Los ecos de nuestros asuntos, por Juan Tomás Ávila Laurel

17/06/2011 | Bitácora africana

El que esto escribe, nacido en Santa Isabel en mil novecientos sesenta y seis, estuvo en huelga de hambre en protesta por la situación de la no-República de Guinea. (La negación de la entidad política del país tiene sobradas justificaciones).

Aquella huelga jamás podrá ser considerada unana acción aislada, fruto de una rabieta o frustración puntual, pues pese a la inusitada novedad de aquella acción, su autor ya había dedicado tres publicaciones al tema específico de la desconcertante situación del país. Por si alguno tuviera dificultades para el acceso bibliográfico que le confirmara esta verdad, queda el recurso al testimonio cibernético del opúsculo titulado Cómo convertir este país en un paraíso. Otras reflexiones sobre Guinea Ecuatorial, alojado todavía en el sitio guineanos.org. Son reflexiones sobre hechos y casos puntuales, a manera de receta para abordar algunos de los cuantiosos problemas del minúsculo país.

Desde el inicio y el abandono de la huelga, actitud de protesta personal que mucha gente guineana calificó de ridícula y contraproducente, han ocurrido y van a ocurrir muchas cosas en Guinea y en el mundo. El mismo contexto histórico de la puesta en escena de aquella acción de protesta pacífica coincidía con la sucesión, en presente y en el horizonte, de dramáticos hechos protagonizados por gente variopinta cuya localización central era el norte africano. La política exterior guineana, además, era escenario de una actividad intensa, justificada por la fluidez petrolera de nuestro país y traducida en apetencias coloniales o neocoloniales, y por eventos panafricanos de altísima raigambre política.

La respuesta de los guineanos, y del mundo, ante aquel acto de protesta fue diversa, pero aquí interesa la repercusión interna de una acción inédita en la historia del centroafricano país. ¿Cómo reaccionaron los guineanos? ¿Qué se espera de ellos? No tenemos reproches que hacer. Ahora no es necesario lamentar por la escasez de respuestas en el pasado inmediato, los escasos días en que aquel acto de dramática protesta tuvo lugar. Pero delante de los hombres, mujeres, niñas y niños de Guinea Ecuatorial se abre ahora un horizonte generoso de posibilidades que ninguno tiene que desaprovechar. Y es que, coincidente o consecuentes con aquella protesta “ridícula y contraproducente”, ha habido respuestas políticas fuera del escenario guineano que hasta ahora no habían tenido lugar: un partido de Cataluña ha formulado preguntas parlamentarias en el Parlamento Europeo sobre la actitud de este órgano político con Guinea Ecuatorial, el Parlamento de Cataluña ha promovido y aprobado, con unanimidad, una resolución que condena la manera de hacer las cosas en la política de Guinea, urgiendo al Gobierno de España que tome medidas y ejerza de mediador para que nuestro país alcance la democracia, la libertad y la independencia. (Claro que no es paradójico que la independencia se promueva desde el extranjero). Además, y a propuesta del Partido Nacionalista Vasco, la Comisión de Exteriores del Congreso de los Diputados de España publicó, a escasas horas de la resolución catalana, otra en la que instaba a la dictadura guineana a poner los cimientos para que la convivencia entre todas las etnias no siga siendo el sempiterno cuento de una mayoría de nativos de la región continental que tienen secuestrado el poder, la economía y todas las riquezas nacionales en detrimento de los pueblos más pequeños, pero no menos importantes para avalar la multietnicidad de nuestro país.

Los hechos relatados son cruciales en nuestro eterno deseo de que nuestro país tenga otra cara, otra suerte, otro color. Los debemos utilizar como herramienta para alcanzar nuestros objetivos. Pero instalados todavía en la inacción que sostiene los 40 años de pobreza impuesta y represión social y política, no estamos sabiendo aprovechar estos hechos. Pesan todavía los efectos de sucesivos regímenes de larga inhumanidad. El mal ha tomado carta de naturaleza en nuestras vidas y nos impide despegarnos de ella. Pero la normalidad de este hecho no nos impide hacer un esfuerzo para detestarla.

Queridos guineanos: es cierto que llevamos años, muchos años, conviviendo con prácticas malvadas que adquieren carta de normalidad en nuestra sociedad. Con los hechos de los días recientes, tenemos ejemplos concluyentes. Y es que no es normal que en un país que tiene jueces, fiscales, abogados, tribunales, sea el presidente el que regularmente, y no de manera excepcional, conceda la libertad a los reos comunes que cometieron delitos tipificados en nuestro código penal, y, además, con la circunstancia agravante de que son presos recluidos por su mediación personal, reclamando una prerrogativa feudal impropia de nuestros tiempos. Pero en Guinea es normal, y la muestra son los calificativos rimbombantes con que adornan al general cuando estas liberaciones de presos se producen. Hay testimonios de esta actitud en el comunicado del partido en el poder, llamado “el gran movimiento de masas”.

