La mujer como madre, trabajadora y víctima del terrorismo

12/03/2018 | Editorial

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El día 8 de marzo, celebramos a la mujer trabajadora, y el 11 recordamos a las víctimas del terrorismo, particularmente en África.

Estoy convencido que en todas las culturas africanas al menos, la mujer es siempre respetada y apreciada por ser madre, y por alimentar a la familia con su trabajo y entrega, y al mismo tiempo es la persona más vulnerable y que sufre por tanto toda clase de abusos, vejaciones y terrorismo.

La mujer africana, particularmente cuando es menor de edad todavía, es ya victima común de toda clase de violencia. La persona más vital y apreciada de la sociedad africana es al mismo tiempo la persona que más sufre malos tratos y abusos violentos contra su dignidad y su voluntad.

Constatamos también que, en las sociedades occidentales donde, la mujer goza de los beneficios de una educación académica a su elección y de los últimos descubrimientos de la ciencia y de la técnica, particularmente en la comunicación digital, la mujer no puede siempre gozar sin embargo de una educación integral, de unas relaciones humanas respetuosas, y de unas oportunidades reales para una vida digna, profesional y fructífera.

Al mismo tiempo conviene recordar que la mayor desigualdad existe entre una minoría de familias que viven en súper lujo y la inmensa mayoría de familias que no tienen trabajo y apenas llegan a sobrevivir. Esta es la desigualdad más cruel y escandalosa.

Sin embargo, es también verdad que, en muchos países o instituciones africanas, occidentales y globales, de carácter cultural, profesional o incluso religioso, la mujer no llega todavía a ser considerada y tratada con justicia, respeto e igualdad. Hasta los mismos salarios delatan este trato injusto e inhumano.

Los datos de desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres siguen siendo importantes en el mundo. Unos 330 millones de mujeres y niñas viven con menos de 1,9 dólares al día, y menos del 13% del total de personas propietarias de terrenos agrícolas son mujeres.

El continente africano refleja de manera clara la creciente «feminización de la pobreza» lo que obliga a atender las necesidades específicas de las mujeres en las políticas de erradicación de la pobreza y en las políticas de desarrollo. Esta situación repercute en su autonomía y limita sus condiciones vitales y laborales. A pesar de ello las mujeres africanas mantienen el 90% de la economía informal, producen el 80% de los alimentos y sustentan a más del 40% de las familias del continente.

Pero las cosas están mejorando, porque hay más y más mujeres, también en África, que no se rinden y siguen trabajando para transformar esa realidad. Ellas son las pioneras de su propia liberación y plena integración en la gobernanza de los pueblos.

Los abusos que los hombres imponen sobre las mujeres más vulnerables, particularmente en África, se cometen casi siempre con total impunidad, mientras que las mujeres tienen que enfrentarse a toda clase de consecuencias y responsabilidades.

En la mentalidad tradicional y moderna de nuestras sociedades, la raíz profunda de estos abusos no es solamente de carácter sexual, sino que los abusos están relacionados sobre todo con el deseo compulsivo de poder, de control e incluso de venganza.

Estos abusos crueles de las mujeres africanas, los encontramos regularmente en las regiones donde hay violencia, causada por grupos armados y ejércitos de todo tipo, incluso de la ONU. Estos crímenes son constantes, impunes y de una crueldad diabólica, en la región del Kivu, en la RDC, en Sur Sudan y en otras regiones con violencia.

Es todavía más grave y vergonzoso que se intente ocultar tales crímenes contra la humanidad y dignidad de la mujer, tanto por parte de los gobiernos regionales, como de los occidentales y hasta de las mismas instituciones y ONG que operan en dichas regiones.

Este nivel de abusos de la dignidad de la mujer, en África y en todo el globo, delata el nivel de deshumanización que está sufriendo la sociedad, en todos nuestros países.

La crisis política, económica y ecológica que estamos viviendo en el mundo actual, es ante todo una crisis de valores humanos y de principios éticos, como lo dice el papa Francisco y otros líderes mundiales.

“El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar…(L.S. nº 13)…Además, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen (nº.50).
Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantía que vaya a utilizarlo bien.(nº.104).. El hecho es que el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto, porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores y conciencia.(Nº105)

No se termina de advertir cuales son las raíces más profundas de los actuales desajustes, que tienen que ver con la orientación, los fines, el sentido y el contexto social del crecimiento tecnológico y económico..(nº.109).

Si la crisis económica y ecológica es una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con el prójimo más necesitado, la economía, la naturaleza y el ambiente, sin sanar todas las actitudes y relaciónese básicas del ser humano..(Nº.119).

Esta educación y desarrollo humano más integral, ético y sostenible es posible y está a nuestro alcance. Lo que nos hace falta es tomar decisiones inteligentes, responsables y generosas que generen vida, integración social y buen cuidado de los demás y de la Casa Común.

Este es único camino para regenerar una vida, cultura y mundo más humano, donde todas las personas, particularmente las más vulnerables, podamos vivir en dignidad, respeto mutuo y solidaridad, sin que nadie se quede al margen.

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