La sociedad africana se debate entre su identidad y la influencia externa.

23/05/2016 | Editorial

El próximo día 25 de Mayo es el “DÍA DE ÁFRICA”. Todos los Embajadores Africanos en España, junto con otras personalidades africanas y Asociaciones que estamos comprometidas con los pueblos africanos, nos reuniremos en el Pabellón de los Jardines de Cecilio Rodríguez, Parque del Retiro, para recordar y celebrar África, así como la imprescindible contribución del Continente africano al mundo global.

El pasado, el presente y el futuro de la humanidad, dependen de África. Todos los continentes sueñan con África y están invadiendo África en busca de sus ricos recursos.África, en las seis últimas décadas, se convirtió en un verdadero laboratorio de experiencias de desarrollo, elaboradas por expertos internacionales y por los propios africanos.

“Los resultados han sido insignificantes, por la combinación de varios factores internos y externos y fundamentalmente, por excluir la idiosincrasia de los pueblos, sus creencias y sus tradiciones, tanto en su concepción como en su ejecución, y por descuidar el desarrollo humano”, dice Mbuyi Kabunda.

He visto muchas multinacionales españolas y de otros países, tanto en los ámbitos de la construcción (Dragados), como de la agricultura o la industria, que no alcanzaban las cuotas de beneficios esperados. Algunas abandonaron África a los pocos años.

Una de las razones más importantes de su “fracaso”, es su escaso conocimiento de las culturas locales, sus lenguas y sus formas de relacionarse.

La conclusión de algunos multinacionales era que a los africanos no les interesaba la tecnología y el desarrollo económico. La realidad es que los africanos quieren, están consiguiendo y necesitan la tecnología y la ciencia, pero la quieren aplicar a su manera, y según su identidad africana.

El desarrollo tecnológico e industrial está afectando profundamente las formas tradicionales de la vida entre los pueblos africanos. Su gran reto será, saber elegir e integrar la tecnología en su identidad africana. Esto solo podrán realizarlo los propios pueblos africanos.

África es rica en recursos naturales, pero está habitada por gente empobrecida. Todas las propuestas llevadas a cabo hasta la actualidad no han hecho más que agrabar la pobreza, porque estaban definidos y planificados según los criterios de desarrollo de occidente. Se ha impuesto un modelo económico occidental, centrado en un mayor beneficio comercial y no en el bienestar de la sociedad.

Según el FMI, África es hoy la región con la tasa de crecimiento más alta del mundo, llegando al 6.1%. Hoy todo el mundo se interesa por África. Está surgiendo una clase media integrada por unos 300 millones de personas.

El problema es que cuanto más se habla de la tasa de crecimiento en África, más aumenta la pobreza y el paro. Estamos pues ante un crecimiento sin desarrollo. Incluso el impulso actual de países como Angola, Nigeria es engañoso porque aumenta la desigualdad, y porque no promueve un desarrollo humano integral.

Según los neoliberales, las dinámicas de crecimiento son la base de un futuro desarrollo. Sin embargo para los críticos del neoliberalismo, se trata de un crecimiento frágil porque no consigue la mejora de la calidad de vida de cada persona. Además este tipo de crecimiento depende del precio de las materias primas, en particular del petróleo y los minerales. No hay pues diversificación de las economías, ni mejora para la mayoría. Además destruye el medio ambiente.

El crecimiento económico se distingue del desarrollo integral. Este supone la mejora del bienestar individual y colectivo, el aumento de la esperanza de vida y la alfabetización, junto a la eliminación de la injusticia social y la provisión de servicios sociales. El crecimiento económico es necesario pero no suficiente.

El verdadero desarrollo es el que coloca al ser humano y al bien común en el centro de su proyecto y es respetuoso con el medioambiente, según la Doctrina Social de la Iglesia.

Las condiciones climáticas, algunos conflictos armados, junto a las bajas inversiones de los gobiernos africanos en el sector primario, han afectado de manera negativa al crecimiento de la agricultura en África. La dependencia alimentaria es una de las graves consecuencias.

La agricultura africana se enfrenta a un serio problema de modernización y de mejora de la producción. Debería respetar siempre la agricultura familiar.

Según el BM, tan solo en 2010, se “vendieron” 41 millones de hectáreas a multinacionales extranjeras para conseguir divisas. Con la excusa de la agricultura industrial se expulsa a millones de campesinos de sus tierras.

El caso más indignante es el de Etiopia donde, a pesar de las hambrunas que padece el país, el gobierno ha procedido a la venta y alquiler de unos 3.6 millones de hectáreas. No es extraño que luego lleguen las hambrunas.
Malaui es uno de los países que mediante la revolución agrícola, ha pasado de importador a exportador de alimentos.

África importa hoy alientos por unos 35.000 millones de dólares, alimentos que pueden producirse localmente.

Es necesario apostar por un modelo económico contrario al actual, es decir, uno basado en el desarrollo humano y no en la sociedad de consumo y la acumulación de las riquezas.

África cometió el error de apostar por la ayuda al desarrollo y las economías basadas en la materia primas. La ayuda impide a los países africanos reformarse y desarrollarse. ¿De qué sirven las ayudas tecnológicas si al mismo tiempo se asfixia económicamente estos pueblos con políticas macroeconómicas, comerciales, egoístas y explotadoras?.

Ante el fracaso de los modelos importados o impuestos desde el exterior, se impone un modelo de desarrollo de inspiración cultural endógena africana. Se trata de realizar una síntesis equilibrada entre los elementos importados y los elementos tradicionales.

El verdadero desarrollo es el que ataca las desigualdades e injusticias sociales y materiales generadas por las políticas neoliberales. África ha de seguir su propia vía para conseguir seguridad alimentaria y un crecimiento duradero e incluyente.

Se necesita una industrialización y agricultura, «Integrada en África», aunque se necesitan infraestructuras para transformar sus propias materias primas, incluyendo las capacidades energéticas.

El sistema y tecnologías de crecimiento económico han sido impuestos por Occidente a los pueblos africanos, hasta este momento, para empobrecer y explotar África.

Confiamos que a través de los crecientes movimientos sociales, que operan ya en 34 países africanos, los países del Continente se levanten para exigir el protagonismo en la integración de nuevos modelos de desarrollo integral y sostenible, desde su propia identidad africana.

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