Los Derechos Humanos y la corrupción, en África y en Europa

11/12/2017 | Editorial

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Los días 9 y 10 de diciembre nos recuerdan, una de las enfermedades más graves de la sociedad global, como es la irresponsabilidad y la corrupción, por un lado, y por el otro, el remedio más eficaz para sanar dicha enfermedad, como es la promoción de la Dignidad y Derechos Humanos.

Esta falta de responsabilidad y la endémica corrupción, tienen multitud de manifestaciones, como: el reducir la persona humana a un mero elemento de producción, el manipular a los demás para conseguir nuestros propios objetivos egoístas y el marginar a la mayoría a una lucha diaria por la supervivencia.

Así el número de personas que viven sin Techo, Trabajo y Tierras sigue aumentando cada día en Asia, África y América latina, a pesar de un cierto crecimiento económico para una minoría.

Los bienes, que son universales, como: tierras, alimentos, recursos minerales, mercado y capital, están cada día más acaparados en manos de una pequeña minoría (10%), que controla el 90% de los recursos humanos y naturales.

Además los empresarios que más acumulan, suelen ser los que menos contribuyen al bien común, con los debidos impuestos. Según Transparencia Internacional, en el 75% de estos casos de corrupción, aparecen empresas radicadas en paraísos fiscales.

La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) cifra en 90.000 millones de euros al año el coste de estos delitos de corrupción en España.

Este acaparamiento y control injusto de los recursos es cada día más feroz, reduciendo a la inmensa mayoría a la miseria, mientras la sociedad civil lo permita y lo permitamos.

Depende de nosotros, la sociedad civil, el volver a situar al Ser Humano, su Dignidad y sus Derechos y Responsabilidades, en el centro de toda actividad política, social y económica.

Esta Dignidad del Ser Humano, con sus Derechos y responsabilidades, y la consecución del Bien Común, a través de un Desarrollo más Sostenible, deben dictar y guiar toda actividad y acuerdos políticos, sociales y económicos.

Semejante responsabilidad, es la tarea más fundamental de toda sociedad civil. Es tarea nuestra y nunca debemos dejarla en manos de ningún representante o gobernante.

Existen declaraciones, leyes, constituciones, ministerios de justicia, etc. medios que tratan los síntomas de la enfermedad, pero no llegan a sanar la raíz del mal.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) es un documento declarativo adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 217 A (III), el 10 de diciembre de 1948 en París; en esta se recogen en sus 30 artículos los derechos humanos considerados básicos, a partir de la Carta Internacional de DH.

Los innumerables escándalos de corrupción han provocado, con razón, una gran indignación en el conjunto de los pueblos en África, Europa y en cada país. Se ha deteriorado la conciencia social hasta tal punto que el fraude y el robo, sobre todo de los poderosos, parecen ser algo corriente y hasta gozan frecuentemente de impunidad.

Por ello, sanar el mal de la corrupción pasa por regenerar el comportamiento de gestores, políticos, empresarios y ciudadanos, a través de una educación ética, la participación ciudadana en la gestión de los recursos, el cumplimiento de la Constitución y la implementación de grandes acuerdos justos entre organizaciones supranacionales como la UE, la OCDE y la propia ONU.

Existen las leyes y administraciones, pero lo que parece faltar no son los medios, sino sobre todo la voluntad y compromiso para sanear la gestión de los recursos, porque el mismo sistema financiero es injusto e inhumano en su raíz.

Mientras la sociedad civil no se implique más activamente en implantar unos valores humanos y sociales éticos y justos en toda la gestión de los recursos disponibles, seguiremos siendo víctimas de este sistema financiero opresor que permitimos.

Esta enfermedad social es grave y endémica. Será necesaria una sanación de la raíz, una cura para la que no parecemos estar dispuestos todavía.

Pero la esperanza consiste en que existe la medicina y está a nuestra disposición.

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