La pesadilla de Conrad. La presa más grande del mundo y el corazón de las tinieblas del desarrollo

24/02/2012 | Opinión

Anders Lustgarten, Counter Balance

Autor: Anders Lustgarten, Counter Balance

Contacto: anders@bankwatch.org

Resumen/Traducción al español de la versión francesa: Ramón Arozarena.

Presentación

La presa INGA, en RDC es descrita como “el padre de todos los elefantes blancos”. A finales de 2009, Anders Lustgarten visitó el Bajo Congo para interesarse sobre este padre de todos los elefantes blancos. En este dossier se presenta de manera condensada lo que vio.

En la medida en que las cosas no se mueven nada deprisa en la RDC, el relato, aunque data de hace unos años, sigue siendo pertinente. El cambio más importante acaecido desde entonces ha sido la condonación de la deuda por valor de 12 mil millones de dólares, en julio de 2010; lo que no quiere decir, ni mucho menos que la RDC no siga teniendo deudas. Los IFI, Banco Mundial a la cabeza, juegan un protagonismo importante en este dossier, no solo por sus aportaciones financieras sino también porque emiten señales hacia los invasores privados, que son los que in fine deben protagonizar el proyecto.

El proyecto del Gran Inga concierne ante todo suministro de energía, de importancia a la vez vital y geopolítica. Se sabe que representa en su conjunto dos veces la capacidad de la presa de las Tres Gargantas en China y que existen planes de exportación al resto de África e incluso a Europa, donde crece el consumo y se teme por la seguridad en el aprovisionamiento energético. La política extranjera y de seguridad de la UE está estrechamente ligada a reforzar y garantizar el mercado de la energía; esto es, lograr que Europa no se encuentre frente a penurias en este terreno. Para ello se impulsan proyectos, como el de Inga, revestidos a menudo con objetivos muy loables de “desarrollo” y erradicación de la pobreza. Así, por ejemplo, según el Banco Mundial, este proyecto podría suministrar energía a 500 de los 900 millones de africanos. La cuestión reside en saber si la población local se beneficiará de semejante proyecto; el autor del este informe emite serias dudas al respecto.

Este proyecto se podría comparar también, o más bien, al monstruo del Lago Ness, ya que los planes remontan regularmente a la superficie. Desde hace un tiempo los planes comienzan a tomar forma más seria y el Banco Mundial e inversores potenciales se han reunido. El objetivo sería abastecer de electricidad al 60% de la población congoleña, frente al 7% actual, de aquí a 2025. La verdad es que nadie sabe si el Gran Inga verá la luz un día. Se habla de inversiones de 100 mil millones de dólares; resulta muy atractivo, pero queda por saber si el congoleño medio se aprovechará de semejante inversión.

Es posible que algunas afirmaciones del autor choquen o provoquen reservas, pero plantea numerosas preguntas muy pertinentes. Esperamos que la publicación permita iniciar un debate más amplio sobre el sentido o sinsentido del este proyecto.

CNCD-11.11.11 – Belgique

11.11.11- Coalition du mouvement Nord-Sud en Flandres- Belgique

CADTM – Belgique

Les Amis de la Terre – France

CounterBalance

Introducción

Esto no es un “informe de misión” ni un análisis de un proyecto. Es la historia de lo que podría convertirse en la presa más grande del mundo (80.000 millones de $ de inversión y producción de 40.000 megavatios (MW) en la RDC. Es también la historia de las excentricidades que rodean al proyecto (6.000 km de líneas eléctricas a través de selvas tropicales, del desierto del Sahara, de Egipto…) para llevar la electricidad no a las poblaciones pobres africanas sino a los ricos consumidores europeos. Es por fin el relato de un extraño complot.

Pero la historia reviste otra faceta: la de la retórica y justificación: si la presa del Gran Inga es construida por un conglomerado de empresas occidentales, será pagada no sólo con el endeudamiento de los países pobres sino igualmente por medio de los contribuyentes occidentales. Bajo el paraguas del “desarrollo”, instituciones financiadas con fondos públicos como el Banco Mundial (BM) o el Banco Europeo de Inversiones (BEC) inyectan cada año miles de millones en proyectos pretendidamente destinados a impulsar el crecimiento económico y a reducir la pobreza en el Sur. Es lo que está sucediendo el en Gran Inga. La mayoría de estas inversiones contribuye a mantener a los países pobres en su función de suministradores de materias primas baratas a los países desarrollados. Lo que realmente motiva la construcción del Gran Inga (más allá de los beneficios masivos para las empresas) es el miedo de los dirigentes de la UE a que falte energía en Europa. El proyecto se integra en un conjunto colosal de pipelines, gaseoductos, paneles solares y líneas de alta tensión, cuyo coste total se eleva a centenares de miles de millones de dólares, que la UE trata de construir en África, Asia Central y en el Cáucaso a fin de garantizar el aprovisionamiento en energía de su territorio. Estos proyectos, poco conocidos y no debatidos, tendrán consecuencias importantes geopolíticas y medioambientales en el siglo XXI. Como este objetivo no permite su justificación, resulta necesario invocar los ideales de la “electrificación de África” y “la lucha contra la pobreza”. El proyecto Gran Inga es un capítulo más de la historia de travestismo de los intereses occidentales en obras de beneficencia, ya descrita por Conrad en “El corazón de la tinieblas”. Este business del desarrollo nos parece que es el descendiente directo del colonialismo del siglo XIX. Detrás de una retórica de objetivos grandiosos, que convence a muchos porque contribuiría a un mundo mejor, este “desarrollo” es en realidad un aspecto central del mantenimiento de nuestro nivel de vida artificialmente elevado. Deberíamos impregnarnos de humanidad y de voluntad para hacer un mundo mejor, pero preguntándonos: ¿mejor para quiénes?

