Manos Unidas: invirtiendo en potencial humano

3/02/2009 | Editorial

Cuando escuchamos la palabra “riqueza”, a menudo pensamos e imaginamos mucho dinero, oro, piedras preciosas, diamantes, etc.. Ingenuamente pensamos que la riqueza de un país se cuantifica usando el dólar como medida estándar. Pero el dinero no lo es todo; además es un pobre indicador de “riqueza”. Por eso nos quedamos tan perplejos frente a la realidad africana. África, un rico continente que se empobrece sin cesar. Y no me refiero aquí a los mecanismos del comercio internacional, sino a la verdadera riqueza de una nación: a su gente. La auténtica riqueza de un país no se mide con dinero ni reside en los bancos, está en sus personas. Mientras África siga padeciendo la sangría de la fuga de cerebros, su capacidad de desarrollo seguirá disminuyendo, aunque sus ciudadanos emigrados sigan enviando dinero a izquierda y derecha.

El dinero no puede enseñar a los niños; los profesores, si. El dinero no puede construir casas, puentes, carreteras…; los ingenieros, si lo pueden. El dinero no puede curar a los enfermos; los médicos, si pueden. Sólo el capital humano puede desarrollar un país de manera duradera y, por eso, tiene, sin comparación, mucho más valor que el capital financiero.

Kenia, Malawi, Zambia y otros muchos países, mantienen en su pueblo solo el 10, el 20 o el 30% de los profesionales formados en él. Los demás buscan mejores condiciones de vida y de trabajo en Europa o en Estados Unidos. Esto no es sólo una fuga de cerebros, sino una fuga del capital humano necesario para construir y desarrollar el propio país, y constituye una pérdida neta del esfuerzo y del dinero invertidos en su educación y de los que el país no puede beneficiarse. Desarrollar, por parte de los países ricos, una política de inmigración selectiva, es empobrecer a África y enriquecer… a los mismos que tienen el poder de elegir.

Algo no funciona en nuestro mundo actual cuando, según los datos del CGD (Centro para el Desarrollo Global), el 20 % de los médicos africanos practican fuera de su país de origen, mientras que las ONG gastan unos 4.000 millones de dólares al año para hacer llegar médicos extranjeros a África, en base a las reglas de la ayuda humanitaria.

La solución no está en cerrar las fronteras o en impedir que la gente, que quiera o que lo necesite, emigre, sino en crear las condiciones necesarias para que nadie esté obligado a emigrar por necesidad. En la presente semana de la campaña de Manos Unidas para erradicar el hambre, estamos invitados todos a colaborar para cambiar el “statu quo”, a potenciar el capital humano y a construir un mundo donde todos podamos vivir dignamente en nuestro propio país de origen sin necesidad de recurrir a la emigración para sobrevivir. Que solo emigre quien voluntaria y libremente lo quiera.

Frente a la crisis financiera, invierte en Manos Unidas, invertirás en desarrollo de potencial humano, y éste siempre da buenos frutos.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster