Los obstáculos a las ONG crecen en Ogaden ante el silencio de la comunidad internacional

16/07/2008 | Opinión

El régimen del Frente de Liberación del Pueblo Tigrayan de Etiopía, más conocido por asesinar, privar de alimentos, oprimir y sabotear a los civiles, recibe la mayor cantidad de ayuda internacional de todo el continente africano y por tanto es dependiente de la ayuda extranjera en la forma de acuerdos tanto bilaterales como multilaterales. Una gran parte de esta ayuda es canalizada por los países donantes a través de las Organizaciones No Gubernamentales, ONG. La distribución de la presencia de las ONG en las diferentes regiones de Etiopía es muy asimétrica. Por todo el país hay millones de personas que sufren por las recurrentes sequías seguidas de las hambrunas. Sin embargo, mientras que al Gobierno no le importa nada su propio pueblo, las ONG Internacionales que operan en Etiopía parecen favorecer (o están obligadas por la Sociedad de Ayuda del TPLF, el REST, a operar sólo en Tigray) más a unas regiones que a otras. Aquellas que están dispuestas a ayudas a la gente de zonas remotas, como Ogaden, se ven forzadas a trabajar en regiones que ellos no hubieran elegido si se les hubiera dejado elegir. Los pocos que se atreven a insistir en ayudar a los necesitados, se enfrentan a la obstrucción y su personal es intimidado a diario. Los Ogaden cuyo pueblo es autosuficiente con el pastoreo, antes eran conocidos por haber sido menos dependientes de la ayuda externa que el resto de Etiopía. Sin embargo, la incompetencia del Gobierno, la guerra que se está llevando a cabo contra civiles desarmados, la falta de presión internacional y el hostigamiento de las pocas ONG presentes en la región, han complicado el medio de vida de estos civiles.

Si los miembros del actual Gobierno presumen de haber logrado un crecimiento anual del 11 % y reclaman un desarrollo sostenible en los principales sectores del país, ellos saben que no están hablando de Ogaden, porque para ellos Ogaden es sólo una zona de guerra en la que no se molestan en invertir en escuelas, clínicas, puestos veterinarios, carreteras, etc. El único símbolo significativo de la presencia del Gobierno en Ogaden es una enorme fuerza militar (¡algunas fuentes calculan que casi la mitad del ejército de Etiopía está destacado en Ogaden, a pesar de las muchas guerras fronterizas que tiene el país!). Estos militares están acostumbrados a castigar con los daños más inimaginables al pueblo. Siguen perpetrando sus matanzas masivas diarias de civiles desarmados (mi tío materno ha sido una de las últimas víctimas. Le mataron mientras estaba ordeñando a su camello para alimentar a sus hijos), torturan, arrestan de manera arbitraria, bloquean y destruyen pueblos enteros, etc.

Mientras matan a la gente sin sentido alguno, están decididos a obstruir a cualquiera que intente tender una mano al pueblo. Todas las ONG locales están obligadas a realizar la distribución de la comida y otros artículos necesarios a través de la llamada Agencia de Prevención y Preparación de Desastres, DPPA, que está controlada por los líderes del ejército. Después, la comida es utilizada como un arma y nunca llega a los beneficiarios a los que iba dirigida. Las ONG locales no tienen otra alternativa y conocen bien lo que les pasa a los que cuestionan este tipo de actos. Conocen el destino de Sulub y su compañero de la Organización para el Bienestar y el Desarrollo de Ogaden, OWDA. Algunas Organizaciones de caridad de la zona, han informado que sus vehículos son utilizados a la fuerza por el ejército, en contra de la ley. Algunos chiflados del Gobierno incluso piden que se les pague algún soborno o declararán que tal ONG es “Nabadiid”, que significa “Anti-paz”.