1ª Parte: En los orígenes

Como en todas las mejores historias, el mito del Gran Inga comienza por: “Erase una vez, hace ya mucho tiempo”. Gran Inga se encuentra en el río Congo, cerca de Matadi, en la provincia del Bajo Congo de la RDC. En la carretera de Matadi hay una placa que conmemora el primer ferrocarril construido por Henry Morton Stanley que “permitió al Congo abrirse a la civilización”. Desde un punto de vista africano, “esta apertura a la civilización” no tuvo gran éxito. Conrad la calificó como “la más vil carrera por el pillaje que jamás haya desfigurado la historia de la conciencia humana”; Roger Casement, como “la explotación más ignominiosamente brutal de la que eran víctimas los negros congoleños”; Michela Wirong como “el sistema colonial más brutal jamás ejercido sobre un continente”. Lo más chocante es que a esta explotación sin piedad se le dio un tinte humanitario y Leopoldo al crear el Estado Libre del Congo no hacía sino “el trabajo humanitario más grande de todos los tiempos”. El Congo ha nacido, mucho más que otros estados colonizados, de un baño de sangre, de avaricia y de hipocresía. Para Wirong existe “un lazo de unión causal entre el régimen de explotación de Bélgica y los excesos del régimen de Mobutu”.

Jospeh Désiré Mobutu (o Mobutu Sese Seko), jefe absoluto del país durante más de 30 años, es hoy el símbolo de la “cleptocracia africana”. No obstante fue el apoyo material y político de occidente el que hizo posible el poder absoluto de Mobutu. Fue llevado al poder por la CIA, tras el asesinato de Patrice Lumumba. Fue mantenido por considerarlo una muralla de contención que impedía la expansión soviética en África. A pesar de los informes sobre los asesinatos que cometía, sobre el pillaje personal de las riquezas del país, sobre el deplorable nivel de vida de los congoleños, se le apoyó para garantizarse su cooperación política a la par que para obtener sustanciosos contratos para las sociedades occidentales. Como se sabe, la RDC es un de los Países Pobres Muy Endeudados (PPTE). La inmensa mayoría de la deuda del país fue acumulada por un solo hombre, Mobutu. La RDC es un caso típico de deuda “odiosa” o ilegítima, acumulada por un régimen cleptocrático bajo los auspicios de las instituciones internacionales que eran perfectamente conscientes del hecho de que el dinero no serviría para financiar el desarrollo ni llegaría a la economía real; la RDC sigue clasificada en los últimos lugares en el ranking del desarrollo humano. El pueblo congoleño jamás ha tenido un Estado digno de ese nombre. Ahora, las sociedades privadas, bancos de desarrollo, gobiernos occidentales acuden de nuevo con la palabra desarrollo en la boca.

El río Congo, vierte 39.600 m3 de agua por segundo en el mar y ha esculpido un cañón de unos 160 km que en algunos lugares alcanza la profundidad de 1.200 m. Su nivel fluctúa escasamente. Desde el altiplano cae 300 metros en unos 350 km y en el transcurso de este descenso tumultuoso se estrecha entre gargantas, conoce olas de hasta 12 m y va cayendo a lo largo de 32 cascadas. El volumen de agua es tan elevado que esos 360 km representan un potencial hidroeléctrico tan importante como todos los ríos y lagos de EEUU.

Parecería lógico que puesto que sólo el 7% de los congoleños tienen acceso a la electricidad, se utilizara ese inmenso potencial de energía. Las grandes presas presentan resultados catastróficos para el medio ambiente, pero el caudal del Congo es tan poderoso que sugiere (equivocadamente) que puede ser explotado sin grandes daños para el ecosistema. Y, por otro lado, ¿quién puede estar en contra del derecho de los africanos a desarrollar sus recursos, sin ser atacado de neocolonialismo? Pero, el meollo del asunto reside en las condiciones de la puesta en valor de estos recursos, esto es, en saber quién paga, quién saca provecho, qué se esconde tras la retórica. En otros términos, ¿dé qué desarrollo hablamos?, ¿del nuestro, o del de ellos? La breve evocación del pasado quiere mostrar que nosotros estamos en el Congo desde hace mucho tiempo, extrayendo ávidamente las materias primas congoleñas; ¿ha cambiado realmente algo desde entonces? Evidentemente hoy nadie diría como Cecil Rhodes “Yo anexaría si pudiera todo el planeta”. El discurso es más sutil. “Desarrollo”, “lucha contra la pobreza” son términos más adaptados a los oídos del siglo XXI.

