LGBTI en las escuelas africanas

29/03/2017 | Crónicas y reportajes

El Tribunal de Igualdad de Seshego ha ordenado al departamento de Educación de Limpopo que pague a Nare Mphela, una mujer trasngénero, 60.000 Rands (280 euros) en compensación por la discriminación y el acoso que sufrió mientras estaba en la escuela. «El director (de la institución académica) hizo cosas como pedir a algunas de las otras chicas que me llevaran al baño y tocaran mis partes íntimas. Quería saber qué tipo de genitales tenía. Luego le dijo al resto de la escuela que en realidad era un niño«, dice Mphela.

El caso fue llevado a la Comisión de Derechos Humanos de Sudáfrica por la organización de derechos trans Iranti.org.

Su alivio al conocer el fallo, dictado el 10 de marzo, viene de un largo proceso judicial, que ella describe como «agotador y estresante» y de dos años de abusos en la Escuela Secundaria Raselete en Limpopo. El acoso continuó hasta un punto en el que «no podía concentrarme. Hice mis exámenes pero no los superé. Me afectó mucho. Me faltaron mucho al respeto en esa escuela. Por lo tanto, ganar este caso es muy importante para mí. También, porque enseña a otros jóvenes que puedes actuar frente a este tipo de cosas«.

lg4.jpgEn otro ejemplo de discriminación, el director de una escuela en Mdantsane, en Cabo Occidental, obligó a 38 jóvenes a declararse como lesbianas frente a sus padres. Después de descubrir a dos niñas besándose en los aseos de la Escuela Secundaria Ulwazi, el director, Nomampondomise Kosani, «identificó» a otras 36 chicas como lesbianas y les ordenó volver a la escuela con sus padres.

Thembi Sithole, una de las alumnas, dice: «Todas nosotras fuimos llamadas a la sala de profesores y el director comenzó a llamarnos esas cosas repugnantes, como rabishikazi (basura) y amagqwirha (brujas). Dijo que estábamos deshonrando a la escuela y que la razón de que seamos lesbianas es que venimos de hogares rotos«.

Sithole, que eligió no usar su nombre verdadero, dice que sus padres sabían que ella misma se identificaba como lesbiana. Otras no fueron tan afortunadas. «Algunos de los padres estaban muy, muy, enfadados y amenazaron hasta con golpearlas. Los padres de mi novia le dijeron que debía elegir entre su relación conmigo y su casa y su familia«.

lg3.jpgLa amiga de Sithole, Thandiwe Makhoba, que también eligió no usar su verdadero nombre, dice: «Los profesores en la escuela ahora tienen una mala actitud hacia nosotras. Solíamos estar cerca de esos maestros, solíamos contarles todo. Eran profesores en los que confiábamos, pero ya no existe ese vínculo«.

Cameron Cordell, director ejecutivo de la organización OUTOLogy Network, con sede en Port Elizabeth, dijo: «Nos acercamos a la escuela para tratar de llevar a cabo talleres de sensibilización con ellos, pero no fueron receptivos«.

«Entrar en las escuelas es generalmente un desafió. Nos hemos acercado al departamento de Educación Básica para que nos ayude, pero nunca sabemos nada de ellos. Y no podemos esperar, así que nos acercamos a las escuelas una por una. Mientras que algunos están abiertos a tenernos ahí, nos han colgado el teléfono muchas veces o nos han dicho que abandonemos la propiedad«.

Cordell añade que, además de los insultos y la violencia física experimentada por los jóvenes gays, lesbianas, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI), se han reportado casos de violaciones a la organización, pero no a la policía, que se considera que no ayuda.

Un informe de 2016 elaborado por la organización Out LGBT Well-being, de Pretoria, descrubrió que en las escuelas públicas, el 55% de los encuestados habían sido objeto de insultos verbales, el 35% había sufrido amenazas de violencia física y el 21% había sido víctima de puñetazos, patadas y golpes.

Un artículo llamado «La percepción de los educadores sobre la victimización homofóbica de los estudiantes en las escuelas secundarias privadas», de Henk Mostert, Charmaine Gordon y Susan Kriegler, publicado en el South African Journal of Psychology en 2015, decía: «No hay duda de que las víctimas de la homofobia son propensas a experimentar efectos adversos importantes en su salud y en su bienestar general. No importa cómo definamos el fenómeno formativo, muchas veces traumático, las experiencias de homofobia tienen implicaciones a largo plazo para la adaptación y el funcionamiento de los individuos en los contextos familiares, escolares, eclesiásticos y comunitarios«.