Las ONG internacionales no se escapan de los obstáculos del Gobierno de Etiopía, y la última víctima es Médicos Sin Fronteras de Suiza, que retiró su último puesto operativo en la zona de Fiiq. Al parecer, MSF soportó un prolongado y repetido acoso por parte de las autoridades etíopes, pero superó su límite cuando empezaron a temer por la vida de sus trabajadores, tal y como afirma con claridad la organización:

Repetidos inconvenientes administrativos e intimidación hacia los miembros de MSF, en la región de Fiiq, han impedido que la organización preste su ayuda médica, tan necesitada, a la población más vulnerable. A pesar de los acuerdos firmados con las autoridades federales, los miembros internacionales de MDF no recibieron los permisos de trabajo necesarios por lo que sólo podían permanecer en el lugar por cortos periodos de tiempo. “durante los seis meses de nuestra intervención, nuestros equipos médicos sólo pudieron trabajar diez semanas en la ciudad de Fiiq, y cinco en la periferia de la misma, dónde más necesaria es la ayuda”, declaró Hugues Robert, un alto cargo del programa de MSF para Etiopía, en Ginebra. “todo esto reduce significativamente el impacto médico de nuestro trabajo”.

MSF no es la primera que termina con sus operaciones en Ogaden. MSF Bélgica y el comité Internacional de la Cruz roja, también han sido acusadas de apoyar a los grupos rebeldes y se les retiró el permiso de trabajo en el país, contra la legislación internacional, (Etiopía es signataria de la Ley Internacional Humanitaria, que da al Comité Internacional de la Cruz Roja y otras organizaciones acceso ilimitado a las zonas de guerra). Esto ocurre justo cuando Meles Zenawi está haciendo la guerra contra los somalís en Ogaden, y la necesidad de ONG independientes es más importante que nunca. Meles y sus compañeros, como Bereket Simon, alardean abiertamente de haber acumulado experiencia durante su lucha contra los Derg, así que nunca permitirán que las ONG ayuden a la gente que lo necesita. Paralelamente a todas estas dificultades está el proyecto de ley ordenado por Meles, para restringir la libertad de las ONG. El polémico borrador de ley permite al Gobierno controlar completamente las actividades de las ONG.

Además del genocidio y el bloqueo económico de esta desdichada región, Etiopía ha removido cielo y tierra para ocultar sus atrocidades en frente de la comunidad internacional. Claramente niegan el acceso a los medios de comunicación internacionales, incluso a aquellos que están a favor del TPLF. A pesar de esto, el mundo pudo ver la cadena de atrocidades destapadas en Ogaden a través de los valientes reporteros del New York times, el Daily Telegraph, (cuyos dos reporteros fueron detenidos ilegalmente por el TPLF en Degah Bur y Gadey respectivamente), Aljazeera, Los Angeles Times, etc. El último informe de Amnistía Internacional sobre Ogaden estaba acompañado de innegables imágenes de satélite de pueblos enteros destruidos y ciudades cuya población había sido asesinada en masa.

Mientras que todo esto tiene lugar, el mundo mira y no hace nada. La Organización de las Naciones Unidas, que en 2007 envió un equipo de valoración de emergencia y que después publicó unas recomendaciones entre las que se incluía la necesidad de una investigación más profunda de la situación, no ha hecho nada. Sabemos cómo se les está silenciando. La Comunidad Internacional, liderada por Estados Unidos, ha implantado una política de mirar y ver, incluso cuando todos ellos saben que Ogaden está mucho peor que Darfur, pero no molestarán a sus líderes que consideran a Meles un importante aliado en los que ellos llaman “guerra contra el terror”. En lugar de coger a los matones del TPLF por sus crímenes, es triste ver a famosos miembros de grupos de presión ganado dinero por sabotear la tan esperada Acta de Democracia y Responsabilidad de 2007 en Etiopía, un proyecto de ley que defiende los derechos humanos y la democracia en Etiopía, que fue propuesta por individuos responsables y aprobada por la casa de los representantes de Estados Unidos. Pero los Estados Unidos de América, USA, no pueden ser los policías del mundo mientras que están defendiendo semejantes atrocidades en el nombre de la “guerra contra el terror”. Me pregunto cómo USA puede alzar su voz contra Robert Mugabe y Omar Al-Bashir, mientras que dejan que criminales como Meles Zenawi acuda a la cumbre del G-8. El mundo presenciará más sufrimiento de la humanidad si no se evalúa esta política de doble moral. ¡Todos nosotros somos seres humanos y merecemos tener los mismos derechos!

Saafi Labafidhin

Artículo recogido de la página oficial de Ogaden, el 14 de julio de 2008.

Traducido por Rosa Moro, del Departamento África de la Fundación Sur.

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