La lucha a muerte entre la inconsciencia del Capital y la conciencia de la Humanidad

6/09/2011 | Opinión

Un proceso de destrucción se pone en pie, es tanto menos visible puesto que se cubre de un manto de construcción del mundo. En todos los campos que fundan la existencia de la humanidad, Jacques Delpelchin subraya que “la inconsciencia del capital es comparable a la radiactividad nuclear: inodoro, incolora, invisible.” cuando se miden sus efectos destructores, son ya irreversibles. Pero ¿se trata de una fatalidad a la que hay que someterse?

¿Cómo han llegado los humanos a esta situación en la que un sistema organizador de un modo de vida, de pensar, está liquidando la sola fuerza capaz de afrontar y, por qué no, derribar este proceso de usurpación? ¿Cómo la inconsciencia del capital forjada durante siglos ha llegado a controlar, y finalmente, a someter la conciencia de la humanidad a sus órdenes? ¿Cómo se ha llegado a una forma de dictadura más fuerte que cualquier potencia militar, nuclear? ¿Cómo finalmente un modo de pensar, de organizar las relaciones económicas ha llegado a presentarse como creador de riquezas, mientras que desde el principio de su existencia, ha sido siempre fundamentalmente destructor, predador?

Este ensayo no podrá responder a todas estas preguntas. El objetivo es llamar la atención sobre un proceso de destrucción que, destruyendo, se presenta sistemáticamente como su contrario. Y eso en apariencia al menos, con la aceptación a veces consciente, a veces inconsciente de la humanidad. Es una larga y compleja historia, que los párrafos siguientes no pretenden más que tratarla superficialmente. Sin embargo, el presentimiento de urgencia obliga al menos, a conocer sus dimensiones, porque la supervivencia de la especie humana depende de ello.

La historia puede plantear las preguntas que permitirían comprender dónde y cómo el desvarío de la humanidad ha tomado forma, organizando un sistema discriminatorio conscientemente, pero del que los efectos fueron el nacimiento, el desarrollo de la inconsciencia. El capital no puede ser consciente o inconsciente, pero los capitalistas, a saber, los que han organizado y mantenido su funcionamiento con el fin de beneficiarse siempre de él, no podían más que perder la conciencia de su humanidad a medida que una parte de esta era reducida a la esclavitud. La historia misma, tal que es enseñada, aleja casi automáticamente toda interferencia que pudiera crear alternativas a la visión impuesta por el nacimiento, el desarrollo de una potencia de destrucción cuyo alcance está lejos de haber sido medido. Las guerras coloniales, imperiales del siglo 20, han reforzado la mentalidad dictatorial de occidente frente a los pueblos conquistados, colonizados. En la mayoría de los casos, la historia de estos pueblos, a pesar de las resistencias, a pesar de la consciencia que tenían de su humanidad, de las violencias y las violaciones sufridas, su historia ha sido contada recurriendo a los esquemas impuestos por el occidente.

La enseñanza de esta historia del desarrollo de la inconsciencia del capital y de la necesidad de someterse a él es demasiado a menudo reproducida por los mismos que son los primeros en presentarse como los grandes defensores. Algunos meses antes de su destitución, Laurent Gbagbo se quejaba a Colette Brackman describiendo las prescripciones de occidente: “Ellos quieren que hagamos un 1789 vigilado por Amnistía Internacional”. Parece pues que para Laurent Gbagbo sólo cuentan las fechas emblemáticas de Occidente. Lo que paso en Haití entre 1791 y 1804, la victoria de los africanos contra la esclavitud, la universalidad de esta victoria es menor, en la memoria de Gbagbo que 1789.

En este periodo pre electoral en RDC, se asiste a peregrinaciones hacia las capitales occidentales, de los candidatos a la presidencia, para hacerse armar caballeros, como si estuviéramos todavía en la Edad Media, por los representantes de las grandes potencias. Estas peregrinaciones explicitan la aceptación del estatuto de tutela de la RDC. Cincuenta y un años después de la independencia, después de que Patrice Emery Lumumba diera el ejemplo de romper el vasallaje, contrariamente a su visión testamentaria de un Congo cuya historia no se contaría nunca más a partir de los capitales occidentales, se observa en los candidatos a la presidencia un comportamiento en la línea de la inconsciencia del capital.

Esta sumisión no es exclusiva de la RDC. Se manifiesta de diversas maneras, no solo en África, sino en todos los lugares que se ha instalado el Capital y busca sistemáticamente reforzar las lógicas que resultan de esta historia dictatorial. Una de estas lógicas dictatoriales es la del mercado. Los promotores de estas lógicas no se consideran inconscientes. Al contrario, estas personas han adoptado conscientemente todos los comportamientos exigidos por la aceptación de las lógicas movidas por el mercado y todo lo que directa e indirectamente resulta de él: competitividad, capitalismo, ley de la jungla.

