Los catequistas en África, lo mejor de la Iglesia, por José Carlos Rodríguez Soto

25/01/2010 | Bitácora africana

Sesenta y tres catequistas murieron de forma violenta en la archidiócesis de Gulu, en el Norte de Uganda, durante los años de la guerra, de 1986 al 2006. Es una de las muchas noticias del mundo religioso que pasan desapercibidas pero que merece la pena recordar al término de la celebración de la Epifanía, en la que la Iglesia recuerda, entre otros temas, a todos estos muchos miles de hombres y mujeres que se dedican con entusiasmo a la evangelización, en la mayoría de los casos de forma totalmente voluntaria y desinteresada. Los que hemos trabajado en la pastoral en África sabemos que sin ellos y ellas el trabajo de evangelización sería prácticamente imposible, sobre todo en parroquias de una enorme extensión en las que el sacerdote se las ve y se las desea para visitar las cuarenta o cincuenta y tantas comunidades esparcidas en muchos kilómetros a la redonda.

La Iglesia en la mayor parte de los países africanos está fundada en los laicos, que son los que llevan a cabo la mayor parte del trabajo pastoral cotidiano. Durante mis veinte años de trabajo pastoral en Uganda no podría haber dado un solo paso sin la ayuda de los catequistas. Cuando, recién llegado, empezaba a balbucear mis primeras palabras en la lengua local, siempre tenía a mi lado a un catequistas que me ayudaba con la lengua, derrochaba una infinita paciencia para que entendiera mejor la realidad que sorprendía cada día y me acompañaba en mis visitas por las casas para que yo pudiera conocer a la gente.

Los catequistas que yo he conocido en Uganda, y más tarde en otros países africanos, en zonas rurales, suelen ser hombres o mujeres que viven como un campesino más, con pocos medios y pendientes de sacar a delante a una familia de bastantes hijos. Varias veces a la semana preparan para el bautismo, la primera comunión o la confirmación a los jóvenes catecúmenos que se preparan para ello. También ayudan a las parejas que quieren prepararse para el matrimonio. Visitan a los enfermos, a los que suelen llevar la comunión, y el domingo dirigen la liturgia en ausencia del sacerdote, que apenas llega a visitar todas las comunidades una vez cada dos o tres meses.

Una de las experiencias más gratificantes que tuve durante esos años fue organizar cursos para catequistas en un centro de pastoral que teníamos en la misión de Kitgum. Algunos de estos cursos eran introductorias y duraban seis semanas, tras el cual acudían al centro catequético de la diócesis para un curso más largo que duraba dos años. En el centro donde yo trabajaba teníamos también cursillos de puesta al día que duraban un par de semanas. Escuchar a aquellos hombres y mujeres relatar su experiencia diaria en situaciones muy difíciles y verlos escudriñar la Biblia con un enorme interés es algo que me enriqueció profundamente.

En una Iglesia tan clericalizada como la nuestra en España, merece la pena que prestemos atención a otras Iglesias del Sur donde los laicos tienen mucho más protagonismo y un papel mucho más central en la pastoral. Ellos necesitan nuestra ayuda y nosotros necesitamos aprender de ellos.

Autor

  • Rodríguez Soto, José Carlos

    (Madrid, 1960). Ex-Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense).

    Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años, los ha pasado en Acholiland (norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Ha participado activamente en conversaciones de mediación con las guerrillas del norte de Uganda y en comisiones de Justicia y Paz. Actualmente trabaja para caritas

    Entre sus cargos periodísticos columnista de la publicación semanal Ugandan Observer , director de la revista Leadership, trabajó en la ONGD Red Deporte y Cooperación

    Actualmente escribe en el blog "En clave de África" y trabaja para Nciones Unidas en la República Centroafricana

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