Los líderes de Estados Unidos piensan que los problemas del mundo no se pueden resolver sin ellos

8/07/2008 | Entrevistas

Una entrevista con Boutros Boutros Ghali, antiguo Secretario General de las Naciones Unidas


El doctor Boutros Boutros Ghali es una figura internacional multidimensional. Tras haber obtenido un doctorado en Derecho Internacional, en la Universidad de París, empezó su carrera como profesor de derecho internacional y ciencias políticas en la Universidad de El Cairo, donde dirigió el Departamento de Ciencias Políticas, desde 19449 hasta 1977. Fue nombrado Ministro de Estado para Asuntos Exteriores en 1977 y estuvo en ese puesto hasta 1991. Posteriormente fue Vice primer Ministro para Asuntos Exteriores. Actualmente, dirige el consejo Nacional para los Derechos Humanos.

A nivel internacional, Boutros Ghali fue Secretario General de las Naciones Unidas desde 1992 hasta 1996, jefe del Comité para la Democracia y el Desarrollo de la UNESCO, en 1997, Secretario General de la Francofonía desde 1998 hasta 2002, y Presidente de la Junta directiva del Centro del Sur, en Génova, desde 2003 hasta 2006.

Como fundador de Al-Siyassa Al-Dawliya, y editor jefe desde 1965 hasta 1991, Boutros Ghali tiene una relación especial con el diario que ha mantenido a lo largo de toda su carrera. En su última entrevista con Al Siyassa Al Dawliya, en su edición de julio de 2005, con ocasión del 40 aniversario del periódico, él sugirió que necesitamos concentrarnos más en la globalización y los asuntos relacionados con ella, para animar al mundo árabe a abrirse al mundo exterior, lo cual permitirá a los árabes contribuir a los cambios que están teniendo lugar. Como continuación a esa entrevista, el doctor Boutros Ghali sigue hablando, esta vez sobre grandes aspectos y dimensiones de la globalización en el siglo XXI.

Sawsan Hussein: En su opinión ¿Se ha convertido la globalización en un sinónimo de la visión y cultura occidental imperante, o en otras palabras, occidentalización?

Boutros Boutros Ghali : Yo no creo eso. Decir eso sería ignorar la gran influencia que tienen sobre la globalización las culturas no occidentales, como la del mundo de la música, o la influencia de la danza y arquitectura africana en el arte moderno. La globalización se asocia con diferentes partes del mundo y cada miembro de la comunidad internacional contribuye a ella. El problema es que sólo vemos la contribución de occidente. Por ejemplo, en 1956, Francia, Gran Bretaña e Israel lanzaron una campaña militar contra Egipto. Se publicaron más de 100 libros sobre el tema en cada uno de ellos, Francia, Gran Bretaña e Israel, mientras que no se publicó lo suficiente para reflejar el punto de vista de Egipto, debido a las circunstancias económicas, la ausencia de un espíritu de autocrítica y una escasez de especialistas. Estos factores significan que tendemos a ver sólo desde un punto de vista unilateral los asuntos internacionales, con lo cual se alimenta la impresión de que la globalización es sinónimo de occidentalización.

S.H.: ¿Cómo afectará la globalización al pluralismo lingüístico y cultural?

B.B.G.: El pluralismo lingüístico y religioso son de gran importancia en el mundo de hoy en día, y yo no creo que estén en peligro o en desaparición. Al contrario, están surgiendo movimientos separatistas en varios países para preservar la identidad cultural y lingüística. La globalización no ha sofocado el deseo de las comunidades de preservar sus leguas, dialectos y tradiciones, más bien, ha aumentado su deseo de defenderlos. Es más, yo creo que el desarrollo de la tecnología de las comunicaciones ayudará a preservar esta multiplicidad.

En mi opinión, defender la multiplicidad cultural en el mundo no es menos importante que preservar la multiplicidad biológica. Si hay grupos organizados para proteger a los tigres bengalís de la extinción, por ejemplo, ¿por qué no organizamos nuestros esfuerzos para proteger y preservar las culturas y civilizaciones amenazadas?

S.H.: ¿Espera usted que este siglo presencie un diálogo de valor entre culturas y religiones?

