Las guerreras mino del reino de Dahomey

2/11/2020 | Crónicas y reportajes

El miedo de los hombres blancos hacia las mujeres viene de lejos, un miedo muchas veces arraigado al hecho de que la mujer pueda crear vida y que, ya los filósofos griegos como Esquilo, Aristóteles o Hipócrates, trataban de restar importancia proclamando que en la tierra como en el Olimpo es el principio masculino el que realmente crea (Beauvoir,2018:215). Por todo ello, no es de extrañar que en el siglo XIX las guerreras del reino de Dahomey fueran apodadas por los colonizadores europeos como amazonas, en referencia al mito griego de una sociedad de mujeres guerreras sin hombres, que mantenían relaciones sexuales con los varones de los pueblos vecinos, simplemente para impregnarse y matar (o, en algunos casos castrar) a cualquier niño varón que les naciera, y que libraron una guerra sistemática contra todos los hombres (Law,1993:245).

Lejos de esta realidad, las guerreras de Dahomey eran denominadas guerreras mino que en su cultura significaba “nuestras madres”. Estas mujeres contribuyeron a expandir el poder militar y geográfico del reino de Dahomey, que originariamente era conocido como el reino de Abomey y su fundación data de principios del siglo XVII (Lombard,1951:71). Abomey se encontraba en el territorio actual de la República de Benín, en el golfo de Guinea. Desde su nacimiento, los diferentes reyes de Dahomey se lanzaron a la conquista de todos los pueblos y reinos de su alrededor, lo que le llevó a ocupar una importante franja del territorio costero y monopolizar el comercio de esclavos, ya que su ingente número de cautivos eran entregados a traficantes de esclavos europeos. De esta asociación con los europeos surge su riqueza y la fama de constar de uno de los ejércitos más temidos de África Occidental (Lombart,1951:73)376px-dahomey_amazon1.jpg

De guardia real a auténtica fuerza de combate

Como se muestra en el documental Au Bénin, Les Fières Amazones Du Dahomey, Tassi Hangbé, fue la única regente mujer que gobernó en los doscientos años de existencia del reino de Dahomey, entre 1708 y 1711. Borrada por la historiografía machista y rescatada gracias a la tradición oral, esta mujer es clave en esta historia, porque fue ella la que fundó el cuerpo de las guerreras mino, además de enseñar a las mujeres otros oficios que eran exclusivamente de hombres. Desde el reinado de Hangbé y hasta el ascenso al trono de Gezo en 1818, cientos de guerreras mino constituían la guardia personal del monarca, hasta que el segundo las empieza a emplear como un verdadero cuerpo de combate, y aunque no se sabe la cifra exacta de cuántas mujeres llegaron a componerlo, por los registros de los colonizadores se piensa que mínimo unas 5000 guerreras (Law, 1993:251). Muchas de estas mujeres eran reclutadas de las niñas hechas esclavas en los pueblos conquistados, aunque también había muchas mujeres de Dahomey.

La guardia personal del rey vivía en el palacio, símbolo viviente del reino. Las soldados de la guardia eran denominadas ahosi (esposas del rey). Dentro de éstas, había un pequeño grupo denominado kposi (esposas leopardo), que gozaban de la máxima confianza del regente, actuaban como sus sirvientas personales y supervisaban todos los aspectos de su vida privada. Subordinadas a ellas había otro grupo de ahosi, que muchas veces eran mantenidas en el palacio hasta ser entregadas en matrimonio a consejeros u otros nobles a los que el rey deseaba favorecer. Junto a todas estas soldados, vivían otras muchas mujeres, algunas de las cuales, las más mayores, tenían las mismas funciones y los mismos títulos que los ministros de fuera. Las kpodjitos (reinas madres) habitaban una sección especial del palacio y representaban a las madres de los reyes del pasado. Tenían grandes séquitos de chicas jóvenes y sirvientes para ayudarles en sus funciones, que eran principalmente honorarias y rituales. Junto al rey y a todas estas mujeres vivían varios eunucos que ejercían funciones policiales dentro del palacio y vigilaba las puertas. (Lombart, 1951:83)royaume_du_danhome_1894.svg.png

