La memoria de Lumumba

21/01/2013 | Crónicas y reportajes

El 17 de enero es un día especial en la RDC. Hace 52 años, África lloraba porque acababa de perder uno de sus dignos hijos, Patrice Emery Lumumba, héroe de la independencia del Congo. Acababa de perecer bajo las balas de agentes belgas en Katanga, a donde había sido deportado con otros dos compañeros de lucha. Sus cuerpos fueron disueltos en ácido.

El alma de una nación

El Congo no se ha repuesto todavía de este trágico acontecimiento y cada vez que, como es el caso actualmente, el país está a la deriva, los congoleños, huérfanos, lloran… “Si Lumumba no hubiera sido asesinado…”. Porque Lumumba no era solo un líder político; era el alma de todo un pueblo, el alma del Congo; ese personaje clave del que depende en un momento histórico el destino de toda una nación. En la historia hay personaje cuya desaparición en un momento crucial condena a toda la nación a la incertidumbre. Es la triste suerte del pueblo congoleño, el cual, decapitado desde el momento del asesinato de Lumumba, trata de seguir sobreviviendo como nación. Se creó un día un vacío que nunca ha sido colmado.

Los actores occidentales, que estuvieron detrás de la eliminación física de Lumumba, evidentemente, no se preocuparon más que de sus intereses egoístas (saqueo de las riquezas del Congo) y estratégicos (lucha contra el avance del comunismo en África) Impusieron a Mobutu a la cabeza del Congo.

Las lecciones heredadas de Lumumba

Tres son especialmente las lecciones que habría que meditar: el sacrificio supremo el sentido de la nación y la fuerza de la lucha política.

Sin duda, la primera es la más importante. Pocos hombres políticos se han mostrado dispuestos a enfrentarse a los peligros con los que Lumumba se enfrentó para obtener la independencia del Congo. Formaba parte de los privilegiados del sistema colonial pues era funcionario y habría podido acomodarse ante las ventajas de una cierta elite “indígena”. Podría haber renunciado a sus convicciones a cambio de privilegios materiales, como ha sido el caso de dirigentes de numerosos países africanos. Es, por otra parte, lo que logró Mobutu entregando el Congo y su soberanía a los intereses capitalistas. Pero, llegó un momento en que los occidentales, que llevaron al poder a Mobutu, emprendieron su destitución.

Es algo que deberían meditar otros dictadores africanos, en especial los de Ruanda y Uganda, comprometidos en violencias incalculables contra el pueblo congoleño con la finalidad de dar satisfacción a los intereses de sus “amos” occidentales. Ya llegará el día de su decadencia.

La segunda lección que habría que retener del legado de Lumumba es que el compromiso político no tiene sentido si no va efectivamente dirigido a favor de los intereses de toda la nación. Lumumba veía el Congo como un conjunto, cuando muchos dirigentes no pensaban más que en sus regiones o grupos étnicos. Le asesinaron en Katanga, una región cuyos líderes, instrumentalizados por la antigua potencia colonial, trataban de impulsar la secesión. El sentido de la nación que Lumumba poseía lo era también en materia económica y social. El odio que las potencias coloniales vertían sobre él se explicaba por su firme determinación de que las riquezas del Congo fueran en beneficio de los congoleños, lo que iba en contra de la explotación “depredadora” de las mismas. Lumumba no tenía otra opción. La prosperidad que él había prometido al pueblo no podía realizarse más que a condición de que el pueblo congoleño asumiera él mismo la explotación de sus riquezas y decidiera soberanamente las orientaciones en materia de desarrollo. La historia le ha dado la razón. Los dirigentes que lo esperan todo de los países occidentales se han convertido en el talón de Aquiles del continente africano.

La tercera lección de Lumumba es la nobleza de la lucha pacífica. Demostró, como raras figuras de la historia, que es posible liberar un pueblo sin recurrir a la violencia y a las armas. Lumumba liberó al pueblo congoleño sin matar a un solo colono belga. Hubo evidentemente tensiones y estallidos, pero Lumumba no estuvo nunca a la cabeza de una organización de tipo militar. Llevó a cabo una lucha intelectual y política hasta la ascensión de su pueblo a la dignidad.

Boniface MUSAVULI

(Alterinfo 18/01/2013)

Resumen y Traducción: Ramón Arozarena

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