B.B.G.: La verdad es que estoy involucrado en ese tipo de intercambios, y en diferentes partes del mundo se están haciendo verdaderos esfuerzos para fomentar el proceso. Sin embargo, en la actualidad estamos presenciando una resurgencia de las ideas fundamentalistas.

Hay que señalar, sin embargo, que no hay sólo una forma de fundamentalismo, sino que se da la forma hindú, cristiana, judía, islámica y otras formas. En un sentido, el aumento del fundamentalismo está relacionado con los problemas de la globalización. Porque cuando las emisiones vía satélite se ven en aldeas aisladas, mostrando a sus habitantes los problemas y la violencia que plaga otras zonas del mundo, da como resultado un sentimiento de inseguridad que crea introversión y un deseo de aferrarse a los fundamentos en el ámbito de la familia y los valores religiosos. Esto va acompañado por el temor a los extraños y una aversión a llegar a conocer a los otros. Este miedo adopta formar variantes en las diferentes comunidades. En Francia, por ejemplo, dio lugar al ascenso de Jean Marie Le Pen. En los Estados Unidos, la mayoría de los senadores nunca han visitado un país extranjero. En las naciones menos desarrolladas, este fundamentalismo con frecuencia adopta la forma de hostilidad hacia Occidente.

S.H.: En su opinión, ¿Hay un concepto de libertad que podría ser compartido por todas las culturas y religiones?

B.B.G.: Creo que debemos alejarnos del concepto europeo de libertad, ya que esencialmente se relaciona con la libertad de movimiento y libertad para tener y ejercitar diferentes puntos de vista políticos. Para llegar a un concepto global de libertad, necesitamos volver a los fundamentos: nuestro derecho a recibir una ingesta diaria de comida, o al menos, 2.000 calorías, a tener cobijo y a tener trabajo. Sin estos componentes básicos, la esencia de la libertad se pierde. Cuando hablamos de libertad, deberíamos tener en cuenta que una tercera parte de los habitantes del mundo reciben menos del mínimo de sus necesidades nutricionales diarias, y que mil millones de personas son analfabetas, que claramente inhibe su capacidad para desarrollar sus conocimientos.

S.H.: ¿Qué hay de la democracia en la era de la globalización?

B.B.G.: Creo que la globalización pone en peligro la democracia, especialmente cuando el fenómeno toma diversas formas. La globalización existe en los ámbitos de la economía, las comunicaciones, el terrorismo, la enfermedad y las drogas, y ha creado problemas que traspasan la capacidad de cualquier estado por si solo para resolverlos.
Hay por tanto una necesidad urgente de crear un foro internacional como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, que proporcionen un marco en el que abordar estos problemas. Hasta el momento, no se han abordado las consecuencias negativas de la globalización de una manera democrática, con la participación de todos los estados afectados, en lugar de sólo algunos de ellos.

A nivel nacional, fomentamos la democracia, el establecimiento de organizaciones no gubernamentales, control de las elecciones y apoyo a partidos políticos, así como una buena gobernabilidad y protección de los derechos humanos. Aún así, no hay democracia a nivel internacional, lo cual hace que la democracia a nivel nacional esté amenazada. Mientras que los problemas globales permanezcan sin resolver y las relaciones globales sigan siendo antidemocráticas, los estados individuales serán incapaces de resolver estos problemas y los esfuerzos democráticos nacionales resultarán insignificantes. En pocas palabras, ¿cómo podemos presionar a 185 países para que sean más democráticos dentro de sus fronteras mientras que los problemas internacionales siguen siendo tratados de una manera antidemocrática?

S.H.: ¿Cuál es su valoración del progreso que se ha hecho en el área de los derechos humanos a nivel internacional?

B.B.G.: Es un error concluir que no se ha logrado nada en términos de derechos humanos, protección de menores y desarme. Este tipo de problemas no se pueden resolver de la noche a la mañana; hace falta tiempo y perseverancia. Todo esto son nuevos conceptos después de todo. Hace tan solo 100 años, ni siquiera se había oído hablar del desarme y la guerra era la fuerza conductora de los países. Ahora, la situación es diferente. Estos mismos países rechazan la violencia y buscan medios pacíficos para resolver las disputas internacionales.
S.H.: ¿Es importante que el sistema internacional del siglo XXI sea de naturaleza multipolar en vez de estar sujeto a la hegemonía de los Estados Unidos?

