive en beneficios económicos y financieros”, afirma Janvier Nkurunziza, un especialista de Mercado en África, que trabaja en Ginebra, en la UNCTAD.

El recelo ante la liberación, particularmente en la Tanzania socialista, probablemente haga que este camino sea largo y duro de recorrer y que el objetivo de la EAC de la Unión Monetaria para 2012 y la federación política para 2015, resulten demasiado ambiciosas, por decirlo de manera suave. Como en Europa, será difícil vender la integración a los votantes que se enfrentarán a una mayor competencia por los puestos de trabajo.

“Antes incluso de que se introdujese el mercado común, hemos visto un influjo enorme de keniatas en compañías tanzanas de hoteles, banca o aseguradoras”, dice Cathy Charles, una estudiante universitaria en Dar es Salaam, “ahora las compuertas estarán abiertas”.

Si funciona, habrá beneficios complementarios tanto para África como para el resto del mundo.

Es probable que unos vínculos comerciales más cercanos lleven a unos lazos políticos y diplomáticos más estrechos, facilitando para África el presentar un frente unido ante los países ricos y emergentes que reclaman sus recursos energéticos y minerales.

Reducir la dependencia de las exportaciones a los mercados desarrollados, cuyas perspectivas a corto y medio plazo son modestas en el mejor de los casos, también pondrá a las economías africanas sobre un terreno más estable.

La creación de un mercado de consumidores en África, donde ya viven 1.000 millones de personas, tiene el potencial de estimular el crecimiento en otros y más desarrollados rincones del planeta, una visión expuesta recientemente por el presidente francés, Nicolas Sarkozy. “África es nuestro futuro y será uno de los principales depósitos para el crecimiento económico mundial, en la próxima década”, declaró en la cumbre Francia – África, celebrada en mayo de este año.

The Namibian

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