La ONU es necesaria en África y en nuestro mundo globalizado, pero esta ONU es irrelevante.

25/09/2017 | Editorial

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La mayoría de los políticos, economistas y agentes sociales están de acuerdo en que un mundo globalizado requiere una Institución gestora y coordinadora de las Naciones, que sea también global.

Al mismo tiempo constatamos regularmente que esta ONU es ineficaz para resolver los grandes retos de la humanidad, irrelevante porque depende enteramente de la contribución de los poderosos y hasta perjudicial porque encubre las injusticias de tantos dictadores en África y en el mundo, conlleva un gasto desproporcionado ($ 5.500 millones anuales) y sus fuerzas de paz en África han perpetrado toda clase de abusos de la dignidad y derechos humanos, particularmente en las regiones del Kivu, donde cuenta con 10.000 soldados. Ha perdido su credibilidad.

La ONU debería ser una Organización de empoderamiento para líderes y sociedades globales, con una identidad y comportamiento ético ejemplar, con un liderazgo responsable y una inspiración para todos los gobernantes e instituciones tanto culturales, políticas como financieras.

¿Dónde está la ONU, cuando los dictadores se perpetúan en el poder, oprimen y empobrecen a sus propios pueblos en tantos países africanos, cuando tantos millones de migrantes buscan un lugar seguro y son saqueados y torturados por tierra y mar, cuando tantos millones de jóvenes no encuentran oportunidades de vida digna en su propio país y se ven obligados a buscar refugio, cuando tantos gobiernos siguen acaparando tierras fértiles y ricas en recursos por toda África, cuando aumenta el tráfico de personas vulnerables, de armas y de drogas, etc.?

Resulta indignante que la Asamblea General de la ONU invite a dictadores, africanos o de otros continentes, para hablar sobre el Desarrollo Sostenible de los pueblos, Democracia y el Bien Común, cuando se están convirtiendo en presidentes vitalicios, contra la voluntad de sus pueblos, se hacen dueños absolutos de las tierras y recursos naturales de su país, condenando la mayoría de sus ciudadanos a la miseria.

Gobiernan a sus países como si fueran propiedad privada de su familia y de su clan, y tienen la desfachatez de pronunciar discursos sobre la dignidad y derechos humanos. ¿Cómo puede la ONU ser un cómplice irresponsable y tolerar tales discursos sobre el desarrollo sostenible y Derechos Humanos?

Mientras tanto, más del 80% de los jóvenes no encuentran trabajo ni oportunidades para una vida digna, y se ven obligados o forzados a emigrar a países como Arabia Saudí, Irak,…con las promesas de un buen trabajo, para encontrarse en una degradante esclavitud.

Conozco enfermeras y trabadoras ugandesas, que fueron exportadas a Arabia Saudí, con halagadoras promesas, para encontrarse con salarios de miseria y una explotación brutal, que les obligó a pedir auxilio al gobierno ugandés.

A Hasifa Walugambire, de Jinja en Uganda, le prometieron un trabajo en un banco de Oran. Ganaría 690 USD al mes. A través de Kenia llegó a Oran, donde sus primeros seis meses fueron un infierno. Volvió a casa con las manos vacías, según Evelyn Litri.

Miles de ugandesas abandonan su país para marcharse todos los años a Arabia Saudita y Qatar, para trabar como niñeras, cocineras y asistentas de hogar. Pero la explotación y el abuso están a la orden del día y terminan siendo víctimas de la trata de personas y de graves abusos. “Los empleadores nos desnudaban y nos pegaban a diario, diciéndonos que regresáramos a nuestro trabajo. Debido a las paliza y a los males tratos, algunas de las chicas enloquecieron,” dice Hasifa. Contactó con su familia de Uganda y pudo regresar a su familia.

A finales de 2015, Arabia Saudita y Uganda firmaron un acuerdo que podría haber creado hasta dos millones de puestos de trabajo para los ugandeses-as en esta nación del Golfo, rica en petróleo. En enero 2016, el acuerdo fue anulado después de que el Parlamento ugandés prohibiera el tránsito de trabajadores migrantes a Sarabia Saudita tras unas escandalosas revelaciones de abuso y torturas.

Según el informe de Janat Mkwaya, ministra ugandesa de Género y Asuntos Sociales, ante el Parlamento, esta prohibición oficial no impide que los jóvenes sigan saliendo para buscar trabajo. Con cerca de 59.000 ugandesas-es trabajando actualmente en Oriente Medio, según el Ministerio de Trabajo, Uganda recibe cada mes cerca de 6 millones de USD en concepto de remesas. Todos se aprovechan de las personas más vulnerables.

El gobierno ugandés busca firmar acuerdos de trabajo para ugandeses, con Arabia Saudí, Jordania, Kuwait, Katar etc. La experiencia hasta ahora ha sido degradante.

Sin embargo la Confederación Sindical Internacional (CSI) así como Human Rights Watch desean abolir estos acuerdos que no ofrecen ninguna garantía, y exigen al gobierno ugandés que tome como prioridad la creación de puestos de trabajo digno para sus jóvenes, en el propio país.

Para coordinar la denuncia de tales abusos e injusticias, para la trasformación de tantos conflictos violentos y para la promoción de una gobernanza responsable y de nuevas oportunidades, trabajo digno especialmente para los jóvenes y un desarrollo sostenible en todos los países africanos y del mundo, necesitamos una Institución Global: una ONU de los Pueblos, representativa, eficaz, responsable y profética.

Necesitamos, no una ONU renovada, sino radicalmente nueva, que sea representativa de todos los Pueblos y gobiernos, que sea eficaz en la promoción de gobiernos y poderes (legislativos, ejecutivos y judiciales) centrados en el desarrollo sostenible y ecológico de los ciudadanos, y que sea ética potenciando una distribución justa y equitativa de los recursos, buscando el bien común en todos sus compromisos.

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