La lección tunecina: ¿Qué lectura hacemos desde Argelia? II

27/01/2011 | Opinión

¿Qué paralelismo hay con Argelia?

Hasta la chispa de Sidi Bouzid, incluso hasta los primeros días de la protesta, nadie, ni observadores, ni opositores, ni ciudadanos, ni turistas, ni siquiera el mismo Ben Ali, hubiesen podido predecir los trastornos que todavía se producen en Túnez (contribución redactada el 14 de Enero de 2.011, después de la fuga de Ben Ali), al tener el pueblo la reputación, errónea, de ser “dócil” y demasiado “sometido” al sistema policial que puso en formol la libertad de expresión y la democracia durante 23 años…

Desde este punto de vista, las miradas estaban más bien dirigidas, sin duda con mucho escepticismo pero aún así, hacia la vecina Argelia donde los disturbios, las manifestaciones y el desorden social nunca han cesado. El argelino se dice libre de refunfuñar contra sus déspotas los cuales lo consentirían, al tiempo que garantizan la permanencia del sistema de recaudación mediante diversos procedimientos tales como la corrupción generalizada, la manipulación del populacho, la desinformación, la sobreoferta religiosa, el compromiso con el islamismo, el monopolio de los medios de comunicación que se convierten en auténticas máquinas de propaganda estalinianas, la demonización de la Cabilia, la omertá (N. del T.: ley del silencio del código de honor siciliano)… etc.

De este modo, por la amplitud, el número de víctimas y la duración, lo que ocurre en Túnez en este momento sigue siendo insignificante en relación con, por sólo citar estos tres acontecimientos mayores, lo que aconteció en la primavera de 1.980, en Octubre de 1.988, y menos aún en comparación con la tragedia de la primavera negra de 2.001… Si nos limitamos únicamente a la Cabilia, es obligado constatar que esta habrá pagado, en medio de la indiferencia casi general, un tributo varias veces más importante (muertos, heridos, pérdidas materiales y traumas de todo tipo) que el que viene de padecer la calle tunecina, la cual, sin embargo, ha relegado a Gbagbo y toda la actualidad mundial a un segundo plano, provocando reuniones en la cumbre de los poderosos de este mundo, movilizando los medios de comunicación del mundo entero, haciendo reaccionar a Obama que saludó “la valentía y la dignidad del pueblo tunecino”… ¡Incluso ahuyentando al omnipotente dictador y la casta de los Trabelsi!

Haciéndose eco del gruñido del vecino del Este, varias ciudades y regiones de Argelia se sublevan y se producen violentas manifestaciones debidas al repentino aumento de precio de determinados productos alimentarios básicos como el aceite, el azúcar… etc., lo que, por lo demás, no es un hecho nuevo ya que desde hace varios años todos los indicadores económicos, políticos y sociales están en rojo mientras que Argelia, a pesar de los desvíos de fondos, la corrupción y un sistema de no-economía, ¡está inmersa en una recuperación económica nunca vista debida básicamente (el país no produce casi nada, depende al 98% de las importaciones) al precio del barril de petróleo que está por encima de los 70 dólares desde hace varios años!

Sin que Bouteflika digne asomarse, trayendo a la mente el recuerdo de su viaje a Lagos en 2.001 para participar en una reunión sobre el SIDA y dejando atrás una Cabilia ensangrentada y en llamas, habrá bastado el anuncio de una bajada de unos míseros dinares, sin embargo temporal (hasta el 31 de Agosto), del precio de esos mismos productos, para que los argelinos “se formalicen”, dando de este modo, para gran deleite del régimen argelino, una imagen poco reluciente de ciudadanos “que tragan con todo”.

Por el contrario, en Túnez el ahora ex-presidente Ben Ali, presa del pánico, se dirigió tres veces a los tunecinos en pocos días, para soltar lastre, anunciando medidas concretas y significativamente más importantes (destitución del Ministro del Interior, después de la totalidad del gobierno, consecuente bajada de los precios, creación de 300.000 puestos de empleo, garantía de las libertades política, sindical, de prensa y de expresión, liberación total de Internet, garantía de los Derechos Humanos, liberación de los detenidos, promesa de elecciones libres y transparentes y solemne promesa de no pretender otro mandato presidencial en 2.014), sin que remitiese la cólera de los tunecinos al enarbolar banderolas, tanto la víspera como la mañana de ese histórico 14 de Enero, en las que se podía leer: “Ben Ali, no has entendido nada”, expresando de ese modo una madurez política y ciudadana que habrá situado el objetivo de la lucha al nivel de la fuente, es decir, la caída de Ben Ali y de su régimen y la instauración de la democracia, única garantía para una vida digna y una estabilidad permanente.