2ª Parte: El corazón de las tinieblas

El Proyecto

El Consejo Mundial de la Energía (CME – Worls Energy Council, WEC), afirma que la presa del Gran Inga tendrá “una capacidad total de 39.000 MW, estará dotada de 52 grupos electrógenos de 7450 MW cada uno”; el Banco Mundial dice que “suministrará electricidad a 500 millones de africanos así como a las industrias de varios países del continente”. Si esto fuera verdad, exigiría inversiones fenomenales: construir una red de estaciones eléctricas locales con conexiones para garantizar el acceso a la electricidad de 500 millones de africanos costaría cientos y cientos de miles de millones de dólares; inversiones y obras que tardarían muchos años en realizarse. Transportar la electricidad a mercados extranjeros solventes, atravesando los países africanos donde viven esos 500 millones de personas, sería una estafa.

Una muy, muy, muy larga línea

Lo más chocante en la carretera de Matadi a Kinshasa es la ausencia de árboles. En los años 80 estas colinas estaban cubiertas de árboles y podría concluirse que si hubiera electricidad seguirían estándolo, ya que la zona se ha deforestado fundamentalmente por las necesidades de leña para la población. Pero es difícil sostener que la tala de árboles esté ligada a necesidades energéticas y que el acceso a la electricidad habría significado el fin de la tala. Lo que sí es evidente es que no hay prueba más clara de la pobreza del pueblo congoleño que la desaparición de árboles en el Bajo Congo. La desolación de centenares de kilómetros corta literalmente el aliento. Si el proyecto hidráulico del Gran Inga permitiera cubrir algunas de las necesidades de las poblaciones, como la restauración de los bosques, haría sin duda un gran servicio a los pueblos autóctonos y al ecosistema. Pero, desdichadamente, no es lo que aparece en el horizonte.

El coste avanzado aumenta continuamente: hace unos años se cifraba en 50 mil millones de dólares, más recientemente en 80 y ahora ya se habla de la necesidad de 100 mil millones de inversión. Las razones de estos aumentos no son explicadas. Una razón podría ser que la RDC es uno de los países más enfeudado y ligado a los países ricos. El método de financiación podría ser el de un Partenariado Privado Público (PPP). Los PPP son tristemente célebres por su tendencia a aumentar los costes de los proyectos y por hacer gravitar el peso financiero sobre los gobiernos, reservando los beneficios e incluso a veces la propiedad de la infraestructuras al sector privado. Otro modelo posible y más probable es hacer de la presa Gran Inga un Productor de Energía Independiente (IPP – Independent Power Producer – PEI): una empresa enteramente gestionada por el sector privado e independiente del gobierno. La PEI dispensaría a la RDC de tener que asumir el endeudamiento, pero sería más que probable que la RDC vendiera muy barato el acceso a sus recursos hidroeléctricos a intereses privados y no tendría control alguno ni sobre los impactos medioambientales y sociales de la presa ni sobre la utilización de la energía producida. Esta creación de grupos energéticos privados occidentales en países pobres es una de las tendencias marcadas de la financiación del desarrollo.

Sea cual sea el medio utilizado para la financiación, es evidente que para que el Gran Inga sea rentable debe exportar electricidad. Una parte iría a otras zonas de la RDC, pero lo esencial sería exportado hacia mercados más solventes: hacia Sudáfrica vía Angola, Namibia y Botswana; otra pasaría por Zambia y Zimbabue y una tercera llegaría a Nigeria. Pero, todos los estudios indican que el proyecto Gran Inga no sería viable financieramente si no llegara a Europa una línea de alta tensión, que, tras atravesar las selvas ecuatoriales de Congo Brazza y la RCA, Darfur, Sudán, Egipto, llegara al Mediterráneo, esto es, una línea de 5.800 km. ¡Una idea genial!, enviar electricidad desde el sur del ecuador, a través de las selvas, desierto y el mar, hasta Europa. Pues bien, esta loca idea está en el corazón de los documentos del Banco Mundial y del Consejo Mundial de la Energía. Imaginad el coste vertiginoso y la complejidad técnica de semejante línea; según los ingenieros, nunca se ha intentado hacer algo semejante. La energía eléctrica de origen hidráulico es generada y transmitida como corriente alterna (CA) y su traslado por línea de alta tensión estándar es de 1.000 KV y la distancia no debe sobrepasar los 2.000 km; superar esta cifra se traduce en un gran despilfarro de electricidad. La línea sería en consecuencia en corriente continua (CC), que puede transportar la corriente más eficazmente a largas distancias, pero contada seguridad las poblaciones locales no tendrán acceso a esta nueva fuente de energía. Las líneas de transporte serán probablemente de 500KV, cuando la mayoría de las líneas de distribución en las aldeas es de 11 o 33 KV. Cada vez que una línea atraviese un lugar que desee conectarse, será necesaria una subestación para convertir la electricidad en corriente alterna y bajar el voltaje. Ello implica grandes gastos, que los promotores del proyecto van a tratar de evitar a todo trance.

Mapa_Proyecto_Inga

Pensad en la carnicería medioambiental que provocaría la penetración de esta línea a través de la selva. Greenpeace considera la selva congoleña de una importancia excepcional: alberga 270 especies de mamíferos y 10.000 especies de plantas, 3.300 de entre ellas son específicas de la región; es el 2º pulmón de la tierra. Millones de personas dependen de los bosques para subsistir. ¿Se producirá alguna consulta a estas comunidades? ¿Se hará un estudio que tenga en cuenta sus derechos y el impacto del proyecto sobre estas vidas? La historia demuestra que cuando selvas antes vírgenes son descubiertas, la vida de las poblaciones queda destruida por la deforestación y la caza ilegal y la venta de las tierras tradicionales. Los europeos apoyaríamos el interruptor y la energía del Congo iluminaría nuestras viviendas mientras las poblaciones congoleñas ribereñas del río Congo sólo tendrían derecho a la oscuridad. Este sería el balance verdadero del Gran Inga. Los dos modelos – exportación versus utilización local de la electricidad –, son realmente opuestos.

