Luchando contra los elementos en Goma, por José Carlos Rodríguez Soto

1/04/2011 | Bitácora africana

“Durante los últimos años aquí se han hecho muchos esfuerzos por la Guerra y muy pocos por la paz”. Jean Mbeshi sabe muy bien de que habla. Este Hermano de la Caridad cuya corpulencia esconde una amabilidad exquisita lleva muchos años dedicado al cuidado de discapacitados físicos y enfermos mentales en Goma, la capital del Kivu Norte (Congo) que durante muchos anos ha sido uno de los centros neurálgicos de una guerra que termino con la vida de al menos 4 millones de habitantes.

Es mi tercera vez en esta ciudad. Sus calles acumulan basuras y tiene un trafico caótico, dominado por destartaladas furgonetas, moto-taxis que parecen salir de debajo de las piedras y los omnipresentes « chukudu », unas carretillas fabricadas con cuatro maderas con las que infinidad de niños se lanzan peligrosamente cuesta abajo sin frenos. Puede que el panorama no sea muy atractivo, pero a mi este lugar me gusta y me fascina. Los congoleños son personas alegres y cordiales en medio de cualquier desgracia, y lo que hace que un lugar sea bonito no son los paisajes –que también los hay hermosos aquí, como la silueta del volcán Nyaragongo- sino las personas que lo habitan.

Me duele ver a tantos niños que no van a la escuela. El director del colegio Mwanga me decía ayer que en Goma llegan al 30 por ciento los que no frecuentan las aulas. Y del 70 por ciento restante muchos no terminan el año académico por falta de medios. Estudiar aquí en una escuela primaria cuesta unos nueve dolares al mes, y doce en la secundaria. Muchas personas sobreviven contratándose como jornaleros, tarea por la que suelen ganar uno o dos dolares al día, y quien tiene seis o siete hijos no puede enviar a todos ellos a estudiar.
Goma fue arrasada por una erupción volcánica del Nyaragongo en 2002 y desde entonces las piedras volcánicas de color negro dominan el entorno, a duras penas modificado por los propietarios de peluquerías o tiendecillas que adornan sus kioskos con imágenes de colores vivos como si la gente se resistiera a vivir en el agujero de muerte y desesperación en el que los intereses de quienes comercian con el coltan y otros minerales les han sumido.

Quiero llegar a Boscolac, un proyecto de la ONG donde trabajo, Red Deporte y Cooperación, que esta en el barrio de Mugunga, a 15 kilómetros de la ciudad, pero durante estos días hay huelgas de minibuses y de estudiantes y en cualquier momento se monta una algarada en plena calle que trastoca todo. Al llegar a la universidad hay un neumático ardiendo en medio de la carretera y no se puede pasar porque una multitud de jóvenes han colocado una barrera de piedras. Hay que dar media vuelta y tener paciencia. En África hace falta mucha.

Autor

  • Rodríguez Soto, José Carlos

    (Madrid, 1960). Ex-Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense).

    Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años, los ha pasado en Acholiland (norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Ha participado activamente en conversaciones de mediación con las guerrillas del norte de Uganda y en comisiones de Justicia y Paz. Actualmente trabaja para caritas

    Entre sus cargos periodísticos columnista de la publicación semanal Ugandan Observer , director de la revista Leadership, trabajó en la ONGD Red Deporte y Cooperación

    Actualmente escribe en el blog "En clave de África" y trabaja para Nciones Unidas en la República Centroafricana

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