LAS ISLAS CHAGOS: “PROBLEMA HUMANO”

9/04/2009 | Editorial

A mediados de los años 60, los EE.UU. buscaban donde establecer una base militar en el Océano Índico para contrarrestar una posible expansión de la Unión Soviética en la zona. Hasta aquí, todo muy “razonable”, considerando el ambiente de Guerra Fría que por aquel entonces reinaba. Pero no todo fue buscar un sitio para una base. Se quería un verdadero asentamiento militar sin tener que preocuparse por las complicaciones logísticas, estratégicas y operacionales que los habitantes del lugar pudiesen causar. Se buscaba un sitio desierto, libre del “problema humano local”.

La primera opción americana fue la isla de Aldabra, al norte de Madagascar, pero no se la consideró adecuada por ser un lugar privilegiado para la cría de las tortugas gigantes, poco comunes. Aldabra se descartó, no porque los militares temieran alterar los hábitos de apareamiento de las tortugas gigantes con sus actividades militares, sino porque los movimientos ecologistas defendieron ruidosamente la causa de las tortugas.

Se pasó, por tanto, al plan B. Se buscó el terreno adecuado y luego se deshicieron de la población; cortésmente, claro está, pues ¡hablamos de un país civilizado!

La alternativa fue las Islas Chagos, que formaban parte de Mauricio, del que se separaron en 1965 (independencia en 1968) convirtiéndose en un Territorio Británico en el Océano Índico, o BIOT. Se envió la población del archipiélago Chagos a Mauricio, por su propio bien, claro está. Con la población fuera, Gran Bretaña estaba preparada para alquilar las islas a los Estados Unidos, ayudándole así a poner un pie en la zona, además de recibir una subvención americana de 11m $ para el submarino nuclear Polaris.

Moraleja: ¡para tener derechos, es mejor, a veces, ser animal que humano! No es la primera vez que la población humana local tiene menos peso que los animales, en especial si estos están en peligro de extinción.

Hacer desaparecer una población no era cosa fácil, así que “la inteligencia” se puso en movimiento y dio con la solución perfecta: ¡negar que hubiese población! Si no hay población autóctona, los que allí vivían eran transeúntes que necesitan ser reubicados en centros más acogedores. Argumento perfecto, sazonado con corrupción, racismo y engaños.

Posiblemente fue la Guerra Fría la que enfrió la coherencia del pensamiento y lo despojó de sus valores éticos y de su lógica humana. Así “lo razonable” se convirtió en fría lógica calculadora que bien poco tiene de racional y menos aún de humana. Sea como fuere, los que tomaron la decisión sobre el futuro de las islas sabían bien que estaban violando los derechos básicos de la población. Por eso lo encubrieron, mintiendo tanto en el parlamento británico como en las Naciones Unidas. Afirmaron que no existía en las islas población permanente, sino solo transeúntes. Pero aún cuando se está “obligado” a mentir, se sabe bien que lo que se hace no es correcto.

Pese a ello, el año pasado el gobierno británico no aceptó la petición de los ex-habitantes de Chagos de poder volver a sus tierras. Dice el proverbio que “No se puede ser juez y parte”. Sabiendo que el alquiler de las islas dura hasta el 2015, y que es probable su renovación, no sorprende que el gobierno de Su Majestad no quiera poner trabas que dificulten el arrendamiento de las islas o le hagan bajar de precio.

Sin embargo, aún quedan esperanzas. El Parlamento Europeo ha reconocido la existencia del pueblo chagosiano y pide una solución a su problema. Esperemos que Europa dé un ejemplo claro de cómo administrar justicia y que la Gran Bretaña tenga la humildad de reconocer sus errores y haga lo posible para reparar el daño causado.

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