La religión es fuente de poder y requiere la vigilancia de la sociedad

3/06/2019 | Editorial

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La religión, como la política y la economía, y cualquier organización humana, ya sea cultural, deportiva, lúdica, o educativa, requiere la vigilancia y colaboración de la sociedad, para evitar los diversos tipos de abusos de poder y de recursos, a costa de las personas más vulnerables.

La historia nos muestra claramente que donde quiera que exista una excesiva concentración del poder, sea político, familiar, económico, cultural o religioso, también existen abusos de todo tipo, desde el abuso verbal, hasta los más vergonzosos y repugnantes abusos criminales de las personas menores y vulnerables.

No existe ninguna cultura, ni país o continente del globo, donde no se pueda constatar esta conducta injusta y abuso del poder en algunos casos concretos.

“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, decía el escritor John Acton. Esta constatación puede parecer excesiva para algunos, pero al menos podremos estar de acuerdo en que el poder absoluto tiende a corromper a la mayoría de los humanos, con la excepción singular de algunos líderes realmente íntegros, como Nelson Mandela, Gandi, Nyerere, Desmond Tutu, Papa Francisco, etc.

A través de la historia, podemos constatar también los abusos de poder en las diferentes religiones, instituciones humanitarias y asociaciones piadosas, no de forma general y universal, pero si en algunos líderes concretos y momentos históricos precisos.

Al mismo tiempo, vemos la inmensa contribución de la fe, a la paz y progreso de los pueblos, como lo muestra la fiesta de los Mártires de Uganda, cada 3 de junio. Esta celebración reúne a más de dos millones de personas en Namugongo, procedentes de varios países, culturas y religiones de África oriental.

Creo en la observación del Papa Francisco en su Carta sobre el “Cuidado de la Casa Común”: El hecho es que el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto, porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia”. Nº.105

“El problema fundamental es otro más profundo todavía: el modo como la humanidad de hecho ha asumido la tecnología y su desarrollo, como un paradigma homogéneo y unidimensional… El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política, en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano”. Nº.106-9

El ser humano es más complejo y completo que su dimensión tecnológica y científica, aunque esta sea indispensable y de suma relevancia para mejorar la calidad de la vida humana.

Existen muchas otras dimensiones y capacidades propias y dignas del ser humano, que deben ser desarrolladas en armonía e integración, como son: las capacidades intelectuales, culturales, relacionales, físicas, deportivas, artísticas, emocionales, sexuales, solidarias, éticas y espirituales.

La fe y la ciencia, bien entendidas, no son antagónicas sino que se complementan mutuamente. Algunas personas como Eduardo Punset han dicho, que: “cuanto más grande es la ciencia, más pequeño es Dios”, lo cual significa que “¡más pequeña es su idea de Dios!”.

Cuando olvidamos o atrofiamos ciertas dimensiones de la persona, estamos mutilando el ser humano en su pleno desarrollo y felicidad.

Si cada persona no llega a ser plenamente humana, la sociedad no podrá conseguir la armonía y el bienestar que desea alcanzar.

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