La práctica de la violencia en política: el caso de África

11/01/2012 | Opinión

La violencia en política es una noción que se usa en las ciencias sociales y políticas. Se trata de un concepto que remite a brutalidades, a atrocidades, a agresiones físicas graves a las personas, ocasionadas intencionadamente y cuyo fin, elección de victimas, ejecución y o bien cuyo resultado tiene una transcendencia específicamente política tendiendo a modificar por medio de la crueldad, la conducta de los competidores en la escena política o a imponer la voluntad de una minoría a la mayoría.

En lo que concierne el continente africano, África bajo la colonización y África pos-colonial sigue siendo una zona geopolítica en la que las violencias políticas son todavía múltiples y perennes cualquiera que sea la naturaleza de los regímenes del momento.

Hay plétora de dictaduras despiadadas en África en las que la violencia política cotidiana como modo de gobernanza es incontestable.

Dicho esto, con el fin de no exponerme a omisiones (involuntarias) o a desconocimiento (inmotivado) y a fin de cortar por mi parte todo desvarío, no mencionare el nombre de ningún país de África aunque el deseo me invade con fuerza…

La violencia política estuvo presente y fue practicada en África bajo la colonización antes pues de la accesión de casi todos los países de África a la soberanía nacional y está presente por supuesto en diferentes grados, bajo los regímenes de la pos-colonización. No era raro que en los países de África recientemente independientes, las pasiones políticas del país que acababa de liberarse del yugo colonial se orientaran hacia la rebelión y la violencia. Conviene señalar que en esas circunstancias, el sistema de dominación partidario alrededor de un líder político fuerte, en los años que siguieron inmediatamente a la independencia ha sido seguido generalmente de una fase de crisis políticas sucesivas caracterizadas por altercados partidarios extremamente violentos.

Las violencias unidas al ejercicio del poder político son abundantes en África; a ellas se agregan las numerosas e inauditas violencias militares y policíacas, contra los opositores políticos o contra la sociedad civil. Estas violencias casi ordinarias dejan a individuos a encarcelamientos arbitrarios, a interrogatorios en los que se practica la tortura así como a ejecuciones sumarias. No es raro que en ciertos países de África, el descubrimiento de osarios corrobore la sospecha de asesinatos masivos obra de esbirros del poder o de mercenarios extranjeros (…).

La represión de las manifestaciones callejeras constituye la regla, cualquiera que sea su motivo y aunque este fuera legitimo. La desaparición de personas hunde en el dolor a familias innumerables. También, la inclinación a las practicas inmorales llevando a la codicia y captación de esposas ajenas (constituyen ofensas a la vida privada) son una práctica extremamente violenta de humillación política muy apreciada por la élite de los poderes autocráticos en África (…)

Existen también otras formas de violencias políticas, más larvadas y discretas: prohibición de la libertad de expresión, privaciones económicas, acoso moral, prohibición de viajar, el no expedir el titulo de viaje, propagación de calumnias, tentativas de disolución de formaciones políticas. Estas violencias se ejercen menos directamente, pero se practican también con el fin de limitar el campo de acción de la oposición política.

Todos los países de África en los que la práctica de violencias políticas es corriente, no forman un bloque uniforme. África se compone de estados de dimensiones diferentes fruto de una fantasiosa decepciona colonial: pequeños Estados y grandes Estados. Además, todos los países de África no han accedido a la independencia en las mismas condiciones y al mismo tiempo.
África no forma pues un bloque histórico homogéneo. Hay un África llamada francófona, un África anglófona, otra llamada hispánica, un África lusófona y una magrebí. Los diferentes Estados, que componen el continente africano, han accedido a la independencia siguiendo procesos diferentes, tanto en el tiempo como en la forma. La parte de las herencias coloniales es pues diferente de un Estado a otro.

Después de la Segunda guerra mundial, África fue sometida a semejanza del resto del mundo, a las nuevas realidades nacidas del conflicto.

Correlativamente África vivirá las consecuencias de la guerra fría.

El fin del bloque comunista entre 1989 y 1991, desestabilizó muchos regímenes autoritarios en el continente africano con la celebración en muchos países de conferencias calificadas nacionales y soberanas… una especie (de derivativo, de desfogue y de arreglo de cuentas, acompañado de toma de decisiones con carácter ejecutorio) retransmitido en directo por televisión.

En definitiva, si después de las conferencias nacionales soberanas, algunos hombres aquí o allá han cambiado a la cabeza de los Estados y una ventana de libertad se ha entre abierto, las practicas, en sí, ¡han cambiado poco!

Por lo demás, hay una circunstancia agravante bajo los regímenes autocráticos. A la violencia repetitiva como modo de gobierno, se añaden predaciones económicas en la cúspide del Estado, con una impresión de privación absoluta de beneficio de algunos y en detrimento del interés general; el resultado es anarquía y corrupción. Estas violencias políticas regularmente denunciadas por la sociedad civil y los organismos internacionales con vocación a la financiación del desarrollo, caracterizan perfectamente el sistema político de tal o tal otro país africano (…).

Por otra parte, las violencias políticas son también la expresión, de la instrumentalización de etnias, mantenidas y exacerbadas con fines dudosos.

Así, la vida política en muchos países de África, desde 1958 está determinada por una ubicuidad de la violencia, aunque hoy haya más o menos una “disminución”. La violencia política en África aparece en sentido estricto en todos los niveles del ejercicio del poder civil y de la autoridad militar; en este caso se trata claramente de una cultura política.

Las opiniones públicas africanas sufren de lleno estas violencias políticas. Las consideraciones económicas intervienen en este caso de manera evidente en las actitudes colectivas. En efecto, las situaciones económicas individuales, muy difíciles para la mayoría, condicionan su atonía y su lasitud. Los componentes de la opinión pública buscan mas sobrevivir que cuestionar el régimen y su sistema. En la mayor parte de los casos en los que la opinión pública se compromete por una vía de polémica, !lo hace por despecho!

La opinión pública sin embargo reacciona por pulsiones, asimilables a rebeliones del hambre, que aparecen como actos políticos. En definitiva las poblaciones sufren y experimentas la violencia política.

Por otra parte, la comunicación política entre la cúspide del Estado y el pueblo, sobre cuestiones económicas y de sociedad, pasa por la violencia política. (Ver las protestas ligadas con el aumento de coste de tal o tal producto de primera necesidad y la extrema violencia con que el Estado responde).

En consecuencia, es inexacto considerar que las opiniones públicas africanas son pasivas frente a las violencias políticas ejercidas contra ellas. La muchedumbre reacciona de la misma manera que sufre la violencia, con una reacción colectiva incontrolada que se transforma en destrozos.

En conclusión, es tentador afirmar que en África la violencia es omnipresente y está arraigada; lo fue bajo el régimen de la colonización, y lo es en la era de conmemoración del cincuentenario de las independencias, como modo de gobierno cotidiano en un cierto número de países. Actúa como un reflejo político, no solamente por parte de los actores políticos, sino también en las opiniones. Esta arraigada en la vida pública, como una cultura política de lo cotidiano.

El porcentaje de alfabetización global de las poblaciones siendo muy mediano y las carencias en materia de cultura política de los líderes políticos africanos, evidentes, este conjunto contribuye al carácter perenne de las violencias políticas en África.

Armand ADOTEVI

Le Togolais, enero 2011.

Traducido para Fundación Sur por Inmaculada Estremera mnsda.

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