No es normal que unos señores que antes se declaraban de partidos opositores dediquen su tiempo y esfuerzo a ensalzar y a defender las posturas y hechos antinaturales del régimen que nos sojuzga. Esto es comparable a los equipos del fútbol. Un jugador no puede fichar por un equipo y jugar en otro sin ninguna rescisión del acuerdo. Estos guineanos que delante de todos se declaran opositores, pero que son aduladores del régimen, están cometiendo un delito, aunque no estuviera tipificado en nuestras leyes. Y es que el descaro de su elección no impide enjuiciar su naturaleza delictiva. Es decir, no porque se sepa que lo van a hacer dejan de estar cumpliendo con su comunidad. Pero en nuestro país esto es normal, son personas respetadas. ¿Alguien ha visto que la anormalidad de que los políticos de la oposición pasen libremente al partido de la represión es un gesto emparentado con el hecho de que en Guinea los elegidos para formar parte de la selección nacional necesitan un visado para entrar y a veces no lo consiguen? Está claro que con estas condiciones, nadie podría decir que sienten nada por los colores del país al que circunstancialmente defienden. Y también es normal, lo vemos normal.

Las actividades académicas y escolares del país son constantemente abortadas o perjudicadas por los desplazamientos o la actividad política del presidente, y era normal. Es esta normalidad la que le permitió al régimen acortar, de manera injustificable, el año escolar, con grave perjuicio para los niños guineanos, y también para los niños de padres extranjeros que eventualmente residan en Guinea, como africanos, y franceses y españoles, pues tanto el Colegio Francés como los Colegios Españoles, que deberían estar regidos por otra normativa, fueron afectados por la irracional orden. En Guinea suceden muchas cosas que no son normales y que por nuestro silencio adquieren rápidamente carta de normalidad. Por ejemplo, los actos políticos en los que toman parte el presidente y sus amigos afectan de tal manera a la vida privada que muchos negocios se cierran, puestos de primera necesidad, porque la población tiene que acudir a la rendición de pleitesía de una gente que no gobierna a su favor. Pero es normal. Y a quien descubrieran infringiendo la prohibición, se le impone una multa cuyo monto efectivo va a descansar en el bolsillo del agente del turno. Ha ocurrido siempre, y es normal.

Queridos guineanos: sabemos que hay muchos que esperan el final de este tiempo de efervescencia política para decir “sabía que esto fue era un gesto de un día, ya se cansará”. O decir, “Ya estamos acostumbrados, nadie nos salvará. Hay muchos que se creen más listos” O “sabemos que esto no iba a durar, y por esto no hice nada, lo dije”. Sabemos que hay muchos guineanos que esperan que de las protestas presentes y futuras no salgan nada, y así justificar su inacción. Sabemos también que hay guineanos y guineanas constituidos en partidos políticos que esperan adecuar esta efervescencia política a sus particulares intereses, desterrando el interés general. Lo comprendemos y hemos dado algunas razones de este aborrecible comportar. Pero debemos decir que dice muy mal de los hombres, y ahora de los guineanos, el abandono de la concepción de que la Historia es el relato de la sucesión de los hechos en los que han tenido protagonismo. Corremos el inmenso peligro de que por nuestra pasividad, la pasividad de los guineanos, la imposibilidad del gesto mínimo de sacudirse la iniquidad y la inhumanidad de sus vidas, el mundo exterior pueda justificar la dictadura que nos sojuzga y de compararnos con simples bestias, carentes de cualquier sustrato racional.

Original en Guinguinbali

Autor

  • Ávila laurel , Juan Tomás

    Juan Tomás Ávila Laurel, escritor ecuatoguineano nacido en 1966 en Malabo, de origen anobonés, actualmente reside en Barcelona. Su obra se caracteriza por un compromiso crítico con la realidad social y política de su país y con las desigualdades económicas. Estas preocupaciones se traducen en una profunda conciencia histórica, sobre Guinea Ecuatorial en particular y sobre África en general. Tiene más de una docena de libros publicados y otros de inminente publicación, entre ellos las novelas y libros de relatos cortos La carga, El desmayo de Judas, Nadie tiene buena fama en este país y Cuentos crudos. Cuenta también con obras de tipo ensayístico, libros de poemas y obras de teatro.

    En Bitácora Africana incorporamos el Blog "Malabo" que el escritor realiza para la revista digital FronteraD. Desde CIDAF-UCM agradecemos a la dirección de FronteraD y a Juan Tomás Ávila Laurel la oportunidad de poder contar en nuestra Portal del Conocimiento sobre África con esta colaboración.

    @Avilalaurel

    FronteraD - @fronterad

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