Las masacres del Congo: ¡Basta ya!

3/11/2008 | Editorial

La situación de conflicto en el este del Congo no es nueva. Durante los años 1998-2003 murieron unos 4 millones de congoleños y la región estuvo invadida por Ruanda, Uganda y Burundi. Desde entonces la situación no ha mejorado mucho a pesar de los múltiples intentos de establecer la paz a través de mesas negociadoras. Se pensó que el acuerdo de paz de principios de este año sería el definitivo, pero los acontecimientos han mostrado que las palabras y las declaraciones de buenas intenciones no son suficientes.

Actualmente, hay 17.000 cascos azules (la misión de la ONU llamada MONUC) y algunos dirigentes están solicitando aumentar su número. La presencia de los cascos azules y su eficacia en el presente conflicto están siendo muy criticadas por la misma población congoleña a la que, se supone, están protegiendo porque dudan de su imparcialidad y juzgan la ineficacia de sus operaciones como falta de voluntad sincera de parar la violencia y acabar con la guerrilla.

Ciertamente la MONUC está bien preparada para enfrentarse con Laurent Nkunda, tutsi congoleño y dirigente de la guerrilla quien, además de ser el causante de tanta violencia, ha sido acusado recientemente de crímenes contra la humanidad y contra quien existe una orden de arresto internacional.
También su jefe de estado mayor, Bosco Ntaganda, está acusado de crímenes contra la humanidad en Ituri, desde 2006 y fue llamado a la Corte Penal Internacional en mayo 2008.

Por otro lado, hay quienes acusan al gobierno de Ruanda, de apoyar a Nkunda. Y, quien dice Ruanda, está indicando a cuantos se benefician – sobre todo los Estados Unidos, el Reino Unido, Bélgica y Holanda – de esta situación caótica de comercio de minerales raros y estratégicos como el coltán, cuyas principales minas se encuentran casualmente en esta zona de conflicto. Si esto fuera así, no es de extrañar la reacción de la población congoleña ante la inoperatividad de la MONUC frente a la guerrilla.

La MONUC tiene que hacer su deber y evaluar críticamente su actuación en el Congo, ya que, no solo la integridad de la ONU está en juego, sino la vida de muchos miles de personas.

Ya son muchos los años de violencia y de muertes arbitrarias. Y ya es hora de que la comunidad internacional reaccione y ponga fin a un conflicto que dura demasiados años, del que nos hemos aprovechado y frente al cual nos hemos quedado ciegos y sordos. Esperemos que estos últimos acontecimientos, tan dramáticos, nos abran los ojos y los oídos y no solo digamos: ¡basta ya! … sino que nos decidamos a eliminarlo definitivamente.

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