La primera vez…, por Rafael Muñoz Abad

19/09/2016 | Bitácora africana

Invitado a un cumple de niños posh del Náutico donde todo era muy popis y la gente contaba sus románticas escapadas a Paris y Venecia, me percaté que nunca he estado en ningún sitio “limpio” y preferí cerrar el pico. Aprovechando el periodo vacacional, vamos a proponer y desaconsejar algunas escapadas africanas pero ya de entrada les recomiendo Senegal. Mucho que ver a un precio razonable. ¿Y Gambia o Marrakech, me suelen replicar?; ¿y Cabo Verde? Gambia es un [caro] invento del marketing al que le han añadido animales fuera de lugar aprovechándose de la imagen infantil y cocinada al fuego lento de Disney que la gente tiene del continente. Como sé que nunca seré cónsul en Banjul, me voy a despachar a gusto a disgusto de mi amigo Carlos, habitual de Banjul the arrabal. Cuando veo anuncios de Gambia prometiendo jirafas y leopardos me da la risa cual enfado refinado. Cabo verde sí, pero no es barato en absoluto. En destinos africanos, el equilibrio entre cartera y lo que realmente puedes o esperabas ver es complejo, pudiendo resultar en una experiencia cara y decepcionante.

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Insisto, vayan a Senegal; hay vuelos desde Canarias y Dakar es una ciudad segura y a la vez caótica llena de gente amable y despreocupada donde cada esquina es un regalo a la vista. Un relajado crisol [cultural] donde sumergirse en sus bulliciosos mercados hará que te olvides de todo y, después, está la visita obligada a la Isla de Goree. Antiguo embarcadero de esclavos para Yndias que hoy da refugio a un caserío multicolor donde se reúnen muchos artesanos y artistas locales. Dakar es sin duda, en mi modesta opinión, la más recomendable visita para aquellos que busquen una primera experiencia africana real.

Marrakech es otra Africa distinta; ya no sólo en lo cultural si no también en lo orográfico. Más “estresante” con el hándicap de las limitaciones que el morerío ofrece. Una semana en plan todo incluido en un resort de Marruecos o D´jerba, Túnez, no es Africa ni de cerca. Se trata de viajar como lo hace la gente de a pie y compartir sus incomodidades en forma de transporte, comida y promiscuidad horaria; en una palabra, improvisar. Mohammed se disfraza de sultán para los turistas de extrarradio y a la vez es guía de dromedarios en las dunas adyacentes al hotel; contándole, novelescamente, a dos pedorras con mechas de Madrid que allí están de “vacas” ósea, que una vez vio un león del Atlas – extinguidos desde 1910 – en la zona…Todo sea por si la batallita del Rey León y el turbante de Sultán del Ténéré, le mete en el zurrón a Mamen o a Paloma; o a las dos. Insisto, vayan a Senegal y salgan a la calle a perderse.

Con Gambia pasa algo similar. El país es poco más que el rio que le da nombre y quince millas hacia el norte y otras tantas hacia el sur. Un pantanal lleno de moscos del tamaño de un gorrión donde los vuelos de Monarch traen a rollizas señoras británicas en busca del amor de ébano. Un paraíso sexual para las señoras british de edad Punto Roma. La Cuba de los ingleses vamos. Un aborto colonial con una precaria infraestructura turística a precio de Sheraton. Artificialmente inglesa, una antipática y angosta franja de tierra encajada en la francofonía senegalesa con demasiado islam encubierto.

Después están los grandes saltos a Kenya, Namibia o Sudáfrica; donde todo es visualmente orgásmico pero ya se requiere de más tiempo y dinero. Destinos para ver animales los que quieras y más. También es popular la opción de la “extraña” Africa insular del índico donde Mauricio o Seychelles recogen más Asia y curry que africanidad. Caras escapadas de sol y playa que esconden mucho más en su interior criollo y frondosas colinas tapizadas en té y caña de azúcar. Y fuera de carta y por experiencia propia, les propongo algo de chiflados; agarren un vuelo desde Las Palmas a Nouadhibou, Mauritania, y crucen el Sahara en una vagoneta del Tren de hierro. Una boa de dos kilómetros de carretillas que se interna al Sahel cuyo billete es gratis y te hará dormir en una zarandeante suite metálica bajo mil estrellas que no hay hotel que las tenga en su carta. Y para saciar la curiosidad de quien realmente me conoce, fui obligado a aquel evento del Náutico.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

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@Springbok1973

Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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