Lansana Conté todavía es una amenaza

10/09/2007 | Opinión

“No hay transición, yo soy el líder. El resto son mis subordinados”. En una entrevista reciente en el extranjero, el Presidente Lansana Conté, que ha gobernado Guinea durante los últimos 23 años, aprovechó la oportunidad de demostrar que no ha aprendido la lección de la revuelta popular que sacudió el país a principios de este año.

En diciembre de 2006, el Presidente, desgastado por su enfermedad y su manera solitaria de gobernar y desconectado de los recientes cambios en África y en el resto del mundo, provocó el enfado y la indignación pública de los líderes sindicalistas cuando acudió a la prisión personalmente para liberar a dos amigos suyos, acusados de desfalcar fondos públicos. Entonces proclamó: “La justicia soy yo”.

En enero y febrero la huelga general organizada por los principales sindicatos del país, y apoyada por la sociedad civil y los partidos de la oposición, se convirtió en un reto sin precedentes para el régimen de Conté, cuyo gobierno aristocrático y corrupto había sumergido este país rico en recursos en un estado vergonzoso de decadencia económica y social. Tras la represión violenta de las manifestaciones que se produjeron por todo el país, con el resultado de 137 muertos, el General-Presidente finalmente accedió a la principal petición de los sindicatos y de la muchedumbre, nombrar un Primer Ministro que no estuviera asociado con los abusos del régimen y que fuera el encargado de gobierno y responsable de dirigir un cambio.

Desde su nombramiento como Primer Ministro, el 26 de febrero, el diplomático Lansana Kouyaté ha estado haciendo todo lo que ha podido para responder a las expectativas de los guineanos, que habían mostrado de manera inequívoca su hambre de un cambio radical y su rechazo hacia Conté.

Kouyaté ha viajado por todas las capitales del mundo, buscando donantes de ayuda para volver a encauzar las moribundas finanzas públicas del país y lograr que es estado pueda dar servicios públicos básicos, electricidad, agua corriente y asistencia sanitaria. Esto al menos permitiría a Guinea ponerse al mismo nivel que sus países vecinos, que tienen muchos menos recursos naturales que Guinea, que tiene bauxita, diamantes, hierro, oro, reservas hidroeléctricas y una tierra rica para la agricultura.

Hasta el momento el Primer Ministro ha evitado con diligencia el conflicto con el Presidente Conté, que teóricamente está en el poder sólo hasta el final de esta tercera legislatura, en 2010. Se muestra más que feliz presumiendo de su buena relación con los jefes de Estado. Puede que esta sea la causa por la que Conté perdona las condiciones bajo las cuales nombró a un Primer Ministro que no era su primera opción. En una entrevista reciente, Conté asegura que “Ni los sindicatos, ni ninguna entidad extranjera me ha obligado a nombrar un Primer Ministro. El día que este deje de hacer feliz a mi país, se marchará”.

Conté no parece recordar el acuerdo tripartito en febrero que terminó con la paralización del país y le obligó a delegar poderes esenciales en el Primer Ministro.

Es tentador tomar las palabras del Presidente como las de un líder cuestionado que busca atención desesperadamente, o simplemente como una muestra más del desdén que Conté siente por sus conciudadanos y las 137 personas asesinadas en las revueltas de este año, conocidas como “momentos de malentendido entre el público y el Gobierno”. Esto, sin embargo, sería un grave error. Lansana Conté sigue siendo el comandante supremo de un Ejército que, mientras pide tan contento el pago de sus gratificaciones por disparar balas al aire en el corazón de una ciudad, muestra poca solidaridad con las expectativas de la población civil. La red de negocios que rodea al Presidente aún sigue actuando y mantiene su potencial irritante. Conté todavía es el primer obstáculo para el cambio político genuino que Guinea necesita tan desesperadamente.

Es alentador ver el caluroso recibimiento dado al Primer Ministro Kouyaté en Bruselas, Washington y París, y las promesas de apoyo internacional para las reformas que pretende hacer. Pero estas promesas deben traducirse rápidamente en ayuda concreta, para permitir al Gobierno dar un impacto visible y mantener la buena voluntad inicial. Además, los socios extranjeros deben insistir en que los responsables de las matanzas de enero y febrero sean identificados y llevados ante la justicia. La Comisión de Investigación Guineana, que pretende hacerlo debe tener suficiente financiación y apoyo para trabajar de una manera oportuna e independiente.

Lansana Kouyaté y su Gobierno, por su parte, deben convencer a los guineanos de que se han comprometido a llevar la cabo la reforma política, organizando unas elecciones legislativas transparentes, algo que este país nunca ha visto. La calidad de estas elecciones, previstas para finales de este año como muy pronto, serán claves para determinar si la transición es un verdadero freno al sistema de Conté.

Entonces, un nuevo Parlamento que represente la diversidad política del país y dotado de legitimidad democrática debe iniciar las reformas constitucionales y del sector indispensable de la seguridad, y pavimentar el camino hacia la celebración de unas elecciones presidenciales. No hay razón para que el destino de nueve millones de guineanos se mantenga como rehén durante tres años más por el capricho del Presidente Conté y sus compinches y su determinación a quedarse con la riqueza del país.

Carolyn Norris y Gilles Yabi

De International Crisis Group
Bruselas
04 de Julio de 2007

Carolyn Norris es la directora del Proyecto del Grupo de Crisis Internacional para África del Oeste, en el que Pilles Yabi es uno de los analistas.

Traducido por Rosa Moro, del Departamento África de la Fundación Sur

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