Más allá de la humillación y el siglo africano

31/07/2008 | Opinión

“L’homme africain n’est pas assez entré dans l’histoire” (El africano no ha entrado lo suficiente en la historia). Estas son las palabras de Nicolas Sarkozy, pronunciadas en julio, en la Universidad de Dakar.

Esta frase se ha convertido quizás en una de las más controvertidas pronunciadas por un jefe de Estado europeo.

En total, el discurso de Sarkozy es el tema de libros, artículos y varios comentarios, evocando asuntos de un racismo implícito.

Adversamente, también recibió el apoyo, en la forma de una carta, del Presidente de Suráfrica, Mbeki, que sufrió unas durísimas críticas por ello.
La crítica es en gran medida una consecuencia del tono irracional del discurso: los irracionalistas argumentan que el colonialismo fue un accidente, pero también engendró beneficios a largo plazo para África (infraestructura, ciencia, etc). Sea lo que sea, mucho del contexto dado a África para recibir lecciones sobre lo que es y no es, reside en un pasado cubierto de humillaciones a manos de los árabes invasores y de los europeos. El tráfico de esclavos que benefició a las economías extranjeras, y el colonialismo a finales del siglo XIX, sirviendo a los intereses políticos, culturales y económicos de los europeos.

Más allá del determinismo económico estaba la destrucción de la identidad África con la “misión de la civilización”, en términos de autodeterminación. Esto supone una vieja cuestión esencial como ¿Qué significa ser africano?

A menudo, nos definimos a nosotros mismos en oposición al “otro” europeo, cayendo en los argumentos raciales codificados con los colonos europeos, como postulara Kwame Anthony Appiah, en su obra “En la casa de mi padre: África en la filosofía de la Historia y la Cultura”.

Este proceso de construcción de identidad y las contenidas condiciones y tensiones inherentes a ella ha significado que somos incapaces de tratar con nosotros mismos y los problemas manifiestos a los que se enfrenta el continente.

Si la esclavitud y el colonialismo son dos males que explican el abandono y el subdesarrollo de África, también necesitamos tratar con nosotros mismos con rabia y urgencia.

En lugar de hacer eso, les etiquetamos de afro-pesimistas, cualquiera que hable sobre los fracasos africanos como lo hacen ellos.
El demonio en este discurso radical reside en ciertas variantes de Panafricanismo, Egiptología, con sus correspondientes afirmaciones e imágenes de una época dorada africana, que existía y que inevitablemente volverá.

Estas afirmaciones radicales en el discurso de la “identidad” se traduce, involuntariamente, en dificultades con la reconciliación de nuestras sociedades con lo que sería considerado “normas europeas”, (democracia, derechos humanos, etc).

En algunos casos, esta tensión ha significado también rechazo, con Presidentes vitalicios, regímenes antidemocráticos que justifican su existencia en “la cultura y las tradiciones africanas”.

El argumento es a menudo “África es diferente”.

Este punto de vista ha significado que África no está preparada para ciertos cambios, independientemente de la urgencia de esos cambios.
El trauma de la esclavitud, el colonialismo y el apartheid creó seres cuyo denominador común como africanos gira en torno a la cuestión de la raza, de la denuncia del “otro” (xenofobia, tribalismo, etc).

La defensa de Robert Mugabe, llamando a aquellos que critican si mala administración del país: “traidores, reaccionarios o chiflados por occidente”, se mueve en esta concepción estrecha y nihilista de raza.

Semejante visión quiere presentarse a sí misma como “revolucionaria”, mientras que en realidad es contra- revolucionario por estar paralizando África, como consecuencia de su celebración de lo peor de nosotros, a toda costa.

Como resultado de estas contradicciones, estamos viviendo otra vez en un momento histórico en el que la cuestión planteada, una y otra vez, es si África podría superar su actual humillación.

Quiero defender un punto de vista adverso, como antídoto parcial de una historia de humillación y el humillante presente.

África puede reivindicar el siglo XXI, por parafrasear a nuestro portavoz en la Asamblea Nacional, Theo Ben Gurirab, pero gran parte del trabajo angular que debería ser la base de la fundación para una próspera Áfrca no ha sido internalizado o suficientemente debatido en la vida africana.
El debate sobre el desarrollo de África o su subdesarrollo no es sólo una cuestión de medios (económicos), sino de una evolución de las mentalidades.

En ese sentido, el elegante ilustrado congoleño, Valentin Y Mudimbe, proporciona en su libro “La invención de África” un interrogatorio convincente sobre África, y afirma que nuestra situación actual demanda conocimiento intelectual.

Intelectualmente, significa pensar con y contra Frantz Fanon, celebrando las obras de los buenos eruditos africanos como Balentin Y Mudimbe, Achille Mbembe, Wole Soyinka, etc. De manera similar, necesitamos interrogar a los filósofos europeos, como Michel Foucault, JS Mill o el erudito japonés Kenichi Ohmae.

Es también una discusión filosófica sobre qué significa ser un líder, y qué significa ser un ciudadano ético.

Es también una discusión política sobre romper ciertos tabús sobre las relaciones entre líder y ciudadano, cuya relación es a menudo una veneración de miedo y/u odio con violencia.

Para que África asuma un movimiento hacia adelante, debería rechazar sus bestias, y ser una síntesis de lo que tiene de bueno ella misma, Occidente, Latinoamérica o Asia.

Es a través de ese cuestionamiento filosófico y relación con el mundo como África puede crear lo que es cualitativamente nuevo para sus ciudadanos.

Alfredo Tjiurimo Hengari

* Alfredo Tjiurimo Hengari es miembro del panteón de ciencia política en la Universidad de la Soborna, en París.

Editorial publicada en el periódico ‘The Namibian’, el 30 de mayo de 2008.

Traducido por Rosa Moro del Departamento África, de la Fundación Sur.

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