Lecciones desde Kenia

15/02/2008 | Opinión

En el mundo de hoy, la gente conoce bien cuál es la esencia de la verdadera democracia, el estado de derecho, la libertad, justicia… y los beneficios, privilegios y derechos que implica para ellos. Si, sin embargo, una y otra vez se le niega a la gente estos derechos humanos y democráticos, y las oportunidades de cambio, puede que prefieran tomarse la ley por su mando. Este momento crítico puede ser muy devastador y las consecuencias no deben pasarse por alto.

Con la excepción de los dictadores, los líderes políticos responsables no se mostrarían reacios a comportarse de manera sensata en estos momentos de inestabilidad social. Tienen la voluntad de aprender y cambiar ellos mismos, antes de que las cosas lleguen a estar terriblemente mal. Reconocen el mal que sus actos intransigentes causan en los seres humanos, en sus propiedades y sobre la prosperidad de su país.

Los dictadores no pretenden aprender ni de sus propios errores ni de los de sus predecesores. No se sienten responsables de sus acciones, ya que son egoístas para vivir a costa de otros. En cualquier momento y en cualquier lugar el deseo de todas las personas es vivir en paz e igualdad.

El derramamiento de sangre y la destrucción que presenciamos en Kenia, que le ha costado la vida a más de 500 keniatas y el desplazamiento de más de 250.000 ciudadanos, es una completa pesadilla. El interés egoísta de grupos/partidos por el poder ha ocasionado una devastación irreversible. Las elecciones manipuladas han degenerado en un conflicto tribal que está llevando a actitudes de limpieza étnica y genocidio.

Kenia ha sido un país considerado relativamente estable, donde la política étnica no se ejercía legalmente, como en Etiopía.

De esta terrible tragedia que se está desarrollando en la vecina Kenia, nosotros, los etíopes, como pueblo compuesto por más de 80 grupos étnicos, tenemos algunas lecciones que aprender. Tiene mucho que aprender, especialmente, la élite de minoría étnica del Frente de Liberación del Pueblo Tigrayan, TPLF, que ha impuesto a la fuerza y deliberadamente las políticas étnicas a nuestro pueblo durante los últimos 17 años.

Hay que recordar que el Gobierno del Primer Ministro, Meles Zenawi, y sus funcionarios no sólo nos han dicho constantemente sino que nos han advertido directamente que el país caerá en una gran crisis política y de violencia si su partido TPLF ve amenazada su permanencia en el poder. Sin embargo, gracias a la dignidad cultural y a la previsión, los etíopes han repetido a coro que su país no será otra Ruanda. Esas advertencias irresponsables y la propaganda política que se estaba lanzando para instigar al odio racial entre la gente, estaban principalmente dirigidas a lograr apoyo tribal o étnico a la permanencia del TPLF en el poder.

La crisis en Kenia nos da una clara lección, que los civiles inocentes no tienen que destruir su unidad dañando su vida social de larga duración. Los ciudadanos necesitan permanecer unidos para defender sus derechos y luchar contra su enemigo común. Deberían llevar a cabo ulteriores manifestaciones pacíficas para debilitar la capacidad institucional del Gobierno en el poder, en lugar de salir a la calle con cuchillos para matarse unos a otros. No hay ninguna razón lógica para matarse unos a otros mientras que todas las meteduras de pata, económicas y políticas, las han cometido unos pocos individuos para satisfacer sus propios intereses de poder de una manera egoísta. En un momento dado, los sacrificios minimizados y la tolerancia podrían tener un papel muy significativo. Inevitablemente, los partidos políticos y los líderes no le harían caso; un país y un pueblo entero sí se lo harían. La gente de un país comparte una aspiración nacionalista común, a pesar de sus diferencias étnicas.

Históricamente, los etíopes se sienten extremadamente orgullosos de su identidad. A diferencia de cualquier otro estado africano, la unidad del país, su independencia y su integridad se mantuvieron frente a las agresiones coloniales, gracias a la unidad de su pueblo, sin importarles su procedencia étnica.

Antes de que llegase al poder la Junta étnica del TPLF, en 1991, no se pensaba mucho en la pertenencia a un grupo étnico o a otro, sino que antes que nada se era etíope.