Una de las medidas preliminares clave del Gran Inga es la privatización de la desdichada Sociedad Nacional de Electricidad (SNEL), cuyos ingresos han bajado mucho y que tiene deudas por valor de 500 millones de dólares. Ya en abril de 2009 se promulgaron leyes que transformaban 20 sociedades estatales, entre ellas, la SNEL, en empresas privadas. La privatización tiene como objetivo forzar a la gente a que pague sus facturas a la SNEL (o más bien a las compañías extranjeras que comprarán la SNEL). Como ya hemos visto con el Partenariat Público Privado (PPP) la privatización consiste en transmitir bienes públicos africanos a sociedades occidentales, a la vez que se garantiza a este sector privado que no se le someterá a obligaciones sociales (como suministrar electricidad a las poblaciones) ni a reglamentaciones que pudieran limitar sus perspectivas de beneficio. En otras palabras, la privatización es otro indicador de que las poblaciones no recibirán nada del proyecto Gran Inga. La privatización sólo tendrá efectos benéficos si previamente o en paralelo se ha emprendido una electrificación masiva en beneficio de la población. Es evidente que si las inversiones no son hechas para que la red eléctrica llegue a las viviendas de la gente antes de la privatización del sector a favor de la confiscación de las multinacionales, no lo serán después. Es imposible que la población rural africana pague la electricidad con la misma tarifa que los consumidores europeos o surafricanos, y menos todavía que financie las infraestructuras necesarias para conectarse.

«Ya nos ocupamos de vosotros, esperad un poco»

“La corriente eléctrica del Inga va hasta las minas de Katanga; yo vivo a 2 km y no la tenemos”, dice un anciano que representa legalmente a 6 clanes que vivían en Inga; ha recogido muchos documentos. Inicialmente los clanes fueron expulsados de la zona; luego, tras la independencia algunos regresaron a las aldeas cercanas a la presa. Este anciano afirma haber cedido unas 2.000 hectáreas, sin ninguna compensación y la SNEL y el Banco Mundial pretenden que en aquella época no vivía nadie en el lugar y que no ha lugar compensación alguna; parece que en 1958 los belgas estaban dispuestos a ello. El hecho es que los 6 clanes no han recibido nada. El Banco Mundial pretende que la población que tenía derecho al uso de la tierra cuando fueron construidos Inga I y II recibió una compensación y la SNEL llega hasta afirmar que la población se marchó voluntariamente a causa de la existencia de una mosca muy agresiva. Camp Kinshasa es una localidad habitada por entre 7.000 y 9.000 personas, antiguos obreros de la construcción y sus familias, que viven en un abandono total. El anciano representante de los 6 clanes, a la vez que muestra los documentos que le dan la razón, grita enfadado que les dicen “esperad un poco, nos ocupamos de vosotros”, mientras, sobre la cabeza de estas gentes gravitan amenazas de expulsión.

Un mal día para un bautizo

El complejo Inga está constituido por cuatro presas; dos de ellas ya han sido construidas: Inga I se terminó en 1972 con una capacidad teórica de 351 MW e Inga II, construida diez años después, presenta una capacidad de 1.424 MW. Alimentan las minas de Katanga por medio de una línea de alta tensión, muy deteriorada, desde Inga a Kolwezi, 1.800 km. Inga I y II han sido instrumentos costosos utilizados para garantizar la autoridad de Mobutu, ya que le daba la posibilidad en cualquier momento de cortar la electricidad a Katanga. Los dos embalses producen penosamente 710 MW, de los que 420 van a Kinshasa y 210 a las minas de Katanga y a Sudáfrica; el resto para las ciudades del entorno. Desde su construcción inicial nada ha sido sustituido. El guía de la SNEL dice que trabajan apenas 38 personas y afirma que tres de las seis turbinas funcionan, sin que esto pueda confirmarse. La impresión es deprimente. Inga II parece que tiene más actividad. Cuatro de sus ocho turbinas son operativas. Las dos presas funcionan al 40% de su capacidad y los cortes y penurias son frecuentes. Los bancos de desarrollo han vertido sin embargo mucho dinero en la rehabilitación de Inga. El éxito (o fracaso) de esta rehabilitación debería hacer reflexionar dos veces a cualquier planificador de las inversiones para el Gran Inga. Los fondos destinados en 2002 a la reconstrucción y rehabilitación para hacer funcionar Inga I y II han aumentado, sin que haya bastado. Se ha calculado que el Banco Mundial ha enterrado 771,9 millones de dólares en la rehabilitación. El caso de la línea Inga – Kolwezi es todavía más desalentador. Su capacidad ha disminuido en menos de un decenio de 560 a 220 MW. El préstamo inicial para su rehabilitación, 178,6 millones de dólares, acordado en 2003 se ha duplicado en 2009, contribuyendo así a aumentar la deuda de la RDC. El plan de rehabilitación del Banco Mundial reposa en una sola cosa: el mercado de exportación. La idea es enviar electricidad desde las presas rehabilitadas hacia el sur, Zambia, Zimbabwe, Botswana; aunque los congoleños no la reciban, al menos la recibirán otros africanos. La idea de Inga III es más bien buena: hacer túneles y así llevar el agua de manera natural hacia las nuevas turbinas, lo que permitiría una mejor utilización de los recursos hidráulicos. Como en todos los proyecto, los costes han aumentado y nadie es capaz de decir si Inga III está ligado al proyecto Gran Inga; algunos lo han descrito como un proyecto test; otros opinan que debería optarse por uno o por otro. Inga III podría acabarse antes que el Gran Inga. 3.000 MW para Sudáfrica, 1.000 para RDC y 1.000 para el resto de participantes en el proyecto de desarrollo de Inga III, vía Westcor (West Corridor) en el marco del Nuevo Partenariado para el Desarrollo de África (NEPAD). Esta rapidez es vista con buenos ojos por RDC, Angola, Namibia, Botswana, Sudáfrica, y habría constituido al menos un proyecto al servicio de los intereses de los africanos, aunque no lo fuera plenamente para los congoleños. Desgraciadamente Westcor no era el único interesado. Lo estaba también BHP Billiton, la mayor sociedad minera del mundo que firmó en febrero de 2006 un protocolo con el gobierno de la RDC para desarrollar Inga III y la opción supuso separarse de los otros países africanos y asociarse exclusivamente con BHP. Para Westcor supuso un bautismo en las aguas glaciales de las políticas de desarrollo. Malas noticias, salvo para la elite congoleña, que tiene sus razones para apoyar a BHP. Esta compañía figura en el palmarés internacional de desastres medioambientales.