Aceptación consciente de un sistema cuyo entendimiento esta deliberadamente falseado por los que, históricamente, se han beneficiado más de él. Se mire desde donde se mire la historia de la imposición dictatorial del capital sobre la humanidad, la mirada encontrará marcas innegables, imborrables de crímenes contra la humanidad, a condición que la mirada no esté falseada por los efectos destructores de la inconsciencia del capital. Es posible o probable que ciertos beneficiarios de este recorrido hayan podido sentir un cierto malestar al darse cuenta de que se beneficiaban de crímenes que se repiten.

Observando lo que ha ocurrido en el transcurso de los siglos, estamos obligados a concluir que ese malestar ha sido de corta duración porque la conciencia que ha triunfado recalcaba que el crimen pagaba demasiado bien para que se le denunciase como tal. En las transiciones, de la esclavitud a su abolición, de la colonización a las independencias, no ha habido nunca nada equivalente a un tribunal de Nuremberg o incluso más cercana a nosotros, a una Comisión de Verdad y Reconciliación como la que hubo en Suráfrica. No hubo nunca un proceso de reconocimiento del error de las potencias esclavistas, coloniales imperialistas de los crímenes cometidos para saciar su codicia. Si no hubiera una tendencia a tener miedo a decir las cosas como son ¿Sería exagerado concluir que a fuerza de impunidad, estas potencias se han convencido de que la liquidación de la humanidad es un excelente negocio?

En nombre de la defensa de los bienes mal adquiridos o de la American way of life para no firmar el protocolo de Kyoto, concentrados con el correr de los años en instituciones financieras cada vez más poderosas, estas potencias se han impuesto como jueces y partidos para decidir quién debe ser citado y comparecer ante la Corte Penal Internacional. La más grande potencia militar de todos los tiempos se ha negado a firmar la convención que crea el CPI. Así continua siendo reforzado un Código vergonzoso que desciende mentalmente del Código Negro haciendo de África y de su territorio un terreno de abastecimiento de los recursos fundamentales para el enriquecimiento de los banqueros, de las compañías de seguros, en resumen de todas las fuerzas que no pueden vivir más que de la depredación directa e indirecta de otros seres humanos.

¿Se puede decir, sin duda alguna, que esas potencias político-financieras mundiales, nacidas de esta depredación multi-secular, están habitadas por la conciencia de la humanidad tal como la comprende la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿No debería decirse que la impunidad de los crímenes cometidos a lo largo de los siglos, ha hecho que estas potencias no sepan distinguir entre la conciencia de la humanidad y la inconsciencia del capital? ¿No se debería denunciar la potencia de los Todopoderosos, que no hablan más que en defensa de un sistema dominado por la inconsciencia de los crímenes contra la humanidad cometidos para defender lo que en conciencia es indefendible?

¿Pero cómo denunciar en un mundo en el que los más valientes portadores y portadoras de la conciencia han sido liquidados o están cerca de serlo? Bajo la esclavitud que saqueo África, muchas conciencias no han cesado de apelar a las conciencias de sus verdugos, en vano. Como lo hicieron bajo la colonización. ¿Hay que extrañarse de que en este siglo XXI, el campo de batalla entre la conciencia de la humanidad y la inconsciencia del capital este completamente dominado por el inconsciente?

En un mundo en el que todo se evalúa por las leyes del Mercado (un monstruo anónimo, sin fe, ni ley, si no es la búsqueda del poder). ¿Cuál es el valor de la conciencia frente a la inconsciencia del capital?

En un contexto en el que este último se presenta, completamente consciente, a través de la voz de sus más grandes beneficiarios, como el bienhechor de una humanidad que este capital erradica a medida que se forja de argucias explicando por qué esos crímenes contra la humanidad no merecen ser llamados así.

Estos últimos tiempos, se oye decir que la humanidad ha empezado a tomar consciencia de los signos cada vez más evidentes de la inconsciencia del capital. Se trata de una manera indirecta de negar la humanidad de aquellas y aquellos que se habían rebelado contra el genocidio, la esclavitud y otras formas de avasallamiento. Los Amerindios, y todos los pueblos que han sido conquistados, han expresado de diversas maneras, que generalmente no se encuentran en los archivos, su humanidad con rebeliones y otros medios. Pero, los beneficiarios específicos y genéricos de los Crímenes contra la Humanidad siguen pensando que el “crimen paga” (da ganancias).

La impresión dominante parece decir incluso que cuanto más inmenso es el crimen más jugosa es la recompensa. No hay ningún ámbito de la existencia de la Humanidad, ningún espacio del planeta, en el que el impacto de la inconsciencia del capital no sea visible. La fuerza de penetración de la inconsciencia del capital es comparable solamente como ya he citado a la radioactividad nuclear: es inodora, incolora, invisible. Su impacto parece no ser percibido más que en el momento en que sus efectos destructores son irreversibles. ¿Hasta cuándo?

Jacques Depelchin

Artículo publicado en Pambazuka.org, el 11 de julio de 2011. Numero 197.

* Jacques Depelchin es Director ejecutivo de Ota Benga, Alliance Internationale para la paz en RD Congo.

Traducido por Inmaculada Estremera, H.m.n.s.d.a.

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