Tauofik Ben Brik, en un artículo premonitorio, describe los acontecimientos en su país: “Una revuelta a la que le importa un rábano el pan y el empleo. Es una revuelta política, enteramente. No es una revuelta de los individuos sino de los pueblos, de las aldeas y de las ciudades en su totalidad. Una revuelta política radical. La que se planta sobre una posición no negociable. La que aboga por el colectivo en contra del individualismo, por la ley en contra de la del más fuerte, por la igualdad en contra de los privilegios, por el ciudadano en contra del cliente. Una revuelta que acorrala los tibios, los blandos, los vacilantes y los advenedizos”. ¿Lo conseguirán, tal como lo creyeron los argelinos después de 1.988, a pesar de haber estado menos atentos a la hipocresía del régimen y sobre todo menos conscientes del peligro de la esfera fundamentalista la cual, por ahora, está siendo discreta a la vista de los acontecimientos en Túnez? Aún es demasiado pronto para saberlo…

Entonces, ¿Qué elementos podrían explicar por qué la lección de madurez política ha llegado de dónde, con o sin razón, menos se esperaba, Túnez, mientras que a los argelinos, con poblaciones geográfica y culturalmente diferentes, se les ha otorgado la reputación de ser unos beligerantes curtidos en las huelgas, los disturbios y la insurrección? Valga como ejemplo, tan sólo durante el año 2.010, en Argelia se registraron no menos de… 110.000 disturbios y sublevaciones callejeras, promediando unos 9.000 disturbios al mes que han pasado desapercibidos debido a que se produjeron lejos de la capital y de los grandes centros urbanos; el territorio es varias veces más extenso que el de Túnez. Hay que decir que, en medio de uno de los ambientes políticos más opacos, ciertas características muy beduinas forman parte de la propia naturaleza de los argelinos, a saber, la amnesia, el regocijo tras cada fraude electoral masivo y el júbilo después de uno o dos partidos de fútbol ganados por un equipo nacional sin futuro, atiborrado de divisas y de jugadores todos nacidos y formados en el extranjero, mientras que el campeonato argelino, corroído por la corrupción y el anacronismo que corroen todos los compartimentos del Estado, es uno de los más mediocres del continente… ¡Esto ya es harina de otro costal!

Cabe señalar un profunda concienciación política de los tunecinos que se ha llevado a cabo lenta pero firmemente permitiendo a la juventud imbuirse, más o menos, de las ideas de modernidad y emancipación gracias básicamente al principio de igualdad entre sexos garantizado por la ley esencial y consolidado por el “Código del Estatuto Personal” y su repercusión sobre la mentalidad tunecina y ello, en detrimento del dogma islámico que sigue siendo la referencia política en Argelia y Marruecos. La liberalización de Internet no se queda a la zaga, ya que aunque se ha incrementado el control sobre ciertos usos como los blogs de activistas, Túnez sigue siendo con diferencia el país más conectado de todo el continente africano, lo cual ha posibilitado una intensa comunicación, una colosal información y la consecuente concienciación ciudadana. Finalmente, es necesario reconocer el permanente trabajo de fondo en el seno de la juventud y de las masas sociales realizado por una oposición que, aunque clandestina y/o semi-clandestina, no fue menos activa en el seno de la sociedad, sacando provecho sobre todo de la larga experiencia iniciada por los comunistas tunecinos, por los defensores de los derechos humanos y demás militantes de la libertad de expresión… De este modo se creó en 2.005 el “Colectivo del 18 de Octubre para los derechos y las libertades”, movimiento que agrupaba a opositores de diversas tendencias, incluidos islamistas, y luego, un año más tarde, se creó una nueva “Coalición democrática” que rompió con los islamistas.

