La solidaridad social e institucional se debilita.

5/09/2019 | Editorial

El 31 de agosto nos recuerda cada año, el día internacional de la Solidaridad.

¡Vaya contraste!. Hablamos de solidaridad, cuando seguimos viendo, todos los días, a cientos de refugiados africanos en el Mediterráneo, a la deriva, esperando que algún país europeo les abra las puertas.

Claro que existen miles de personas y de familias, e incluso muchos países, que son capaces de acoger a los inmigrantes y a los refugiados sobre todo cuando buscan desesperadamente sobrevivir.

Sin embargo, muchos gobiernos europeos y occidentales, así como otras instituciones y empresas, no parecen ser capaces de ver, sentir y actuar juntos, ante la emergencia humanitaria de esta magnitud.

Debemos admitir que las instituciones solo delatan los valores o la falta de principios éticos de sus miembros, directivos y de la sociedad.

El actual comportamiento de la UE delata una sociedad europea y unos dirigentes de la UE, que se está deshumanizando de forma preocupante. Cuando una sociedad pierde los valores fundamentales que son humanos y universales, está destruyendo su propia identidad y su contribución a la Humanidad.

Es relevante descubrir al mismo tiempo a los diferentes movimientos sociales y a los líderes que como Desmond Tutu, el papa Francisco, Denis Mukwege y muchos otros profesionales, siguen apostando y trabajando por una mayor integración social, por una mayor justicia y responsabilidad y por el bien común.

La Agenda 2030, con los Objetivos del Desarrollo Sostenible, presenta la mejor propuesta de paz y desarrollo integral, que existe hoy para toda la Humanidad.
Nuestro compromiso para potenciar alguno de estos 17 Objetivos, no es algo optativo sino necesario, urgente e imprescindible.

Nuestra fe debe hacer justicia y solidaridad. El cristiano está en la política y en la economía, cuidando la dignidad de las personas marginadas, pero no en la política “partidista”, que divide la sociedad y olvida el bien común.

“El hecho es que no estamos preparados para utilizar el poder con acierto, porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores y conciencia”. (Laudato Si, nº.105)

Disponemos de recursos y medios, pero podemos sostener que nos falta una ética sólida, un cultura solidaria y una espiritualidad que nos capaciten para cuidarnos de los demás. Necesitamos potenciar una educación ética de valores humanos y universales.

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