Lecturas paralelas del Informe “Mapping” sobre las matanzas en el Congo

20/10/2010 | Opinión

Véase, Théophile Ruhorahoza, 2009, Terminus Mbandaka: el camino de fosas comunes de refugiados ruandeses en el Congo, editorial fuentes del Nilo*

Dice el informe:

262. Después de haber pasado la noche del 12 al 13 de mayo en la aldea de Kalamba, las tropas del AFDL/APR alcanzaron Wendji, a 20 kilómetros de Mbandaka. Seis mil refugiados vivían en esta aldea, en un campamento improvisado establecido por la Cruz Roja local, cerca de una antigua fábrica de la Sociedad ecuatorial congoleña Lulonga-Ikelemba (SECLÌ). No estaban armados porque la gendarmería había confiscado sus armas. (…)

El 13 de mayo de 1997, elementos AFDL/APR, actuando en presencia de varios altos responsables del APR, asesinaron al menos a 140 refugiados en la aldea de Wendji. A su llegada a la aldea, los militares habían declarado: «zairenses, no tengáis miedo, estamos aquí para los refugiados». Luego se dirigieron hacia el campamento y abrieron fuego sobre los refugiados. Éstos últimos intentaron huir pero fueron apresados por militares procedentes del Sur. El mismo día, los militares entraron en la Oficina de la Cruz Roja local y mataron a los niños no acompañados que esperaban su repatriación hacia Ruanda. El 13 de mayo la población de Wendji enterró 116 cuerpos. Un niño de tres meses aproximadamente que estaba vivo en el momento del entierro fue asesinado por un militar del AFDL/APR que supervisaba los trabajos de inhumación.

Relato de Théophile Ruhorahoza (más de un año antes de la salida del informe de las Naciones Unidas), Terminus Mbandaka, pp.78-80

Ese día del 13 de mayo de 1997 fue el día « J ». Un cohete sobrevoló silbando el campamento y cayó en el río. Un segundo cohete horadó el techo de la casa donde dormía. Las chapas volaron dejando penetrar el humo en la habitación. Intuitivamente, me levanté y encontré fuerzas, salidas de no sé dónde, para arrastrarme fuera y ponerme a salvo. En el patio resonaban los gritos de los niños llamando desesperadamente a sus madres, mientras que otros lloraban. Dos camiones surgieron de la parte trasera lleno de militares, mientras que otros caminaban a pie. Disparaban a todos lados. Buscaban en la maleza poniendo fuego y bloquearon la carretera que llevaba a Mbandaka. Los disparos reagruparon a los refugiados en el campamento. Sólo quedaba una sola salida hacia el río Congo. Los militares se aproximaron y abrieron fuego a la multitud de refugiados. Disparos de armas automáticas, granadas y cohetes fueron lanzados a la maleza a través de la cual los refugiados intentaban ocultarse. El silbido de las balas de toda clase se sobreponía a los gritos y sus ecos retumbaban sobre las aguas del río.
En ese mismo momento de la “pasión” de los refugiados ruandeses, yo me encontraba entorno a novecientos metros, en la orilla izquierda del río hacia el oeste. Había una mezcla de hierbas y arbustos que producía el agua. Había también allí algunas canoas que estaban amarradas. Evitaba hacer movimientos que pudieran atraer la atención de los soldados sobre cualquier presencia humana en esos lugares.

Allí pasé unos cinco días comiendo sabrosas hierbas dulces y quitándome la sed con el agua del río. ¡Una agua roja, de sangre! La sangre de los refugiados, a pesar de ello, tuve que beber de esta agua. Una vez que me puse a beber con mis manos, en ese momento, apareció delante de mí una cabeza decapitada. La deje correr y recite mi rosario meditando mucho sobre los “misterios dolorosos”.

De repente, asistí a una escena inesperada. Muchos de los refugiados aún no afectados por las balas se encaminaban derechos hacia el río y allí se arrojaban. Otros se agolpaban en una casa cerca del campo creyendo encontrar allí refugio. Pero los militares se apercibieron y lanzaron allí granadas antes de entrar para rematar a los sobrevivientes.

Todo el río fue rápidamente cubierto cuerpos destrozados y cubiertos de sangre, vestimentas de todo tipo, pareos de mujeres de todos los colores, sábanas, cacerolas, granos de maíz que brincaban al compás de las olas y, de pronto, esta frase latina me vino a la cabeza: sic transit gloria mundi “así pasa la gloria del mundo”.

La localidad de Wendji Sekli fue cubierta de sangre, de sangre inocente, lamentablemente sangre derramada ignorada por la Comunidad Internacional. Esta sangre fue derramada en las aguas del río Congo para extenderse sobre todos los extremos de la Tierra a través del Océano Atlántico en el que el río Congo se vierte. Si el hombre no dice nada a propósito de estos crímenes de sangre en los cuales ha participado, al menos los peces podrán dar testimonio, los cocodrilos lo confirmarán y las serpientes lo cantaran. Todos ellos han devorado esta carne humana, la carne de los refugiados ruandeses y burundianos.

Tomado de: Editions Sources du Nil. over.blog.com

* (para solicitarlo enviar un e-mail a sources_du_nil@yahoo.fr, puede también pedirlo a través de la página Web de la editorial fuentes del Nilo: Editions Sources du Nil).

Traducido por Luis Fernando Carretero Solana, para Fundación Sur.

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