Organización en el combate

La constitución de estas mujeres en un verdadero ejército en el siglo XIX dotó al reino de Dahomey de dos fuerzas armadas, por un lado, un ejército permanente de guerreros y guerreras, y por otro, un ejército de reserva de todos los hombres y mujeres adultos capaces de llevar armas. El primero consistía en catorce regimientos de unos ochocientos hombres y tres brigadas de guerreras mino que sumaban un total de tres mil mujeres (Lambert,1951:87). En cuanto a la organización en el combate, el ejército dahomiano se dividía en cuatro secciones, un centro, dos alas, la derecha y la izquierda y una retaguardia separada. El centro era comandado por el propio rey, y las alas derechas e izquierda por el Migan y el Mehu (los dos jefes de mayor rango del reino), sin embargo, estos representaban un papel meramente simbólico, pues el mando operativo lo ejercían el Gau y el Posu adjuntos al Migan y al Mehu (Law, 1993:254).

Cada oficial masculino tenía una contraparte femenina llamada en el idioma dahomiano mino ( madre). Había una Migan femenina (Miganno, o madre de Migan), llamada Gundeme, y una Gau femenina, llamada Khetungan, en el ala derecha y una Gundeme y Akpadume (madre del Mehu y del Posu) en el ala izquierda (Law, 1993:254). Sus uniformes estaban compuestos por túnicas sin mangas, con rayas azules y marrones, que llegaban hasta las rodillas, y pantalones holgados que se sujetaban en la cintura mediante un cinturón de cartucho. Además, las componentes de la guardia del rey se diferenciaban del resto porque portaban una banda de cinta blanca en la frente, bordada con un cocodrilo azul (Lambert, 1951:87).

El ocaso de las guerreras mino

La prohibición del comercio de esclavos en la primera mitad del siglo XIX dio el pistoletazo de salida a los europeos, que se lanzaron a la carrera de la colonización de África. En este contexto, el rey Glele firmó una serie de tratados con Francia (1852, 1868 y 1878), por los que autorizaba la presencia de comerciantes franceses en Dahomey. El último tratado causó varias controversias, ya que fue interpretado de manera diferente por ambas partes. El gobierno francés, tal y como hacía el resto de sus compañeros europeos, comenzó a exceder su control en las zonas en las que se autorizaba su presencia, estableciendo puestos de aduanas, excavando el canal de Cotonú (ciudad portuaria al sur del país) y ocupándolo militarmente. El sucesor de Glele, el rey Béhanzin, consideró las acciones de Francia como una violación a la soberanía del reino de Dahomey y mandó una ofensiva el 4 de marzo de 1890 a Cotonú, que acabó con la firma de un tratado de paz entre Francia y Dahomey. Pero poco duró la paz, ya que en marzo de 1892 las guerreras mino dispararon contra una cañonera francesa, incidente utilizado por el gobierno francés para invadir el reino de Dahomey (Unesco, 2014).

Como explica Théo Atropko en el reportaje de Au Bénin, Les Fières Amazones Du Dahomey, el ataque de Francia con 3.000 expedicionarios descolocó al reino de Dahomey, ya que su ejército estaba acostumbrado a atacar, no a ser atacado. En 1894 el rey Béhanzin fue detenido y Dahomey se convirtió en una posesión francesa, lo que llevó a la disolución de este cuerpo implacable de mujeres guerreras. En la actualidad, es gracias al gran esfuerzo de las mujeres de Benín que se mantiene la memoria de las guerreras mino, legando de generación en generación las canciones, danzas y leyendas sobre este ejército de mujeres que superaron en fiereza, destreza, disciplina y coraje a sus homólogos masculinos.

Irene Ruzafa Martín

Fuente ilustración: Seh-Dong-Hong-Beh-Wikimedia

Fuente mapa: Pymouss-Wikimedia

[Fundación Sur]

Bibliografía:

Otros recursos:


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