El ataque de los buitres

En resumen: no a la electricidad local para congoleños, sino para Europa y para mega sociedades occidentales, y enormes deudas adquiridas. ¿Aportarán las turbinas, una vez operativas, oleadas de divisas?

Los fondos carroñeros figuran entre los actores más despreciables del business del desarrollo. Son entidades muy secretas, con sede frecuentemente en paraísos fiscales, pertenecientes a misteriosos hombres de negocios o a oscuras sociedades multinacionales; están al acecho de las deudas impagables de los países más pobres. No tienen en cuenta para nada si la deuda es legítima o ilegítima o si afecta a la terrible pobreza del país de cuyas riquezas se quieren apoderar.

FG Hemisphere, perteneciente a dos antiguos dirigentes de Morgan Stanley, ha perseguido judicialmente a la RDC en todo el mundo y una sentencia del tribunal del Distrito de Columba que le autorizaba a hacerse con las residencias pertenecientes a la embajada congoleña fue anulada. Ha denunciado a la RDC ante la Corte Suprema de Hong-Kong, que se declaró incompetente, sobre la cuestión de los fondos chinos; ha ganado un juicio en Pretoria que le otorga 104 millones de dólares por los intereses acumulados de una deuda inicial de 18 millones, suma que será detraída de los ingresos de las exportaciones de electricidad hacia Sudáfrica. Estos es, lo beneficios congoleños de Inga I y II ya han sido embargados por los fondos carroñeros. Mientras tanto la RDC va aumentando sus deudas. El asunto FG Hemisphere prueba que antes mismo de que Inga III y el Gran Inga sean construidos las presas no benefician al pueblo congoleño. Una deuda insostenible es muy peligrosa en un mundo en el que reinan los fondos buitre y en un régimen jurídico internacional tan injusto éticamente que autoriza la actividad depredadora de los buitres; el país endeudado está en la imposibilidad de deshacerse de semejante carga colosal.

Fiebre de caballo

Las instalaciones de la SNEL en Inga de ningún modo parece que vayan a ser el centro neurálgico previsto para dar luz a 500 millones de africanos. Se limitan a una oficina central, ocupada por una sola persona que no parece tener ordenador, a unas dependencias cubiertas de latón, a unos jardincillos polvorientos y a un rebaño de cabras. Vemos el lugar donde será construida la presa Gran Inga.

Imaginar aquí las 52 turbinas de 750MW parece una locura evidente. Se asemeja a una trágica broma a costa de África. Pero no lo es, ya que una semana después de nuestra visita, Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, vino a Inga. Además de amenazar que se exigiría la devolución del último céntimo de la deuda caso de que el Congo entregara a China la explotación del cobre y del coltan, Zoellick declaró que había que utilizar el potencial sub explotado de las fuentes de energía de Inga y que “sabemos que el trabajo que hay que realizar es enorme, pero pensamos que si damos el primer paso podemos atraer otras socios a la RDC y mejorar in fine la vida de las poblaciones, que es lo que constituye en verdadero objetivo”. Nada nos lleva a pensar que estas afirmaciones no sean más que una mentira. Es algo así como la fiebre del oro.

La fiebre del oro alimenta la locura del Gran Inga. ¿Cómo atreverse a describir la zona del Bajo Congo como un potencial “Dubai africano”, a no ser que se esté aquejado por una fiebre de caballo? Es permanecer ciego frente a las imposibilidades prácticas y frente a los sufrimientos que estos sueños febriles engendrarán.

