La revolución de África negra no tendrá lugar en las calles

25/02/2011 | Opinión

Todo empezó el 17 de diciembre de 2010. Un estudiante tunecino, Mohamed Bouazizi, que no podía encontrar empleo y se las arreglaba vendiendo verduras en las calles de su ciudad Sidi Bouzid, se roció de petróleo y se prendió fuego en señal de protesta después de que unos oficiales de la policía le impidieran vender verduras en la calle y le confiscaran el carro. Fue trasladado inmediatamente al hospital.

El suicidio de Bouazizi desencadenó las protestas por la falta de empleo en la ciudad, una de las regiones más pobres del país.

Más tarde, el 4 de enero de este año, Bouazizi murió en el hospital. Cientos de estudiantes salieron a las calles esa mañana en solidaridad con la juventud de Sidi Bouzid.

Después las protestas se extendieron por todo el país. Diez días después, el dictador de Túnez, el presidente Zine al Ábidine Ben Ali, se retiraba en pleno estado de emergencia declarado por las protestas en la capital de Túnez y otras ciudades.

Hacia la hora de la cena el 14 de enero, Ben Ali no tenía empleo. Había huido al exilio a Arabia Saudí.

Unos días después de que Ben Ali se exiliara, las protestas se empezaron a escuchar en Egipto.

Un hombre joven se roció de gasolina en pleno centro de El Cairo y encendió una cerilla. Se le consiguió apagar el fuego y se le llevó inmediatamente al hospital en estado crítico.

En Mauritania, otro joven se prendió fuego de la misma manera que Bouazizi como protesta contra el gobierno. Y en Argelia, cuatro jóvenes también se auto-inmolaron.

Parecía que la revolución se estaba extendiendo hacia el sur de África. No lo hizo.

En su lugar, se dirigió otra vez hacia el norte y se asentó en Egipto, donde en cuestión de una semana, el hombre fuerte del país, Hosni Mubarak, estaba resistiendo desesperadamente a las presiones para que se retirara, prometiendo que no se volvería a presentar como candidato en las elecciones de septiembre e intentando sobornar a los protestantes con concesiones poco entusiastas.

En vez de extenderse hacia el sur, los temblores de la “Revuelta del Nilo”, así fue como la llamó el canal televisivo Al Jazeera, se extendió hacia Oriente Medio, lejos del continente africano.

En Jordania, un nervioso rey Abdullah se apresuró en despedir a su gobierno para designar otro nuevo, al que encargó mejorar las condiciones económicas.

Un poco más cerca, pero también fuera de África, en Yemen, el presidente Abdullah Saleh, que ha permanecido en el poder tanto tiempo como Mubarak en Egipto, intentó pacificar a miles de protestantes, que expresaban su solidaridad con los egipcios, anunciando que no se presentaría a las elecciones en 2013, e instó al gobierno a que tomara medidas contra el desempleo y ordenó que se ampliara la cobertura de la seguridad social.

Por lo tanto, ¿deberíamos esperar que la revolución se extienda hacia África subsahariana? La respuesta es “Si” y “No”.

Las protestas se deben principalmente a la alta tasa de desempleo en jóvenes que hay, las pésimas condiciones económicas, la corrupción y la represión en general.

Túnez y Egipto están ambos fuertemente afectados por estos problemas. El porcentaje de desempleo es más o menos el mismo en ambos países, el 41%.

Sin embargo, en el África negra también existen estos problemas y a un nivel mucho más grave.

Por lo general se cree que Internet, especialmente las redes sociales como Twitter o Facebook, fueron las herramientas que permitieron a los jóvenes tunecinos y egipcios, donde la actividad política está restringida, organizar las protestas. Egipto y Túnez se sitúan entre los diez países africanos que más utilizan Internet.

Según datos de junio del año pasado, Egipto tenía 10.060.000 usuarios regulares de Internet, y Túnez estaba en el séptimo lugar con 3.600.000.

Esto podría sugerir que una vez que tienes un gobierno corrupto, una tasa de desempleo juvenil rondando o superior al 40 %, un alto nivel de uso de Internet y cierto nivel de represión, entonces tienes los ingredientes que hay que tener para una rebelión como la de Egipto y Túnez.

Si esto es así, las revueltas en el resto de África hace tiempo que deberían haber ocurrido.

Pongamos como ejemplo Nigeria. El pasado mes de junio, tenía el mayor número de usuarios de Internet de África: 43.982.200. Es corrupta y su tasa de desempleo juvenil hace que Egipto parezca un paraíso. Se calcula que está en torno al 60 o 70%.

En Kenia, donde la semana pasada la Comisión de Comunicación hizo públicos unos datos, que reflejaban que el número de usuarios de Internet se había disparado hasta los 8.689.304, por lo que Kenia se situaba en el cuarto país africano con más usuarios de Internet. Tiene una tasa de desempleo oficial de un 65%.

Uganda, que ocupa el octavo lugar en cuanto a usuarios de Internet en África, una sola posición más baja que Túnez, tiene una de las tasas de desempleo juvenil más altas del mundo para ser un país que no está en Guerra. ¡Ronda el 80%!