«La mayoría de los educadores y administradores han sido criados y educados en una sociedad que considera la homosexualidad como una enfermedad, y las cuestiones LGBT siguen siendo en gran medida tabú en las comunidades escolares«.

El Sindicato Democrático de Profesores de Sudáfrica (SADTU), dirigió en Cabo Occidental una serie de talleres de sensibilización LGBTI en 40 escuelas durante 2016, con la esperanza de romper ese tabú. «Lo que vimos fue un cambio en las actitudes de la gente, una comprensión más profunda«, dice Jonovan Rustin, jefe provincial de Sadtu en Cabo Occidental.

René Poole, profesor de la Escuela Primaria St Raphael en Athlone, dice: «Asistí a esos talleres porque es algo de lo que lg3.jpgrealmente no hablamos. Tengo que abrir mi mente y hablar con personas que se enfrentan a esos retos, hacer preguntas sobre cosas de las que no sabía nada«.

Aunque «tener una orientación sexual o identidad de género diferente se ha vuelto más aceptable«, dice que los maestros todavía necesitan más educación sobre esto.
«A los alumnos se les asignó hace poco una tarea en la que tenían que recortar imágenes de revistas con las que se sintieran representados. Un muchaco cortó una imagen de una bailarina, que él dijo que le representaba. El maestro le dijo que él era un chico y la bailarina era una chica, no vio cuál era el problema. Así que, ya ves, todavía se necesita mucha educación«.

Kim Lithgow, fundadora y directora de la organización Same Love Toti, dice: «Uno de nuestros principales objetivos es llegar a los padres, porque un padre que apoya es un refugio seguro para los niños LGBTI. Además, las escuelas estarán más dispuestas a escucharles a ellos«.

Recientemente, la organización lanzó su Programa para Sensibilizar a los Maestros e Inclusión de Jóvenes, que Lithgow reconoce de díficil implementación. «Nuestros mayores obstáculos son las creencias religiosas y tradicionales, por lo que constantemente nos enfrentamos a personas que, de acuerdo con la Constitución, pueden tener sus creencias, pero al mismo tiempo también pueden hacerlo los demás. La otra cara de la moneda es que hay tantas opiniones fundamentalistas como personas trabajando en crear una cultura de la inclusión«.

Deonay Balie, de 27 años, es una mujer transgénero y maestra en una escuela primaria en la ciudad de Steinkopf, en el norte de Ciudad del Cabo. Aunque ella dice que la escuela es muy comprensiva con su situación, señala: «Como adulta, puedo protegerme. Pero los niños, todos los niños, necesitan nuestra protección«.

Como parte de su esfuerzo por asegurar la protección de los derechos de los niños, Balie no sólo actúa como directora de proyectos en la escuela (supervisando los de educación inclusiva y la seguridad escolar), sino también en la comunidad, a través de una estación de radio local y diversos talleres. «Hay niños así en cada escuela, así que para mí lo más importante es simplemente proveer a ese niño con un espacio seguro«. De las dificultades que encuentra en una comunidad conservadora, Balie dice: «El nuestro es un sitio muy religioso, pero yo siempre digo que la gente de Namaqualand no son personas que odien. Son gente encantadora, simplemente no lo entienden. Todo lo que se necesita es educación«. Lithgow contesta: «La gente suele decir que la educación es el primer paso, pero creo que es la empatía. Encontrar a alguien que tenga en cuenta la dignidad, la igualdad y los derechos humanos. Eso, para mí, es el primer paso. Después de eso podemos decirle a esa persona: bien, eso es lo que crees y es bueno. Ahora mira, estos chicos también son humanos«.

El fallo del tribunal de igualdad ha subrayado que los niños LGTB son humanos también, y nadie es más consciente de esto que Mphela. Decidida a dejar atrás su experiencia escolar, quiere ir a terapia de afirmación de género, pero no antes de matricularse para estudiar enfermería. «Sólo quiero tener una vida mejor y ser quien quiero ser. Ser realmente quien soy«.

Fuente: Mail&Guardian

[Traducción y edición, Mario Villalba]

[Fundación Sur]


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