3ª parte: El nuevo imperialismo de la energía

Detrás de la conquista del planeta se esconde el negocio del desarrollo. Bajo cubierto de la promoción del crecimiento económico y erradicación de la pobreza, países, individuos y empresas occidentales se enriquecen colosalmente y sin que les remuerda la conciencia, Si no es como el antiguo colonialismo es porque hay algunos ganadores en los países pobres: las elites africanas que participan en la operación. Ello permite a los intereses occidentales jugar la carta del “dialogo” y del “partenariado”. Con otras palabras, el desarrollo es una colaboración entre las elites del Norte que han estudiado en Oxford o Cambridge y las elites del Sur formadas en Wall Street, para extraer los recursos del Sur. Esta colaboración requiere, como sucedía también en tiempos de Leopoldo, una justificación humanitaria para enmascarar los efectos reales ante los ojos de la gente sencilla y respetable.

El proyecto Gran Inga expresa numerosos elementos clave del business del desarrollo: la inadecuación de las mentes de las instituciones financieras internacionales para abordar las necesidades locales; las promesas incumplidas que se hacen a las poblaciones; los daños sociales y medioambientales provocados por este tipo de proyectos; la sinecura de las subvenciones, contratos y mercados para las multinacionales, la socialización de los riesgos/peligros y la privatización de los beneficios. El Gran Inga no es un caso aislado; se integra en un proceso más amplio aunque desconocido que tendrá una profunda influencia en el futuro.

La UE está aterrorizada ante la posibilidad de que le falte electricidad. A medida que las reservas de petróleo y gas disminuyen, la producción energética también lo hace, a la par que aumenta el consumo europeo; todo ello significa que se acrecienta la dependencia de las importaciones. La demanda mundial de energía crece de manera vertiginosa y comienza a cundir el pánico en la UE. Europa tiene ante sí dos opciones:

– Una de ellas consiste en intervenir en la demanda, esto es, reducir el consumo de energía (frenar el uso del automóvil, impulsar el transporte colectivo, construir viviendas y barrios específicos para ahorrar). Además de ir a contracorriente respecto de la ideología económica reinante, ello implicaría sacrificios y austeridad, algo que los políticos no aprecian en periodos electorales.

– Otra posibilidad consiste en encontrar nuevas fuentes de energía. En el transcurso de estos últimos años las IFI han patrocinado una serie de megaproyectos para llevar electricidad a Europa: pipeline Bakú-Tbilisi-Cayhan (BTC); el Southern Gas Corridor, el pipeline transahariano para transportar petróleo de Nigeria; el proyecto Desertec de paneles solares. Todo ello para garantizar la “seguridad energética o de aprovisionamiento energético” europeo. Todos estos proyectos forman parte de un grupo interconectado que tiene enormes consecuencias geopolíticas, económicas y medioambientales. El Gran Inga se inscribiría perfectamente en este marco. África ofrece grandes posibilidades de suministrador de energía.

El problema no reside solamente en el gigantesco coste de estos proyectos, ni en saber quién los va a pagar o los daños sociales o medioambientales que inevitablemente van a provocar; son sobre todo el testimonio de un modo de vida eurocéntrico a costa del resto del planeta. Cuando semejantes instalaciones estén construidas, habrá que protegerlas, lo que conducirá a que Europa se implique diplomáticamente, políticamente e incluso militarmente en el corazón de regiones inestables. Para la UE la energía es la parte central de todas sus relaciones exteriores y un elemento crucial para la seguridad geopolítica.

El caso del Gran Inga es fascinante porque encarna la función que se le da a Africa en el nuevo imperialismo energético como “suministrador de energía”, del mismo modo que nos envió caucho, minerales o madera y, no hace demasiado tiempo, esclavos. Una ínfima parte de los supuestos beneficios del “desarrollo” repercutirá en las poblaciones africanas.

Este nuevo imperialismo energético significa sobre todo un parón en toda regla de cualquier esfuerzo para combatir el cambio climático. Para luchar con eficacia contra el calentamiento del planeta se requiere no solo un masivo incremento de parques eólicos y otras fuentes de energía renovables, sino también un cuestionamiento radical de nuestros modos de vida y una reducción de nuestro consumo de energía. El mantenimiento de una energía barata impedirá cualquier cambio en nuestras costumbres. Al proseguir con la dinámica actual, seguiremos promoviendo a través del mundo nuestro consumo elevado y nuestros modos de vida “orientados hacia el crecimiento”, impulsando a que el resto del mundo desee lo que nosotros tenemos. Ahora bien, nosotros solo podemos tener lo que poseemos porque los otros no lo tienen.

4ª parte: Un final casi feliz

La Comisión mundial de Presas (CMB – WDC, World Comission on Dams) es un panel de expertos independientes formado por constructores de presas y por detractores de las mismas que ha analizado la eficacia en términos de desarrollo de más de 1.000 presas en 79 países. Ha concluido que si bien las presas han contribuido al desarrollo humano, en demasiados casos se ha pagado un excesivo precio, generalmente en términos sociales y medioambientales por parte de las comunidades afectadas. Ha emitido diversas recomendaciones, entre ellas la necesaria participación de las poblaciones locales, la resolución de los litigios, la prioridad de los derechos de los afectados etc… En el caso del Gran Inga, es más que probable que estas recomendaciones no sean respetadas.

