Los capataces de la finca, por Juan Tomás Ávila Laurel

19/09/2011 | Bitácora africana

Este título lo saqué de unas reflexiones que hizo el escritor guineano Donato Ndongo en Tenerife en noviembre de 2007. Estas palabras cobran estos días, incluso horas, una dolorosa actualidad tras las revelaciones de un abogado franco-libanés que había formado parte del equipo de varios eminentes políticos franceses.

Antes de entrar en detalle, tenemos que hacer una somera presentación de algunos de los escenarios africanos. Escojamos al azar caprichoso el escenario humano de Congo Brazaville, el de Camerún, el de Gabón, y el de Guinea. Guinea, Camerún y Gabón comparten largas fronteras, y en los territorios limítrofes de los tres países no hay absolutamente nada que distinga un país de otro. Estos territorios limítrofes son entornos rurales donde se practica la caza y la agricultura de supervivencia. Los nativos de los mismos viven en poblaciones pequeñas sin ninguna posibilidad de constituir en aglomeraciones urbanas grandes. Los habitantes hacen acopio de agua en los ríos, de aguas no potables, o en pozos excavados en las inmediaciones de las casas. En estos entornos los habitantes hacen sus necesidades en los bosques inmediatos o en hoyos excavados en los mismos sitios que los pozos para el agua de consumo.

Los nativos de los puntos fronterizos antes citados no tienen cubiertas sus necesidades sanitarias, y simultanean el recurso a los curanderos para los casos crónicos y el traslado a los centros sanitarios de la capital en los casos muy graves. En estos entornos de ruralismo africano apenas hay escuelas, o las que hay son testimoniales, apenas una sala levantada con paredes de barro donde los niños aprenden los rudimentos de la lectoescritura. Para la formación, no hay más. Los habitantes jóvenes de estos entornos no gozan de ningún tipo de atención especial. No hay en sus comunidades centros de ocio, de deportes o de formación profesional de ningún tipo. En las mismas los miembros femeninos jóvenes viven de las relaciones, una forma de prostitución incrustada en las prácticas corrompidas de los grupos tribales a los que pertenecen. En ellos las chicas núbiles están disponibles para los miembros masculinos que quisieran tener relaciones con ellas, siempre y cuando ello suponga un beneficio material inmediato a la familia. No es infrecuente que estas chicas núbiles de estas comunidades sean captadas por los jefes regionales del poder central para sus expansiones sexuales esporádicas.

En las principales aglomeraciones humanas de estos cinco países elegidos existe un pequeño núcleo donde se pueden encontrar los elementos necesarios para ser llamados ciudad: agua potable, electricidad, servicios médicos, acceso a las comunicaciones y otras comodidades. Pero son pocas en esta zona de África Central. Y estos cuatro países comparten el hecho de que no tienen apenas servicio público de transporte, reservando su satisfacción a personas privadas, lo que consagra la inseguridad vial y la inabordabilidad de estas ciudades. Pero es en Guinea Ecuatorial donde estos elementos que confieren el carácter urbano a las aglomeraciones humanas están en su más simple expresión: En las ciudades guineanas no hay agua potable, apenas hay electricidad, no hay transporte público, los medios de comunicación modernos, como internet, la telefonía móvil, etc., apenas funcionan. Las ciudades de los cuatro países elegidos no ofrecen condiciones de habitabilidad para sus habitantes, pues las viviendas existentes no son suficientes, ni en cantidad ni en calidad, para satisfacerlos. Esta última circunstancia es la que ha permitido el florecimiento de núcleos habitados en los arrabales de estos centros urbanos, infectos asentamientos con peores condiciones de habitabilidad que los entornos rurales, con los que comparten la falta de servicios sociales antes mencionada.

En las ciudades de guineanas tampoco hay centros de formación profesional que satisfaga las demandas de la población juvenil. Tampoco hay centros de ocio, de deportes o de las comunidades urbanas. La educación nacional es desastrosa, desastre que incluye a la enseñanza universitaria, meramente testimonial. Y esta es la situación que persiste desde hace décadas, y pese a la asistencia económica y técnica de las oficinas de cooperación de España, de Francia, de los Estados Unidos, de Cuba, y a la acción puntual de otros organismos oficiales y privados. Para un país de apenas 650 mil habitantes, en el caso de Guinea, y para un área geográfica con una población que gira alrededor de 1/2 de la española, en el caso de los cuatro países elegidos, no hay mejora de ningún tipo, y pese a la pretendida acción de “cooperación” de los países citados.

