Los intore de Ruanda, un adoctrinamiento inquietante

18/05/2020 | Crónicas y reportajes

ruanda_mapa_2_cc0.pngPara los ruandeses, el término INTORE no evoca ya ambigüedad ninguna. En efecto, se trata del atributo del que se dotan los fanáticos del régimen post-genocidio de Paul Kagame. La práctica de ITORERO, tras la que uno se convierte en INTORE, tiene sus raíces en la historia precolonial ruandesa. En el antiguo Ruanda, el ITORERO era utilizado para designar una especie de servicio nacional en el que jóvenes nobles recibían una formación cívica. En el Ruanda actual, el programa ha sido restaurado con fines políticos de estructuración de la historia en favor del régimen establecido. Para el Ruanda actual el ITORERO se ha convertido en un servicio nacional obligatorio en el que cientos de ruandeses son agrupados, siguiendo categorías sociales o profesionales, para recibir una reeducación cívica. Ello se hace bajo la formación político-militar, con cuestiones en torno a la bravura del FPR así como sobre la versión pro-FPR de la historia del país. ¿El ITORERO no es un regalo envenenado para la comunidad ruandesa?

La trampa más grave que el FPR ha tendido a los ruandeses es haber ocultado la verdad sobre los hechos históricos; haber fabricado y estructurado en favor de sus intereses una historia del conflicto hutu-tutsi, cuyo objetivo es el de disimular sus propias responsabilidades criminales. Esta historia, llamada “verdadera historia” por el régimen de Paul Kagame, está acompañada por una estrategia de diabolización, de persecución, incluso de eliminación, de todo ruandés que se atreve a contrariarla o criticarla. En efecto, con relación a la tragedia ruandesa de 1990 a1994, el FPR ha fijado perfectamente lo que hay que decir y lo que no hay que decir, cuando él mismo es acusado de haber cometido crímenes de guerra y que dichos crímenes están documentados por diversas organizaciones de defensa de los derechos humanos; algunos de estos crímenes podrían ser calificados de crímenes de genocidio según la ONU. En el contexto dictatorial ruandés, impedir que la gente hable, identificar a quienes pueden llorar y lo que no pueden hacerlo, es perfectamente posible. Es en torno a esta estructuración de la historia como se articula todo el discurso del dictador Kagame y de los dirigentes respecto de la unidad y la reconciliación. Esta estrategia coloca en el centro la comisión nacional del ITORERO como un órgano de propaganda, de sensibilización y de movilización popular.

Cuando se instaló, las autoridades afirmaban que el objetivo de ITORERO se inscribía en el marco de sustituir el funcionamiento del servicio nacional en el contexto de la tradición precolonial ruandesa. No era más que una estrategia de legitimación para que la población la aceptara. Restaurar semejante elemento de la cultura precolonial no evoca problema alguno. La preocupación reside en la forma como se ha metamorfoseado e instrumentalizado ITORERO para consolidar el dominio total de Kagame y su FPR, a la vez que se combate sin escrúpulo todas las opiniones libres o contrarias.

INTORE en el Ruanda antiguo y en el actual

En el periodo precolonial, los jóvenes nobles de Ruanda participaban en los campos Itorero para iniciarse en diversas actividades culturales y cívicas. Se trataba concretamente de bailes guerreros (guhamiliza), tiro al arco (Kurasa), lanzamiento de lanza (gutera icumu), lucha (gukirana), declamación de poemas pastorales y épicos (kuvuga amazima y’imka n’ibyivugo). Estos ejercicios preparaban a los jóvenes nobles tutsi para que sustituyeran a sus padres en funciones políticas y militares del poder en el reino del Ruanda precolonial.
El poder del general Kagame reutiliza hoy le Itorero para designar un servicio nacional en el que todos los componentes de la sociedad deben participar para recibir una formación ideológica y reeducarse cívicamente. El nuevo Itorero se estableció en 2007 bajo la forma de grupo de trabajo (task force) y ha adquirido relevancia al convertirse en una comisión nacional permanente reconocida en la ley nº 41/2013 a fin de recibir un presupuesto más elevado y tener más personal. Según la ley que lo creó, la misión de Itorero es la de formar a los ruandeses en el patriotismo y en la contribución al desarrollo nacional para que todos tengan “una misma comprensión” de los valores y tabús que les son comunes en su cohabitación. Todos los ruandeses deben ser reeducados para que se conviertan en miembros activos del Itorero, o más precisamente para obtener la graduación de “verdaderos ruandeses”, llamados comúnmente Intore. Los diplomados/graduados del Itorero prestan juramento de permanecer fieles y firman contratos de ‘performance’ (compromisos de alcanzar logros) que les obligan a obedecer al jefe del Estado, considerado como su guía supremo (Intore izirusha intambwe), y a otros Intore de graduación superior, colocados en sus puestos por el guía supremo mismo.

Cabe señalar, buscando diferencias, que en el Ruanda antiguo solamente unos cuantos jóvenes, futuros cuadros de la monarquía, eran formados, con el fin de que reemplazaran a sus padres en funciones de responsabilidades políticas y militares. Hay que señalar igualmente, que los soldados precoloniales intervenían sobre todo en el marco de las conquistas de expansión del territorio nacional. En el actual Ruanda, es toda la población la que debe obligatoriamente convertirse en Intore y comprometerse políticamente y militarmente en el combate contra otros ruandeses, contra los que no se alinean con la ideología del dictador Kagame. Según el reciente lenguaje en Ruanda, el término Intore viene a designar a los fieles al régimen post-genocidio del jefe Paul Kagame. Apela a la concepción de lo que sería el ciudadano modelo: el ciudadano que aclama al régimen, nunca lo critica, y que combate, cueste lo que cueste, a quien no ve las cosas del mismo modo que el régimen establecido.

En lo que se refiera a su organización y funcionamiento, el Itorero actual refleja un programa bien descentralizado para inculcar en la población la ideología del FPR de manera muy eficaz. Se consolida por su forma piramidal que va desde la presidencia de la república a los ministerios, a las provincias, distritos, sectores, células, aldeas/colinas. En el seno mismo de las aldeas/colinas, los intore forman grupúsculos, llamados amasibo (grupo de soldados), término tomado prestado de la terminología militar que generalmente se refiera a un pelotón. En la cima, pues, se encuentra el guía supremo (intore izirusha intambwe), esto es, el presidente de la república Paul Kagame. De la inspiración ‘excepcional’ de éste emanan todas las virtudes que el resto de Intore debe exhibir. Es él el que dicta las virtudes de un ciudadano ideal ruandés. Sus dictados son supremos y pesan más que cualquier institución. Provienen de más arriba que cualquier ley y se convierten en ley en cuanto son verbalizadas. Ni el parlamento ni los tribunales pueden contrariar los dictados del guía supremo. En el supuesto de que una ley en vigor se enfrentara, sería automáticamente enmendada.

Al guía supremo no se le puede criticar. Cuando acude al medio rural, las carreteras a su paso son construidas o reconstruidas de antemano, las preguntas que los campesinos le plantearán son previamente censuradas por los poderes locales. Varios artistas y compositores ruandeses están especializados en las loas y aclamaciones de los logros del guía supremo. Por ejemplo un extracto de la composición de los cantantes Eric Senderi y Tuyisenge dice: “Lo ha dicho, lo ha dicho, ¿pero quién lo ha dicho? Es el guía supremo quien ha dicho que debemos trabajar juntos”. Otro cantante, Ibrahim Cyusa dice: “El más fuerte de todos, (…) cuyos dictados son indiscutibles, eres fuerte, sigue guiándonos”.