Puede también que el Gran Inga, tal y como se ha ideado, no vea nunca la luz, no por razones morales, sociales o medioambientales, sino porque presenta demasiados problemas técnicos. Incluso Inga III, mucho más modesto, puede que se pare ya que el río aporta demasiado limo y no se ponen de acuerdo el BHP, la SNEL y el gobierno de la RDC.

Es evidente que las poblaciones africanas tienen gran necesidad de electricidad. El río Congo constituye una inmensa fuente potencial de energía hidráulica en un país falto de electricidad. Pero es necesario que los proyectos Inga cumplan previamente varias condiciones:

– Las poblaciones afectadas deben ser adecuadamente y completamente compensadas. Ciertamente se trataría de migajas financieras.

– El proyecto debe ser repensado desde la base, huyendo de megaproyectos que nunca funcionan y elaborando otros más pequeños, duraderos y de menor impacto negativo. Debe suprimirse la línea de exportación hacia Europa y concentrar el esfuerzo en el suministro de electricidad a empresas y consumidores congoleños, así como a otros países africanos;

– Adhesión a las recomendaciones de la Comisión mundial para presas, sobre todo en lo relativo a la participación activa de las poblaciones.

Estos puntos son elementales. Como conclusión sugerimos algunos elementos más novedosos, como el de incluir en los contratos del proyecto cláusulas específicas en beneficio de las poblaciones locales, imponiendo condiciones que los promotores deberían cumplir. La historia de los grandes proyectos está repleta de ejemplos de comunidades locales que sólo se han beneficiado de los impactos negativos del “desarrollo”, mientras las sociedades, las instituciones financieras y los gobiernos rehúsan reparar los daños. Para un proyecto hidráulico como Inga nosotros sugerimos que los promotores:

– conecten X millones de hogares a la red eléctrica durante la construcción garantizándoles el suministro continuo de electricidad a precios asequibles;

– impliquen activamente a los ciudadanos locales y nacionales en la concepción, realización y explotación de las presas;

– garanticen el suministro de electricidad a precio subvencionado a escuelas y pequeñas empresas y hospitales congoleños.

La gran ventaja de este enfoque es que se centra en los resultados concretos en favor de las poblaciones. Se trata de cambiar el modelo existente de desarrollo que engendra una explotación hipócrita. Si no ponemos en cuestión este modelo, seguiremos autorizando la destrucción de nuestro mundo.

ANEXO

Sobre la Deuda exterior

Desde la publicación inicial del informe de Anders Lustgarten a finales de 2009, hay varios elementos del dossier que han evolucionado. La deuda exterior de la RDC no se había aliviado. Señalamos las etapas sucesivas que han conducido a este alivio en julio de 2010 antes de poner de relieve las perspectivas de endeudamiento de la RDC ligado a la nefasta acción de los fondos buitres.

Al inicio de los años 2.000, la deuda alcanzaba más 13 mil millones de dólares; más del 70% de la misma se debía a los acreedores bilaterales del Club de París y dos tercios a EEUU, Francia, Bélgica, Alemania e Italia. El 90% proviene de los retrasos impagados de Mobutu. Es los que se califica de “deuda odiosa”. Si un poder despótico contrae una deuda para fortalecer su régimen despótico, para reprimir la población, es una deuda del régimen, no de la nación; es una deuda personal del poder que la contrajo, por lo que los acreedores pierden el derecho a ser reembolsados. Esta deuda decae con la caída del poder que la contrajo. Sin embargo, los acreedores de la RDC la reclamarán al comienzo de los años 2000.

Para acceder a nuevos préstamos y se incluido en los PPTE (Países pobres muy endeudados), lo que otorga derecho a alivios de la deuda, los acreedores imponen al gobierno de Kabila la obligación de arreglar las cuentas provenientes de la era Mobutu, en momentos en que la RDC debe enfrentarse a los desafíos de la pacificación y reconstrucción y no dispone de recursos. El Club de París, el FMI y el BM reestructuran los atrasos impagados; Bélgica, Francia, Suecia y Sudáfrica acuerdan préstamos acompañados de condicionamientos como la adopción de un nuevo Código minero muy favorable a los inversores extranjeros. Se producen sin embargo bloqueos debidos a diversos motivos, como una inflación demasiado elevada, “mala gobernanza”, inseguridad jurídica para los inversores a causa de la revisión de algunos contratos firmados con empresas norteamericanas y/o riesgo de aumento de la deuda a causa de la firma de contratos con China.

En julio de 2010 se llega al final de la última etapa y la RDC ve aligerada o aliviada su deuda por valor de 12.300 millones de dólares; pero el problema de su deuda está lejos de quedar arreglado. La RDC está perseguida judicialmente por otros acreedores que se llaman los “fondos carroñeros” que le reclaman el reembolso de las antiguas deudas contraídas bajo Mobutu. Estos fondos de inversión privados, cuyo método es la compra a bajo precio de créditos sobre los Estados para luego obligar a éstos por vía judicial a reembolsarlos con fuertes subidas, reclaman a la RDC alrededor de 450 millones de dólares ante varios tribunales de Gran Bretaña, EEUU, Hong-Kong, Sudáfrica, Bélgica, Bermudas, Australia y RDC.