Es en este contexto de pobreza, sufrimiento y marginación en el que salta a la prensa francesa la noticia de que más de un presidente de este europeo país, con una oficina abierta de “cooperación” en Guinea, dueño absoluto de la Comunidad Francesa de África, ha estado recibiendo de algunos dictadores africanos sacos de millones de dólares para afianzarse en el poder. Aunque era algo que ya sabíamos, o intuíamos, nunca dejaremos de estar perplejos. El caso de Guinea Ecuatorial, el país menos desarrollado del cuarteto, ya nos hizo estar sobre aviso cuando fueron filtrados a los medios de comunicación la noticia de que agencias malvadas de los Estados Unidos recibían más del doble de dinero que el Gobierno de Guinea Ecuatorial destina a la educación y a la sanidad de su país. Millones que no tiene ningún empacho en desembolsar para mejorar la imagen del general-presidente que se sostiene en el poder gracias al apoyo de Occidente.
Ahora se confirma que es práctica habitual de los dictadores africanos el de regalar el dinero de sus empobrecidos países a Francia con la condición de que esta antigua metrópoli cierre los ojos a las brutales consecuencias de su ejercicio animal del poder. Lo que ha pasado, con resultado feliz para unos africanos escogidos, es que por más que quisieran estos líderes franceses, ya no están en la época de Luis XIV, por lo que no pueden gozar ad aeternam de la protección de estos ladrones, porque hace siglos que el movilismo político se ha asentado en Francia, mal que les pese. Son los dictadores africanos los únicos necios que no saben que en la Europa que consiente sus fechorías hay alternancia de poder, pudiendo sus antiguos “protegidos” pasar a ser cuestionados por sus dudosas amistades ultramarinas.

Este artículo está escrito para los muchos intelectuales africanos que se siguen doliendo de la intromisión occidental en sus asuntos, asimilando dicho dolor al silencio que han de guardar cuando sus idolatrados líderes cometen barbaridades con el fin de asegurar el poder. A estos intelectuales africanos, muchos de ellos residentes en Europa desde hace más de dos décadas, les tenemos que recordar que con estos regalos hechos a manos llenas se les permite a los dictadores comprar armas con que reprimir a la población, y acallar a los pocos disidentes que se atreven a poner una nota de cordura en las irrealidades africanas. Les tenemos que recordar igualmente que gracias a estas armas, estos dictadores se convierten en capataces de Occidente. La larga residencia en Europa no debe hacerles olvidar a estos intelectuales que el ejercicio de esta satrapía es el que impide que puedan ejercer en sus países. Tienen que aprender que a duras penas tendrán la misma consideración que sus homólogos europeos, y que, en el caso de España para con los guineanos, son intelectuales, si lo son, que nunca han tenido ni tendrán ningún reconocimiento en su metrópoli. Si esto fuera la única consecuencia, dejaríamos este asunto a cargo de sus dolidas conciencias, pero debemos recordarles que su larga permanencia en el extranjero es porque sus vidas podían ser cercenadas por las armas de estos dictadores que se sienten fortalecidos gracias al desembolso antes mencionado. En el ejercicio errático de su actividad intelectual se hacen merecedores de un reconocimiento dantesco: aciertan cuando acusan a Occidente de los males de África, pero se olvidan de que el brazo ejecutor de estas desgracias colectivas son sus hermanos africanos. Les asiste el triste consuelo de saber que la acción represiva de estos capataces no les alcanza, porque en las ciudades europeas donde residen no se permitirían, aunque los que los condenarían aquí no sabrían encontrar los motivos para hacer lo mismo en suelo africano. Es esta hipocresía la que les permite luchar por las ventajas del mundo occidental, aunque tengan que resignarse a conocer las nuevas de sus países solamente cuando sus escándalos saltan a la prensa.

Original en Guinguinbali

Autor

  • Ávila laurel , Juan Tomás

    Juan Tomás Ávila Laurel, escritor ecuatoguineano nacido en 1966 en Malabo, de origen anobonés, actualmente reside en Barcelona. Su obra se caracteriza por un compromiso crítico con la realidad social y política de su país y con las desigualdades económicas. Estas preocupaciones se traducen en una profunda conciencia histórica, sobre Guinea Ecuatorial en particular y sobre África en general. Tiene más de una docena de libros publicados y otros de inminente publicación, entre ellos las novelas y libros de relatos cortos La carga, El desmayo de Judas, Nadie tiene buena fama en este país y Cuentos crudos. Cuenta también con obras de tipo ensayístico, libros de poemas y obras de teatro.

    En Bitácora Africana incorporamos el Blog "Malabo" que el escritor realiza para la revista digital FronteraD. Desde CIDAF-UCM agradecemos a la dirección de FronteraD y a Juan Tomás Ávila Laurel la oportunidad de poder contar en nuestra Portal del Conocimiento sobre África con esta colaboración.

    @Avilalaurel

    FronteraD - @fronterad

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