Las razones de ser Afro-pesimistas

3/01/2011 | Opinión

El 26 de julio de 2007, Nicolás Sarkozy, Presidente de la República Francesa había celebrado ante estudiantes, profesores y personalidades políticas un discurso, llamado desde entonces «Discurso de Dakar», que suscitó una viva emoción en el continente africano y el resto del mundo.

Entre las críticas al «Discurso de Dakar» se encontraba el Presidente de Senegal Abdoulaye Wade que lo había considerado «inaceptable». Seguidamente, una serie de publicaciones volvieron a plantear el acontecimiento y se preguntan sobre sus cuestiones.

Pero, concretamente, qué hacen los dirigentes africanos para sacar al continente del atolladero y demostrar que la democracia es accesible a África y que está lejos de ser un lujo para este continente que vivió la esclavitud, la trata de esclavos. Mejor, qué hacen para demostrar al Jefe de Estado francés que los africanos no están fuera de la historia.

De El Cairo a Ciudad del Cabo, de Dakar a Djibouti, la constatación es alarmante. Son raros los países que tienen la suerte de tener hombres de Estado, del temple de Nelson Mandela, que creen en la generación futura. La mayoría de ellos son políticos que no piensan más que en la próxima elección y entrar, cueste lo que cueste, en la historia, lamentablemente por la puerta trasera. Aunque tenga que pagar cientos de millones de francos CFA para recoger las medallas y doctorados honoris causa, mientras que su pueblo se bebe los posos del cáliz.

En caso contrario, ¿cómo comprender que, en el siglo XXI, la República senegalesa se detuviera durante 21 días para hacer apología sobre el hombre negro? En el momento en el que Obama dirigía el Estado más poderoso del mundo: los Estados Unidos de America. Qué es lo que los senegaleses ganan en este siglo XXI; a saber, ¿que África es la cuna de la humanidad y que los primeros egipcios eran negros? ¿Cheikh Anta Diop no lo demostró desde Matusalén? Y luego, imaginemos por un instante que los blancos se reúnen en una capital europea para mostrar sus méritos. Habrían vociferado todos al racismo y la xenofobia. La batalla del hombre negro, si hay batalla, se situaría en otro lugar más que en un Festival mundial de Arte Negro.

Hoy, muchos africanos no toleran a sus propios hermanos africanos. Un nacional de Burkina Faso no es mejor aceptado en Francia que en Costa de Marfil. ¿No es así, Sr. Presidente? En Senegal, el concepto de cateto es una ilustración perfecta. Mejor, si esto no es la estigmatización de determinadas etnias (Pigmeos, Masai, Hutu, Tutsi, Ndiagou etc.), si es su jerarquización (Poular, Wolof, Sereres), que constituyen barreras sabiamente preparadas para mantener una dominación de unos sobre otros. Lo que a menudo conduce a guerras civiles sangrientas. Mientras que la verdadera aristocracia no debería ser de nacimiento. Youssou Ndour como Baaba Maal lo han cantado, en vano.

Echemos ahora un vistazo sobre el continente para ver si verdaderamente es necesario hoy día, organizar un concierto en directo durante 21 días, al coste de 40 millones, para alabar al hombre negro.

¿Dónde está mi Costa de Marfil, mis dos Congos? ¿Qué sucede con mi Níger? ¿Y mi Gambia que está en vías de convertirse en reino, a semejanza de Gabón y de Togo que son ahora monarquías de Bongo y Eyadema? ¿Y Burkina Faso, y de mi gran isla Malgache? ¿Qué decir de Senegal?

En todas partes, es la embriaguez del poder lo que ha dificultado la ascensión de esas naciones. África no ha conocido Hiroshima, aún menos Nagasaki, sin embargo ha vivido peor. Pero, al igual que Japón, se ha beneficiado de varios planes Marshall. Sólo que, contrariamente al país del Sol naciente, en África el principal enemigo del continente son sus propios hijos. Acabado el tiempo en que los «reyes» (Mubarak, Ben Ali, Khadaffi) se eternizaban en el poder, ahora, organizarán la transición instalando una dinastía para ceder el poder a su hijo. Tras Togo y Gabón, esta corriente de una nueva alternancia “dolécratique” (imponer por la fuerza, en wolof) y vergonzosa está pasando a contaminar Egipto con Gamal Mubarak y en Senegal con Karim Wade.

Durante este tiempo, los intelectuales africanos que tenían por objeto llevar la lucha asociándola a la masa, como es costumbre en todas las revoluciones en el Mundo, se aíslan en un silencio ruidoso de billetes de banco. Su partido no es el del desarrollo y el florecimiento de sus países sino más bien el del dinero. Y en Senegal, Wade sabe utilizar estas especies contantes y sonantes. De Marabús a los supuestos intelectuales, Gorgui dispone a su lado los más consistentes maletines para ofrecerle al ex Representante Residente del FMI, Alex Segura, para hincarle el diente. El ha transformado, a la mayoría de ellos, en unos conformistas.

Por ello, algunos tienen razones para ser afro-pesimistas. A menos que…

Abdoulaye THIAM

Publicado en Diario Sur Online. Dakar. El 24/12/2010

Traducido por Luis Fernando Carretero Solana.

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