Por otra parte, el peligro de volverse a endeudar es elevado. Los préstamos leoninos chinos no están contabilizados en el presupuesto del Estado. La mejora “del clima para los negocios”, impuesto por las instituciones financieras como una prioridad, traerá consigo probablemente un aumento de la deuda, debido a que la privatización de las empresas públicas implicará una disminución de los ingresos fiscales y la movilización de los recursos internos para financiar el desarrollo será muy problemática. El Estado no tendrá otra opción que dirigirse a los acreedores extranjeros para contraer nuevas deudas acompañadas de nuevos condicionamientos.

Frente a esta situación, tal y como lo ha recomendado el experto independiente de la ONU Cephas Lumina, el gobierno congoleño debería realizar una auditoría de su deuda para mejorar la transparencia y responsabilidad sobre la utilización de los recursos públicos. Dicha auditoría debería poner en cuestión el pago a los fondos buitres de las deudas odiosas.

Renaud Vivien, CADTM

Sobre la presa Inga

Como ya se ha indicado, el proyecto Inga se parece mucho al monstruo de Lago Ness que remonta de tiempo en tiempo a la superficie, pero de cuya existencia nadie sabe nada. Añadimos un resumen de las recientes evoluciones del proyecto; no es imposible que esta vez el monstruo esté a punto de convertirse en realidad.

Inga 3

El Banco Europeo de Inversiones (BEI) y el Banco Mundial (BM) esperan que el gobierno del Congo haga nuevos estudios sobre la central eléctrica Inga 3, que generaría 4.320 MW. El Banco Africano de Desarrollo (BAfD) considera que la solución técnica presentada en 2008 por la SNC Lavalin es excesivamente arriesgada. Implicaría la construcción de 8 túneles de cerca de 8 km de largo que cogerían las aguas del valle Nkokolo, que ya alimenta las turbinas de Inga 1 y 2. El derrumbe de un túnel en la presa Gilgel Gibe 2 en Etiopía es citado entre las razones que suscitan las dudas del BAfD.

Gran Inga Fase 1

Siguiendo consejos del consulting canadiense RSW y de Electricité de France, el BAfD se inclina hacia un proyecto mucho mayor, el Gran Inga Fase 1, con una capacidad de generación de 6.000 MW. En un taller celebrado en Kinshasa del 12 al 14 de octubre, se presentaron los resultados de un informe sobre viabilidad de la fase 1 de una gran presa Gran Inga. Este informe sugiere que la electricidad generada podría ser compartida por Eskom en Sudáfrica (3.500 MW), Egyptian Electricity Holding Company (3.500 MW) y la sociedad nigeriana PHCN (1.300 MW). Cerca de 7.000 MW quedarían reservados para el Congo, sin saber si la distribución quedará en manos de la SNEL o de grupos privados. El BAfD se inclinaría por un proyecto para la subregión (Gran Inga) más que por un programa estrictamente nacional (Inga 3). La directora de energía, medio ambiente y cambio climático del BAfD, Hela Cheikhrouhou, explicó que “se trata de una inversión de envergadura y no será posible movilizar recursos en una sola vez. La decisión final corresponderá evidentemente al gobierno de la RDC”.

Gran Inga y firma de un acuerdo entre RDC y Sudáfrica

El 12 de noviembre de 2011, el presidente surafricano Jacob Zuma asistió con su homólogo congoleño Joseph Kabila a la firma de un acuerdo de construcción de la presa Gran Inga. Será construida a 225 km de Kinshasa en un lugar en el que el río Congo tiene una caída vertiginosa de casi 100 metros a una velocidad increíble de 43 m cúbicos por segundo. Zuma declaró que “mejorará el acceso a energía limpia y eficiente en el conjunto del continente africano y contribuirá a una economía de débil emisión de carbono y al desarrollo económico”, y describió el acontecimiento como “un día que justifica plenamente el afro-optimismo”. Tras la firma del acuerdo, Zuma y Kabila han lanzado las negociaciones para que dentro de 6 meses se presenten la planificación y las etapas del la construcción de la gran presa.

Las sumas necesarias son enormes y Sudáfrica y la RDC no serán capaces de aportarlas, pero los financiadores mundiales y las sociedades privadas suministradoras de energía se apresuran a contribuir en el Gran Inga. Como compensación esperan importantes beneficios económicos, desviando la atención de las necesidades de la mayoría de África. “Los inversores extranjeros contribuyen a la construcción para tener acceso a la enorme cantidad de electricidad barata que generará el proyecto y los Estados se verán obligados a firmar contratos sobre el destino definitivo y uso de la electricidad generada”, es lo que opina Charlotte Johnson, del Instituto por la Democracia en Sudáfrica. Los inversores no han previsto abrir la red a la utilización por parte del público; el proyecto se presenta como un producto comercial y los inversores eliminarán a los pobres del juego de la competencia. La Sra. Jonson añade que “no se ha previsto en el presupuesto ninguna red local. Las comunidades africanas no son la beneficiarias señaladas del Gran Inga y los 500 millones de personas a las que se promete electricidad permanecerán en la oscuridad”. Por el momento, el proyecto se concentra en la construcción de líneas de transmisión de larga distancia hacia centros mineros e industriales de África, así como a los centros urbanos de Sudáfrica, Egipto e incluso Europa. Cuando termine, la electricidad será gestionada por sociedades de utilidad pública, Eskom (Suráfrica) SNEL (RDC), para ser vendida a quines más paguen, que no serán los pobres de África.

Pol Vandevoort, 11-11-11

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster