Los Estados Unidos y las guerras en el Sahel, por Gary K. Busch (Parte 3/6)

27/07/2017 | Opinión

Esta operación se conoce como Operación Barkhane (el nombre se refiere a una duna de forma de hoz). Se trata de un esfuerzo para racionalizar la actividad militar francesa en la región y mantener la potencia militar, y al mismo tiempo reduce los costos de duplicación de tareas.

A raíz de los acuerdos diplomáticos firmados con Chad, Malí, Níger, Burkina Faso y Mauritania (el «G-5 del Sahel»), más de 3.000 soldados franceses participan en operaciones para la seguridad del sahel en conjunto con el G-5. Otros activos desplegados en la operación incluyen 20 helicópteros, 200 vehículos blindados, 200 camiones, seis aviones de combate, diez aviones de transporte y tres aviones no tripulados.

El inicio de la operación Barkhane puso fin a cuatro operaciones francesas existentes en África; Licorne (Costa de Marfil, 2002-2017), Épervier (Chad, 1986-2014), Saber (Burkina Faso, 2012-2014) y Serval (Malí, 2013-2014). Licorne estaba llegando a su fin en junio de 2017 (aunque 450 tropas francesas permanecerán en Abiyán como parte de una base logística para operaciones Francesas) mientras que las otras operaciones fueron desdobladas en la Operación Barkhane. La Operación Sangaris (República Centroafricana, 2013) está clasificada como misión humanitaria en lugar de lucha contra el terrorismo y el despliegue de unas 2.000 tropas francesas se reducirá a 1.200 soldados franceses que permanecerán en el norte de Malí. Se prevé que los despliegues militares franceses existentes en Yibuti, Dakar (Senegal) y Libreville (Gabón) se reduzcan considerablemente.

francafrique.jpgBases militares de Francia

El problema de Francia en mantener su presencia militar en África es que se ha quedado sin dinero. No puede permitirse mantener una posición militar tan fuerte en África. Ha podido obtener la ayuda de sus socios de la Unión Europea en una Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) en programas como EURFOR en Chad, que enfrentan conceptualmente las organizaciones terroristas con tropas Europeas, pero escasean los fondos necesarios para proporcionar un verdadero desafío a los terroristas.

El concepto de fuerzas intrínsecas es importante en la evaluación de la guerra en el Sahel. Estos terroristas no son, en su mayor parte, invasores extranjeros que vienen a buscar dominación, poder o ventaja. Ellos son locales que han tomado la ideología salafista para promover sus objetivos conjuntos de establecer un Estado islámico y la preservación de rutas de contrabando a través del Sahel. Las antiguas caravanas de sal a través del Sahel desde Malí, que se dirigían a Europa y Oriente Medio, se han convertido en caravanas de drogas, diamantes y oro de Malí a Europa y a Oriente Medio. Los grandes ingresos obtenidos de este contrabando han ayudado a financiar la AQMI, el MNLA, MUJAO y otras bandas y han generado apoyo financiero y político de los extremistas wahabíes de Arabia Saudita y los Estados del Golfo. El colapso de Libia bajo Gadafi dejó a estos contrabandistas sin un protector así que los extremistas radicales que suplantaron a Gadafi ofrecieron a los contrabandistas del Sahel la misma protección que antes y muchas armas.

El Sahel sigue siendo un importante centro de tráfico ilícito de mercancías. Las tribus del norte de Malí están envalentonadas y protegidas por organizaciones terroristas en los desiertos áridos del norte de Malí y viven en simbiosis con las fuerzas terroristas. Sus caminos se superponen. Mientras que las tribus continúan su contrabando, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) se involucra en impuestos ilegales en sus áreas de control, ISIS en Libia es activa en el tráfico de personas y de narcóticos, y Boko Haram genera importantes ingresos del comercio de cocaína y heroína.

Tráfico ilícito y Redes de amenazas

El tráfico solapa las amenazas terroristas. Va acompañado de una gran afluencia de armas. Conflict Armament Research, una organización británica que supervisa las transferencias de armamentos y las cadenas de suministro, publicó un importante informe a finales de 2016, «Investigating Cross-Boorder Weapon Transfers in the Sahel”. El informe confirma que un flujo de armas de los arsenales de Gadafi después de su caída desempeñó un papel importante en las insurrecciones de los tuareg y de los islamistas en Malí en 2012. El mismo arsenal suministró sistemas de armas que incluían sistemas de defensa aérea portátiles a los insurgentes en toda la región del Sahel. Pero, el informe documenta que los flujos de armas desde 2011 ya no son predominantemente de Libia. En cambio, las armas proceden ahora de países Africanos con un control débil de sus propios arsenales de armas, en particular la República Centroafricana y Costa de Marfil. Sudán ha sido también, desde2015, una fuente importante de armas utilizadas por los insurgentes en el Sahel. El informe postula que los ataques yihadistas en 2015 y 2016 en hoteles e instalaciones gubernamentales, específicamente en Malí, Burkina Faso y Costa de Marfil incluyeron también armas de una fuente común en el Medio Oriente; Los rifles de asalto iraquíes y armas fabricadas en China son también utilizadas por el Estado islámico. [I]