B.B.G.: Algunos analistas de Estados Unidos creen que el dominio de su país a nivel internacional es esencial para que se dé una seguridad continuada y estabilidad en el sistema internacional. Los líderes de los Estados Unidos no sólo piensan que deben intervenir para solucionar los problemas del mundo, sino que además creen que estos problemas no se pueden resolver sin ellos. Ellos piensan así: Si un grupo de mediadores europeos intenta resolver una crisis pero fracasa, nos pedirán que intervengamos. Si es esto lo que vamos a hacer ¿no es mejor estar metidos en ello desde el principio? Según esto, ellos no aceptan ningún proceso de mediación comenzado sin su aprobación; porque fracasaría, ellos, como la única parte capaz de salvarlo todo, estarían obligados a actuar. Esta manera de pensar es extremadamente peligrosa porque el poder ilimitado es invariablemente corrupto.

De verdad, esta manera de pensar va en detrimento de los intereses de los Estados Unidos. Primero, la opinión pública del país no está a favor de su país interpretando el papel de policía mundial. Segundo, los Estados Unidos sencillamente no tienen la capacidad para resolver todos los problemas del mundo. Lo que necesitamos es un EEUU que guíe las políticas internacionales dirigidas a la integración de los miembros de la comunidad internacional, y que abogue por la resolución de los problemas globales mediante la negociación con otros actores políticos.

S.H.: Se ha llegado a decir que la teoría del “enfrentamiento de civilizaciones” ha sido propagada para crear un nuevo enemigo para Occidente, tras la caída del comunismo. ¿Cuál es su punto de vista sobre este asunto?

B.B.G.: No estoy de acuerdo con este análisis. Este temor proviene esencialmente de una ausencia de cooperación e integración entre varias partes. En 1992, después de la guerra de Kuwait, hubo un intento de construir un nuevo sistema internacional adaptado a la realidad de la época post Guerra Fría. En general se esperaba que las Naciones Unidas se convertirían en un foro a través del cual emergería una nueva forma de cooperación internacional, que llevaría a la democratización de las relaciones internacionales.

Así se compartiría la responsabilidad entre los actores fundamentales en la escena internacional de los estados, organizaciones no gubernamentales y otros.

Mientras que George Bush padres de hecho buscó esa transformación, los acontecimientos en Somalia dieron lugar a un cambio radical en la política de los Estados Unidos. Este cambio fue especialmente pronunciado durante la era Clinton, cuando la mayoría republicana en el Senado se opuso a las políticas de cooperación e integración internacional, presionando para que en su lugar se adoptase un enfoque que más tarde sería denominado como una política de neo-aislacionismo. Esta política representa una vuelta a la tradición americana. También considero la teoría del “enfrentamiento de civilizaciones” como el resurgimiento del aislacionismo de los Estados Unidos. La adopción de políticas basadas en una forma de cooperación e integración entre varios miembros de la comunidad internacional, multilateralismo, requiere la aceptación de una forma de coexistencia entre las diferentes culturas de esa comunidad. En cambio, no aceptar esa coexistencia implica una creencia de que todas las disputas pueden ser resueltas por los superpoderes, lo cual promueve el conflicto.

S. H.: ¿Qué cambios espera que tengan lugar a nivel internacional durante este siglo?

B.B.G.: Lo que está claro es que seremos testigos en este siglo de más cambios fundamentales de los que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XX. Surgirán y se establecerán nuevos poderes, como por ejemplo China. Rusia, también, interpretará un papel, cuando se recupere de sus problemas internos y regionales, que no deberían suponer un gran problema, teniendo en cuenta lo que logró el país en 1917, y en 1943, cuando las tropas alemanas sitiaron Moscú. Rusia tiene tradiciones políticas, un emplazamiento geopolítico estratégico, una larga historia de diplomacia y de capacidad política para ser un actor económico internacional. En cuanto a Europa, creo que será capaz de crear una nueva comunidad, mientras que los grupos que quieren establecer sus propios estados pequeños, serán arrastrados por la globalización.