Los miembros del Itorero “Indangamirwa” que agrupan a estudiantes de las universidades internacionales aclamaron a Kagame en parecidos términos. Este tipo de canciones animan los acontecimientos públicos, sobre todo los organizados por los Intore. Penetran en la sencilla y cotidiana vida de los campesinos. Los chavales las cantan en casa, en la escuela, cuando juegan. Otras prácticas, además de las canciones, muestran hasta qué punto el Itorero marca la vida cotidiana de los ruandeses. Por ejemplo, expresiones como “ukwije ingando”, para de decir que te convendrían pasar por un campo de reeducación para comprender ciertas cosas, o “twe turi intore”, que puede traducirse por “nosotros somos leales”, forman parte del lenguaje cotidiano. Tales expresiones desarrollan y estructuran cierta verdad que insidiosamente conforma un sentimiento de inclusión para algunos ruandeses y de exclusión para otros.

Según el documento político de la comisión del Itorero, el programa de iniciación se dirige a los niños a partir de los 7 años y es obligatorio para todos los que terminan la escuela secundaria a los 18. Los funcionarios del Estado, los asalariados del sector privado, la sociedad civil, también ellos forman grupos Intore. El adoctrinamiento del Itorero apunta a todos los ruandeses y está igualmente abierto a los que viven en el extranjero y desean ser fieles al régimen de Kagame. Todos los componentes de la sociedad deben, en consecuencia, participar con el objetivo de tener un pueblo Intore, solidario y unánimemente fiel al general. No existe el derecho a no participar en el servicio Itorero, bajo pena de ser tildado de opositor y/o enemigo del país, acusación que hace temblar a cualquier ruandés.

Los campamentos Intore siguen una disciplina de hierro, más o menos militar. Los animadores de Intore son hombres del poder. Son preparados como formadores y exhortados a servir como soldados del FPR. Lo demuestra la declaración de Edouard Bamporiki, antiguo presidente de la comisión en la clausura de un curso de formación en 2018: “Para ser un buen formador de Intore, debes ser sabio, sentirte satisfecho, debes servir como un soldado del FPR (…) Nuestros colaboradores que os han formado se han entregado para contribuir al nuen funcionamiento del Itorero en cada aldea, Este funcionamiento debe inspirarse en la cultura de nuestro heroicos ancestros y de nuestro guía supremo”.

Contrato de fidelidad a Kagame, una nueva fórmula de ciudadanía en emergencia

Conviene señalar que la ciudadanía ruandesa se está redefiniendo cada vez más por el estatus de ser Intore. La práctica del Itorero define y determina al verdadero ruandés y lo integra en la nación, al mismo tiempo que identifica a todo ruandés crítico, no alineado para excluirlo de esta nación. El hecho de ser Intore es, por lo tanto, una característica esencial de la ciudadanía virtuosa promovida por Kigali, ya que ser Intore es ser un verdadero ruandés, conforme a los deseos del régimen. Ello requiere ligarse por medio de un contrato cívico con el guía supremo, contrato por el que el guía se compromete a proteger al Intore en cuanto ciudadano “verdadero”, mientras que el ciudadano Intore se compromete en contrapartida a ser fiel al Estado dirigido por este guía. Esta fidelidad se traduce en el respeto a Kagame. Este último se impone un hombre fuerte al que los ruandeses temen más de lo que temen a las leyes e instituciones. He ahí por qué los Intore jamás aclaman ni las leyes ni las instituciones ruandesas, ni a los otros dirigentes del país. Alaban únicamente a su guía supremo Kagame y lo defienden frente toda crítica u opinión disidente. Los Intore se han convertido de ese modo en instrumentos de persecución de los no-alineados con el general Kagame. Son adoctrinados para proteger la versión-verdad del general y para combatir a todos los que le llevan la contraía.

La ciudadanía innovada por Kagame se adquiere y se puede perder como cualquier otra forma de ciudadanía política. En principio se adquiere por medio de la participación en el campo Itorero, por el juramento gracias al cual uno se convierte en Intore y por el compromiso de respetar el contrato de ‘performance’ que emana del estatus. También puede perderse por no respetar el contrato, por el encarcelamiento y cualquier otro acto percibido como denigrante de la imagen y de los logros del guía supremo. Como todo contrato de ciudadanía, el fundamentado sobre el estatus de Intore lleva consigo el disfrute del derecho a otros derechos socioeconómicos y políticos. Los derechos que no se pueden adquirir si no se ha pasado por el Itorero son concretamente el derecho a la educación universitaria, el acceso a los cargos dentro de la función pública y el derecho a la elegibilidad. Los disidentes o críticos del estatus de Intore, son los que ha sobrepasado la líneas roja trazada por Kagame o llamados ibigarasha, o enemigos de Ruanda y son excluidos de la verdadera ciudadanía y de los derechos que emanan de ella. El término ibigarasha (plural de ikigarasha) quiere decir “que no cuentan”. Los Intore se movilizan para perseguirlos, hacerles callar o eliminarlos.

Así pues, señalaremos que, contrariamente a las formas de ciudadanía desarrolladas y practicadas en otros países, como el ius soli, esto es, el derecho a la ciudadanía por el hecho de haber nacido en un territorio, o el ius sanguinis, ciudadanía adquirida por descendencia familiar, formas que otorgan a los titulares el derecho de elegir o de ser elegidos para ocupar puesto políticos, la simple nacionalidad ruandesa no garantiza el derecho a ser elegido, ya que es necesario poseer el estatus de Intore. Los Ibigarasha pueden elegir, pero están privados del derecho a ser elegidos. Hay que combatirlos porque no están en la misma línea que el guía supremo y sus Intore. El grupo de ibigarasha lo forman sobre todo los opositores declarados y cualquier crítico con el régimen, concretamente los que se encuentran en el extranjero. Todos los que constantemente son diabolizados por los Intore y son etiquetados como enemigos de Ruanda; simplemente, no son ruandeses.

Entre el régimen del guía y el ciudadano Intore se establece un fuerte lazo de unión, cuyo objetivo principal es el respeto y protección de la versión de la historia y de la verdad recibidas en la reeducación del campo Itorero. Es una forma de alianza de por vida que se traiciona tiene consecuencias graves que pueden llevar hasta a la muerte.

El hecho de imponerse como hombre fuerte por encima de las instituciones y leyes y de servirse del estatus Intore para estructurar la historia ruandesa en su propio favor debería preocupar seriamente a todos los ruandeses. La experiencia de los Intore nos muestra que Ruanda no posee instituciones duraderas, ya que todas ellas están sometidas a una única persona, el general Kagame, que se alza por encima de todo.

En conclusión, es preciso subrayar que el Itorero es una estrategia estructuradora de la verdad y de la historia favorable al régimen postgenocidio de Ruanda. Se trata de un adoctrinamiento ideológico que define a los “verdaderos” ruandeses para colocarlos bajo la protección de Kigali e identifica a los disidentes como enemigos de Ruanda a los que hay que combatir. Numerosos especialistas de la región de los Grandes Lagos concuerdan en destacar que el objetivo de esta estructuración es el de ocultar la parte de responsabilidad criminal de los rebeldes del FPR en el conflicto que dio lugar al genocidio de 1994. La estructuración de la verdad y de la historia enmascara la complejidad de la realidad de los hechos históricos y busca asimilarlos a un modelo favorable al FPR. Por medio del Itorero se trata de formar/reeducar y sensibilizar a los ruandeses para que todos “comprendan bien las cosas”. Los que no las ven en el sentido correcto son considerados como desinformados y mal informados. Los que se resisten son los que han traspasado la línea roja trazada por el guía supremo y merecen en consecuencia ser perseguidos, castigados por la ley, incluso asesinados, ya que son enemigos del país. Algo que debería inquietar a todo el mundo.

Jules Gahima

Fuente: Jambonews

[Fundación Sur]


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