Libia es el epicentro de los abusos masivos de niñas-os subsaharianos en camino hacia Italia, como Marruecos lo es para los que buscan refugio en España.

13/03/2017 | Editorial

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Unos 27.000 niños-as del África Subsahariana, según la ONU, cruzaron Libia, en 2016, buscando refugio en Italia. La mayoría de las niñas-os emigraban no acompañados y por tanto siendo la presa fácil para toda clase de abusos, por parte de las mafias.

En Marruecos, aunque la policía impide a los refugiados subsaharianos cruzar a España, unos 22.000 refugiados se juegan la vida en las vallas al año, (por 2.000 e.@), para alcanzar Europa (90%). También de Siria han cruzado por Melilla más de 10.000 refugiados-as en 2016.

Entre el 1 de enero y el 5 de marzo de 2017, según la OIM, 521 emigrantes han muerto en el Mediterráneo y otros 20.000 consiguieron alcanzar las costas europeas.
Libia y Marruecos, más que Argelia, Túnez y Egipto, parecen ser los lagares de paso para los subsaharianos que buscan refugio en España e Italia, y el resto de Europa.

Lo que más me indigna es ver que tanto las mafias como algunos gobiernos, buscan beneficiarse económicamente, de este vergonzoso negocio con las personas más vulnerables, que tienen que sufrir las más terribles vejaciones.

Si, a pesar de semejante riesgo, tantas personas del África subsahariana buscan refugio en otros países, es porque los gobiernos regionales e internacionales, junto con las empresas depredadoras y los grupos armados, les han hecho la vida imposible en sus propios países de origen.

La alarmante multiplicación de grupos armados en muchos países africanos, como: Libia, Nigeria, Somalia, RDC, Sudan, etc. por razones de negocios lucrativos (recursos naturales, tráfico de personas, armas, drogas, etc.) es un claro indicador de que estos grupos armados son tanto o más poderosos que los propios gobiernos locales.

Aunque se desmantele el estado islámico en Siria e Irak, esto solo provoca la explosión de muchas pequeñas células yihaidstas que ya se extienden por muchos países de África, de Asia y por otras regiones.

Los gobiernos, regionales e internacionales, están obligados a colaborar para garantizar la seguridad de sus pueblos, para sanear las raíces de tanta violencia y además para promover nuevas oportunidades de trabajo y vida digna en estos países muy ricos en potencial, pero muy castigados por el afán de lucro de los poderosos y de sus grupos armados.

Resulta incomprensible que el deseo compulsivo de acumular poder y riqueza pueda llevarles a causar tanta crueldad y esclavitud para sus propias sociedades, que se ven obligadas a salir de sus tierras y a buscar desesperadamente refugio en otros países.

Todas las guerras y la violencia pretenden acaparar el poder y los recursos, sin importarles a los poderes depredadores el sufrimiento y la miseria que causan a millones de personas vulnerables. Los grandes poderes son los mayores productores y traficantes de armamentos. Algunos gobiernos africanos, como Argelia, Marruecos, Nigeria, Sudan, Sudáfrica, Uganda, Camerún, etc. son grandes importadores de armamentos, para seguridad del propio gobierno y el control de los recursos.

Tampoco parece importar demasiado el país, raza, cultura o religión de la persona, pues la codicia de lucro y poder ciega y arrastra a personas de todo rango social, procedencia y color.

Son más bien excepcionales los líderes y agentes sociales que gestionan los bienes comunes con responsabilidad y crean oportunidades de vida digna para la inmensa mayoría de la sociedad.

Una persona que ha crecido sintiéndose querida y vive los valores humanos universales, normalmente hablará y actuará responsablemente en cualquier posición social, promoviendo el bien común, con todos los medios disponibles.

Al final, como decía Nelson Mandela, creemos en el ser humano:

“Siempre he sabido que en el fondo del corazón de todos los seres humanos hay misericordia y generosidad. Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su procedencia o su religión. El odio se aprende, y si es posible aprender a odiar, es posible aprender a amar, ya que el amor surge con mayor naturalidad en el corazón humano que el odio. La bondad del ser humano es una llama que puede quedar oculta, pero que nunca se extingue. Largo Camino hacia la Libertad. Pag.645.

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