Esta ha sido una selección al azar. Se puede observar claramente que África subsahariana cuenta con las condiciones para que se produzcan revoluciones en masa.

Sin embargo, aunque tengan las condiciones suficientes, existen grandes diferencias entre el África del norte y el África subsahariana.

Para empezar, países como Egipto y Túnez son bastante homogéneos.

Tienen una “tribu”, por decirlo de algún modo. Los árabes son abrumadora mayoría. Además, de media, el 90% de la población es musulmana.

En la mayor parte del resto de África, excepto en algunos países, por lo general pequeños como Ruanda, Burundi, Botsuana y Somalia, las diferencias son abismales.

La mayoría de los países del resto de África tienen de media entre veinte y sesenta grupos étnicos, y están casi equitativamente divididos entre católicos, protestantes, musulmanes y tradicionalistas.

En Egipto y Túnez, Facebook y Twitter, que son instrumentos de homogenización, pudieron formar una comunidad rápidamente porque tenían pocas diferencias culturales que superar.

En Segundo lugar, en África estos movimientos son extremadamente susceptibles a ser controlados debido a su diversidad interna.

En Uganda, por ejemplo, en los últimos años todas las protestas de los estudiantes (y en realidad también de los profesores) han quedado en nada debido a que el gobierno ha logrado dividirlos por razones étnico-políticas.

Lo que esto ha provocado a largo plazo es que las elecciones estudiantiles en la Universidad de Makarere, al igual que las que se están celebrando estos días en la Universidad de Nairobi, se están disputando en base a diferencias regionales.

La tribu/partido del presidente apoyará al candidato y el resto se confabulará en contra de él.

O los católicos votarán en contra del candidato protestante. Este proceso refleja la situación de la mayoría de las elecciones en África.

En los países árabes, es muy difícil jugar esa baza etno-política, ya que en la mayoría de los casos no es posible.

Pero el tribalismo y el chovinismo religioso no funcionan en el vacío.

De hecho, son producto de un problema más profundo, que tiene que ver con la manera en que se han desarrollado la mayoría de los estados africanos post coloniales.

Después de todas las expectativas que se crearon tras la Independencia, hubo un gran aumento de la educación para los “nativos”, lo cual trajo una oleada de personas educadas al Mercado de trabajo.

Los líderes africanos no lograron expandir sus economías lo suficientemente rápido como para satisfacer la demanda de oportunidades.

Y además, una explosión demográfica dio lugar a muchas nuevas bocas que había que alimentar. ¿El resultado? Una crisis de suministro.

Simplemente no había el suficiente trabajo o las suficientes oportunidades para todos.

Los líderes tuvieron que tomar duras decisiones con respecto a la distribución. La mayoría de ellos eligieron el camino que más lealtad les reportaría: distribuyeron los bienes a las tribus.

Así, mientras que la lucha por la Independencia estuvo generalmente liderada por movimientos nacionalistas, después de la Independencia desaparecieron, y muchos africanos buscaron el apoyo de sus tribus porque era la mejor manera de garantizar que se les suministrasen bienes públicos.

Debido a que no todo el mundo en u tribu saldría a las calles para permitirte lograr los casi dos millones de personas que invadieron la plaza Tahrir, en África es más común rebelarse en estructuras en las que podamos utilizar las nueva tecnologías, que nos permiten superar los límites impuestos por el pequeño número de miembros de nuestra tribu.

De hecho, si un pequeño grupo muy unido pueda ser una ventaja, esa formación hace guerra de guerrillas.

Si todos los Tigrinya en Etiopía hubieran salido a las calles a protestar por la dictadura militar de Mengistu, Meles Zenawi no sería primer ministro, y ni siquiera estaría vivo.

Pero un pequeño grupo disciplinado tomó las áridas colinas y obtuvo una decisiva victoria militar en 1991.

Así que, aunque el resto de los países de África cuenten con mayor cantidad de las condiciones para rebelarse de los tunecinos y egipcios, éstas no tendrán lugar en las calles.

Es más probable que se expresen como una rebelión armada, o como una limpieza étnica menor, tal y como vimos en Kenia después de las disputadas elecciones de diciembre de 2007.

Varios observadores han declarado que las protestas de Túnez y Egipto tendrán un efecto en manifestaciones, como en la década de los 90, cuando muchos dictadores africanos fueron derrocados, uno tras otro, después de que la Unión Soviética se desmoronara y cayera el muro de Berlín.

Este es un tema muy discutible. La situación global hoy en día es muy diferente a la de entonces. Después de que la Unión Soviética desapareciera, estos hombres Fuertes del Tercer Mundo quedaron al descubierto.

Si Estados Unidos decidía que debían retirarse, no tenían a ninguna otra superpotencia que les apoyara.

CHARLES ONYANGO-OBBO

The East African, Kenya. Publicado el 14 de febrero de 2011.

Traducido por Alicia Roca Canales, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción/Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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