El desafío logístico al oponerse a la amenaza terrorista

El terreno del Sahel no se presta a una guerra convencional. Hay amplias extensiones de arena y dunas, divididas por pequeños pueblos y, ocasionalmente, una ciudad. No hay estaciones de servicio, pozos, talleres de reparación, almacenes de agua, reservas de alimentos o reservas de combustible en la mayor parte de la región. Camiones y autobuses, así como el armamento convencional, son difíciles de transportar en tal terreno. Las bases aéreas están equipadas sólo para aviones pequeños y carecen de grúas, horquillas y equipamientos de carga que permiten el libre flujo de lo transportado.

En el lado positivo, en la guerra en el Sahel, la falta de cobertura de terreno y un dosel de árboles en la región permite una estrategia de uso de las armas más modernas, los llamados Vehículos Aéreos no Tripulados (UAV) que pueden buscar, observar y destruir pequeñas fuerzas móviles enemigas. Esto ha significado que las demandas logísticas de la guerra en el Sahel han generado una estrategia del uso de armamento de alta tecnología desplegado por las fuerzas Occidentales combinadas con tropas Africanas en el terreno como fuerzas de guarnición para las ciudades.

La guerra, en general, en África requiere una política de guerra expeditiva. Esta es una manera discreta de decir que las formaciones de tropas masivas no tienen un uso real, ya que hay pocas fuerzas opuestas de igual tamaño para luchar. Los insurgentes africanos son bandas y grupos de soldados a menudo irregulares. A través de la mayor parte de África las tropas deben pasar a través de selvas, desiertos, manglares y terreno hostil para llegar al enemigo, a menudo bajo el fuego pesado desde la selva. El enemigo de las fuerzas de paz es raramente un batallón de ejército de alguna fuerza. Las grandes concentraciones de tropas pueden instalarse en una ciudad o gran población y mantener el orden, pero rara vez pueden enfrentarse al enemigo. Los ejércitos africanos no tienen virtualmente equipamiento que les permita luchar en una guerra expedicionaria. Se trata de una guerra de helicópteros: movimiento de tropas para desalojar campamentos o zonas remotas de aterrizaje o el ataque de formaciones terrestres por helicópteros de combate cuando el enemigo puede ser localizado.

Así es como se luchan las guerras Africanas. A excepción de los helicópteros alquilados MI-8 y MI-24 arrendados a Ucrania y Rusia, la mayor parte de África está desprovista de equipamientos móviles aéreos. Ciertamente están desprovistos de pilotos Africanos (aparte de sudafricanos y un pequeño grupo de angoleños y nigerianos). Hay muy pocos aviones militares africanos capaces de combatir o mantener el combate en vuelo o realizar misiones logísticas. O no existen o están en tal estado de deterioro que los pilotos de combate africanos son kamikazes involuntarios. Hay muy pocas bases aéreas en la selva que permitan a los aviones de carga aterrizar con seguridad cuando la guerra está en curso dado que cada grupo rebelde tiene su parte de granadas propulsadas por cohetes (RPGs) y morteros. No hay reservas de combustible en los aeropuertos fuera de la mayoría de las capitales africanas, y no hay instalaciones de reparación. No hay servicio de reabastecimiento en vuelo, excepto el proporcionado por fuerzas militares extranjeras. De hecho, a excepción de Denel en Sudáfrica y la principal base aérea de Etiopía, no hay lugares en el continente que manejen aviones sofisticados o mantenimiento de armas. De hecho, la mayor parte de los ejércitos de Europa Occidental tampoco tienen suficientes helicópteros ni capacidad de carga pesada. Los africanos tienen menos. Esta falta de transporte es crítica para evacuar a los heridos. Esto se refleja en la falta de comunicaciones efectivas en el campo de batalla. En África, el sistema telefónico no funciona en tiempo de paz; ¿Por qué debería funcionar en un período de guerra? Enviar órdenes y recibir información entre el personal central y las unidades periféricas es un proceso de «a veces». A veces se necesitan días para contactar las unidades que operan lejos de la sede de mando.

Gary K. Busch

Notas finales:

[I] John Campbell, «Armas en el Sahel», CFR, 22 de noviembre de 2016

Fuente: Pambazuka News

[Fundación Sur]


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