Malí se ha convertido en un Estado fallido con Ibrahim Boubacar Keïta

6/11/2017 | Opinión


La situación es absurda. Tras ser considerado “un Estado fuerte” durante el régimen socialista del Presidente Modibo Keita, Malí ha pasado a ser un Estado fallido con Ibrahim Boubacar Keïta.

ibrahim_boubacar_keita_par_claude_truong-ngoc_decembre_2013__cropped_.jpgA finales ya de la segunda década del siglo XXI, después de un cuarto de siglo esforzándose por construir la democracia, los Estados del Sahel se encuentran en una encrucijada y el mayor desafío para muchos de ellos parece ser la integridad territorial. El ejemplo más elocuente es el de Malí, un país ahora bajo la tutela de la comunidad internacional, con unas instituciones incapaces de controlar una parte importante de su propio territorio. El país que en otros tiempos fue considerado como un éxito en materia de democratización con el régimen de Modibo Keita (1915-1977), una de las figuras de la lucha por la emancipación y por una África progresista, es hoy, con Ibrahim Boubacar Keïta, la encarnación de lo que algunos llaman un Estado fallido, con un ejército incapaz de hacer frente a diversos grupos armados. Ciertamente, el país dispone todavía de las instituciones características de una democracia, es decir, de un presidente de la República elegido por sufragio universal, de una Asamblea Nacional en la que se sientan los representantes elegidos por el pueblo, de consejeros municipales elegidos, de una justicia oficialmente independiente, de una prensa libre y plural, de una pluralidad de partidos políticos y de una sociedad civil activa. Sin embargo, cabe preguntarse cuántos malienses todavía creen que el futuro de su país, y también en el suyo propio, depende de unas instituciones cuya existencia constituye, a pesar de todo lo que uno puede pensar de su eficiencia, una fuente legítima de orgullo.

De hecho, la supervivencia de estas instituciones en un contexto tan difícil como el de Malí, es una razón por la que mantener la esperanza; ya que no solo indica que hay logros que se han de defender, sino también la existencia de muchas cosas que quedan por conseguir para que la gente viva con dignidad. Cabe mencionar aquí la resistencia notable de la sociedad maliense que, mediante esfuerzos cotidianos, lucha por que el caos que reina en el norte no se extienda por todo el país. Todo ello sin perder de vista la fragilidad de esta resistencia popular de cara al futuro, en un contexto en el que las fuerzas centrífugas se aprovechan del descuido una camarilla gobernante profundamente corrupta e insensible a los sufrimientos de la población.

En 2017, los observadores críticos de la situación política maliense coinciden en señalar que cinco años después de la rápida incursión de los grupos armados yihadistas en el norte del país, las costumbres políticas no han evolucionado de forma positiva. El régimen del presidente Ibrahim Boubacar Keïta, que comenzó en agosto de 2013 con una elección que se considera creíble, es tan corrupto como los que le precedieron. La continuación de la guerra contra varios grupos armados, yihadistas o irredentistas, parece claramente una buena excusa para el Estado maliense de evadirse de su obligación de ofrecer los servicios públicos dignos de ese nombre a un pueblo que sufre. La seguridad del país se ha convertido en el propósito de los ejércitos extranjeros, mientras que el bienestar del pueblo es el de las ONG internacionales. Como resultado, el país ha quedado en manos de las ilusiones creadas por un régimen mediocre e insensible al sufrimiento de su población.

Fuente: Maliweb

[Traducción, Elvira Vara]

[Fundación Sur]


Artículos relacionados:

Es necesario que termine el régimen del presidente IBK en Malí

Malí retrasa el referendum Constitucional

No al proyecto de reforma constitucional en Malí: ¡ No saque tanto músculo ! (Carta abierta a IBK)

Tariq Ramadan y la crisis de Mali

Cumbre en Malí entre Francia y los paises del G -5 del Sahel

El petróleo de Malí , ¿mito o relalidad?

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster