Los agro-carburantes provocan la migración

5/04/2010 | Editorial

Testimonio de Adam: “Un día, yendo a trabajar, constaté que había otro en la granja. Me enteré entonces que habían vendido mi tierra. Desde ese momento ya no estoy autorizado a cultivar”. Mumud Alhassan Adam, 50 años, padre de cinco hijos ha perdido sus ocho hectáreas de terreno en las que cultivaba maíz y arroz. “Nadie -nos dice Adam- nos ha consultado previamente ni he recibido compensación alguna desde que fui expulsado”.

Como Adam, decenas de agricultores en el norte de Ghana, se han visto forzados a dejar sus tierras, sin que lo reemplace ninguna otra fuente de recursos, porque una firma multinacional ha comprado sus tierras para cultivar “jatropha”; un cultivo no destinado a la alimentación y cuyos granos contienen aceite utilizado para producir agrocarburante. Biofuel África Ltd ha adquirido 23.700 hectáreas de tierras en Ghana, expulsando a los habitantes de siete pueblos –todos agricultores- en el distrito de Tamale.

No es el único caso. En Tanzania, SEKAB, una firma sueca, se ha instalado en la región costera. Su instalación fue precedida por un estudio prospectivo, realizado un grupo de consulta sueco, sobre los impactos que se podían temer. Dicho estudio puso de relieve: el riesgo de superexplotación de las reservas de agua (sobre todo del rio Wami que riega una vasta región agrícola y forestal), la muy probable exterminación de especies vegetales y animales raros, la pérdida de recursos económicos, la propagación de enfermedades por los obreros y el desplazamiento forzado la población rural hacia las ciudades. Y sin embargo, ¡las conclusiones no hicieron sonar la alarma! El colmo es que, premiada en Bruselas por sus “prácticas durables”, la SEKAB debería cesar ciertas actividades por no estar conformes con las normas europeas de estabilidad.

La crítica señala el hecho de sustituir cultivos alimentarios por cultivos para biocarburantes. Invertir a largo plazo en cultivos cuyos productos no pueden reconvertirse con facilidad para adaptarse a la evolución del mercado y que, en algunos casos, necesitan un mínimo de 5 años antes de producir la cantidad mínima necesaria para la industria y/o la explotación, comporta un riesgo enorme al que la mayoría de los productores africanos no pueden exponerse.

Por otra parte, es evidente que si el productor espera una renta de ese cultivo, le reservará sus mejores tierras, las más fértiles y mejor irrigadas para aumentar su productividad. Por consiguiente, desplazará las otras producciones a tierras menos fértiles, desbrozando terrenos y talando árboles. De ese modo, aumentará las emisiones de gas con efecto invernadero para producir biocarburantes que pretenden reducirlos. Estamos frente al “Cambio Indirecto de la Utilización de las Tierras” sobre el que nuestros gobiernos deben decidir si tener o no tener en cuenta al calcular los beneficios que se esperan de los biocarburantes.

A esto hay que añadir que nuestro productor tendrá más dificultad para alimentarse dado que la producción de alimentos es menor y que no podrá encontrar otros alimentos, ni plantas medicinales en el bosque y la sábana por haberlos destruido él mismo. Además, el precio de los cereales importados, que podría comprar en compensación, no cesa de aumentar. Si se añade a esto los créditos que tendrá que reembolsar por la compra de semillas y plantas de los agrocarburantes con los ingresos de la venta de su cosecha cuyo precio fija la misma empresa que le proporciona las plantas, se comprende con facilidad que las ventajas son menos maravillosas que las anunciadas, pudiendo darse, incluso, que el productor se endeude. Y el círculo vicioso aun no ha terminado: el cambio climático reduce aún más la productividad de este juego.

Junto a estos productores hay que pensar en los otros agricultores, (en general el conjunto de la población rural) expulsados, sin previo aviso, de sus tierras e incluso de sus pueblos, y en aquellos cuyas tierras ya no están irrigadas porque el agua ha sido desviada por las grandes explotaciones.

En dichas circunstancias, la población no tiene otra elección que emigrar a la periferia de las grandes ciudades, ya superpobladas… o hacia Europa. Numerosas familias se endeudan para enviar a uno de sus hijos jóvenes a Europa con el fin de ganar un poco de dinero y mandarlo a su familia. Dichosos son los pueblos africanos que hoy se mantienen gracias a la ayuda financiera enviada por los emigrantes. Esta ayuda se ha convertido en un recurso indispensable para poder continuar a vivir en el campo (o en las inmediaciones de la ciudad) donde las condiciones son cada vez más difíciles. El impacto en el medio ambiente, social y climático de los biocarburantes, ha conducido al impacto económico… mundial de la migración.

Es el momento de abrir los ojos sobre la necesidad urgente de reaccionar. Es hora de que nuestros gobiernos tomen en serio el conjunto de factores económicos de los carburantes, llamados “bio”.

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