Al mismo tiempo, necesitamos una nueva generación de organizaciones internacionales. La primera generación estaba representada por la liga de Naciones, y la segunda por las Naciones Unidas. La tercera generación no debería limitar su número de socios sólo a los Estados, sino que debería incluir todos los nuevos actores políticos como las compañías multinacionales, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones regionales, que deberían trabajar juntos en la formulación de las reglas para la resolución de los problemas internacionales. Uno de los mayores obstáculos para el éxito de los esfuerzos internacionales a este respecto es la apatía generalizada hacia los asuntos internacionales. He participado en numerosas conferencias a lo largo de mi carrera y he notado que hay poco interés por los resultados. Esto contrasta con la situación del siglo pasado, cuando un verdadero comunista, por ejemplo, estaría pendiente de los acontecimientos en Nicaragua o Zimbabue. Este ya no es el caso, incluso cuando los asuntos internos de los estados no serán gestionados por las instituciones nacionales, sino más bien por organizaciones internacionales. Claramente, aquellos que no estén interesados en los asuntos internacionales se verán obligados a aceptar soluciones y situaciones de cuya formulación ellos no formaron parte.

Recuerdo a este respecto una conferencia en Egipto donde una joven me dijo: Su excelencia, hemos leído en la prensa que viajará a Nicaragua. ¿Dónde está ese país? Después de que la audiencia dejara de reírse, ella continuó: ¿Por qué no centra su atención en la guerra civil de Líbano? ¿No es eso más importante que ir a Nicaragua? Yo respondí: Si queremos despertar el interés por los problemas de Oriente Medio en Nicaragua y por toda América Central, el Oriente Medio, a su vez, debe prestar atención a los problemas de Nicaragua.

S. H.: ¿Cree que el siglo XX presenció desarrollos positivos en términos de adquisición de poder del pueblo?

B.B.G.: Definitivamente, sí. Comparemos cómo era África en 1945 y cómo es ahora. En 1945, sólo había tres países independientes en el continente: Egipto, Liberia y Etiopía. Actualmente, hay 53. A nivel internacional, sólo 51 países participaron en la conferencia de San Francisco de 1945, mientras que ahora hay 185 países miembros de las Naciones Unidas. Esto son hitos claros en términos del establecimiento de derecho de los pueblos a determinar su destino y gobernarse a sí mismos. Además, fueron reconocidos a nivel internacional, los principios fundamentales de los derechos humanos. Aunque estos principios pueden no estar completamente implementados, por lo menos están ahí y son reconocidos.

Las dos últimas décadas, el camino del cambio se ha acelerado de una forma sin precedentes, conducido por descubrimientos científicos y varias invenciones como el Internet y los avances en los implantes de órganos. Al mismo tiempo, el progreso ha traído consigo varios problemas, como por ejemplo a nivel medioambiental. Es difícil predecir cómo el mundo se verá afectado por el progreso tecnológico, ya que habrá repercusiones tanto positivas como negativas, pero si los desarrollos siguen una serie de guías éticas, será posible salvaguardar el bienestar global y proteger los derechos humanos.

S. H.: ¿Qué políticos o jefes de estado considera que han dejado la mejor huella en el último siglo?

B.B.G.: Sin ninguna duda, Nelson Mandela, que logró establecer un marco institucional para la tolerancia y la reconciliación en Suráfrica. Habíamos pasado décadas luchando contra el apartheid y parecía que no se iba a terminar sin una guerra civil. Sin embargo, se logró la reconciliación a través de medios pacíficos como resultado de los esfuerzos y el coraje de este hombre.

Más tarde, en Europa, a pesar de la erupción de la guerra en 1870, 1914 y 1919, los líderes de Francia y Alemania, Charles de Gaulle y Konrad Adenauer, lograron la reconciliación y establecer un marco institucional para la paz entre ellos. También Menachem Begin y Anwar Al-Sadat alcanzaron los mismos logros para sus países.

Sawsan Hussein

Entrevista sacada de la revista de política egipcia, El-Syassa El-Dawliya, donde se publicó en pasado 13 de marzo de 2008.

Fundación Sur

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