En la Etiopía posterior a 1991, la conciencia social de tan larga duración se ha diluido por las políticas de etnicidad. Los siguientes acontecimientos son algunas de las mayores implicaciones que minan la unidad del país:

1.- La formación de Estados Federales exclusivamente basados en la lingüística, sin tener en cuenta los principios fundamentales comúnmente aceptados como la historia, la localización geográfica, los medios económicos y otros factores.

2.- La secesión de Eritrea aprobada por un Gobierno de transición étnico, sin mandato ni consentimiento público.

3.- Regalar terrenos se sembrados al Gobierno sudanés.

4.- Incorporar un artículo que ofrece a las diferentes nacionalidades el derecho de “autodeterminación y cese de la constitución”.

5.- Redibujar las fronteras de las regiones administrativas internas y anexionar algunas partes de antiguas regiones a las nuevas regiones administrativas, demarcadas lingüísticamente.

6.- Promover y registrar legalmente a partidos basados en la etnia para que dirijan el país.

7.- Ir a Argelia para las renegociaciones de los tratados coloniales para ceder Badme y algunas otras partes del país a Eritrea, desarraigando al pueblo de los Irob, de sus tierras ancestrales.

8.- Inniciar conflictos, ocasionando crisis humanitarias y fracasando al tomar medidas rápidas de corrección. La reciente situación brutal de la región de Ogaden, así como el acto de genocidio cometido en 2003, con la masacre de 460 personas y el desplazamiento de más de 10.000 civiles del pueblo Anuak, en la región de Gambella, y la violencia étnica/tribal que tuvo lugar en diferentes partes del país, como Amhara, Oromia, y las regiones del sur, han sido muy perjudiciales.

9.- El compromiso del TPLF con actividades que generan beneficios, contra prohibiciones establecidas en la constitución, y el control directo de la economía, debilitando el sector privado.

10.- Traspasar empresas estatales a familiares de los miembros del TPLF por menos de su valor real; enriqueciéndoles en nombre de la privatización, mientras que la pobreza está enormemente extendida en la vida de las personas.

11.- controlar las administraciones regionales para que no tomen decisiones sobre sus propios asuntos, y asignado puestos clave del Gobierno a los miembros de la minoría étnica en el poder, mientras existe el concepto de federalismo. Y lo que es más, negar la independencia institucional de la defensa, justicia, y la directiva electoral para que funcione sin intervención.

Los líderes del TPLF deben reconocer que estos pocos puntos mencionados aquí son un reflejo de las políticas de etnicidad promovidas por el Gobierno, contra la voluntad del pueblo. No es difícil percibir la posibilidad de gobernar contra la voluntad del pueblo durante un tiempo. Pero los políticos deben reconocer que llegará un momento en que la gente diga ¡Ya Basta! La opresión continuada y la extrema desigualdad, aviva la desesperanza, y las graves consecuencias de este malestar social no pueden descuidarse. Esto pondría en peligro no sólo el respeto mutuo a la vida de los ciudadanos, sino también la paz del país y la seguridad. Es esencial que los líderes políticos respeten y reconozcan lo bueno de la diversidad dentro de la unidad.

La democratización no es sólo mantener elecciones periódicamente, sino que es el compromiso con sus valores principales. Los derechos económicos, sociales y políticos de la gente deberían respetarse son discriminación. No habrá democracia en ausencia de los principios de la libertad, igualdad y fraternidad. Lo que tenemos que aprender de la vecina Kenia es que, cuando los partidos políticos no respetan el voto de la gente, la confrontación puede ser insostenible e incontrolable, desatando una crisis innecesaria. Los partidos políticos y los líderes deben darse cuenta de que los derechos humanos y los valores democráticos deben ser reales y no retóricos. Cuando el fin de sus días llegue, será inevitable que sean depuestos y que se marchen y no deberían dejar tras de sí una bomba de relojería que pueda destruir la vida social del pueblo y la unidad del país.

Neguse Gamma

negussiegamma@yahoo.com

Artículo publicado en Ethiomedia.com, el 14 de enero de 2008.

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