Mientras tanto, en Argelia, el maná de petróleo todavía permite comprar una relativa “paz civil” mediante la corrupción, la contratación de nuevas clientelas, la sobreoferta religiosa y un adoctrinamiento del mismo tipo que siempre han funcionado a buen ritmo y son ahora reemplazados por los medios de comunicación, las escuelas las instituciones y las mezquitas; todos convocados sistemáticamente para manipular y hacer que la legibilidad política sea casi imposible. Además, Internet queda como patrimonio de una élite y de una parte de la juventud que la utiliza con el fin de encontrar una fisura que le permita abrir las puertas de Eldorado Occidental. En cuanto a la oposición política, en lucha contra sus propias contradicciones, evoluciona a años luz de la calle, la cual por otra parte, cada vez se aleja más de ella. Entre, para unos, un “oposicionismo” estéril sobre un fondo de discursos rimbombantes que alternan la exageración, declaraciones indecentes y un arribismo primario y, para otros, la domesticación mediante la aceptación de circunscribir la acción política al recinto de las instituciones “electas”; simples cajas de registro de las decisiones del nepotismo vigente, que sirven así de coartada democrática a ese mismo régimen y, eventualmente, de marco donde se elaboran minuciosamente proyectos de carrera y donde se promueven vocaciones de oportunistas que, para justificar su engorde y tener buena conciencia, distribuyen soportes digitales en los que muestran sus diatribas de temporada durante los plenos parlamentarios, las cuales no tienen el menor efecto sobre el día a día de los “votantes”, todos tan imaginarios como lo son los cargos “electos”…

La desorientación y la pérdida de la identidad política son tales que se forjan unas relaciones un tanto estrambóticas entre la oposición argelina y sus homólogos en Marruecos y Túnez que son parte de los regímenes totalitarios locales. Así, cuando el RCD (Alianza Constitucional Democrática), el partido de Zine El Abidine Ben Ali, mantiene relaciones muy estrechas con su homónimo argelino, el RCD (Alianza para la Cultura y la Democracia) lo cual, tan sólo vendría dado presumiblemente, para colmo del infantilismo político, ¡por la homonimia y la paronimia de dos siglas!, el MAK (Movimiento para la Autonomía de la Cabilia) que lucha en los recintos universitarios, en la web y en Francia, encuentra la forma de inmiscuirse en el conflicto del Polisario para apoyar la postura de Mohamed VI y echar por tierra las reivindicaciones de los independentistas del Sur, mientras que el FFS argelino se prosterna sin dudarlo ante su alteza el rey de Marruecos, llevando el ridículo hasta el extremo de repartir “la alegría de vivir y la amabilidad propias del pueblo marroquí contra la agitación y la animosidad del pueblo argelino” (palabras del primer secretario en la cadena marroquí M2).

Una diferencia más entre las situaciones que prevalecen en ambos países, sería el hecho que frente a un descontento que habrá sorprendido por su intensidad y su determinación a más de uno, incluido el régimen de Ben Ali, la dictadura ha vacilado, se sume en el pánico y probablemente saca a flote, en la mente de la casta gobernante, el espíritu de Ceausescu. Por este motivo, Ben Ali ¿No habría estado más acertado si hubiese pensado en pedirle la “fórmula mágica” a su amigo Bouteflika quien tiene más de un as en la manga que le permite, al igual que sus predecesores, pervertir los ideales y los movimientos de protesta, vaciarlos de su contenido político y de poner a su favor todos los disturbios que se saldan con muertos y heridos que se contabilizan por centenares, por miles…

Por último, los disturbios que se producen en Túnez afectan principalmente a la mitad norte del país, donde la densidad de población es la más grande y cuya extensión es apenas mayor que el Aurés o la Cabilia. Por lo tanto, la comunicación, especialmente por Internet que ha desempeñado un papel protagonista en la formidable movilización popular, ha sido más fácil y más fluida. En comparación, en Argelia, más allá de la intoxicación y de la desinformación de los medios de comunicación con mayor influencia y de la “rumorología”, nos enfrentamos con un territorio heteróclito de un tamaño varias veces más grande que el de Túnez y con poblaciones cuyas preocupaciones y modo de vida distan, como poco, de ser las mismas. Por consiguiente, sería casi imposible presenciar un conflicto de la misma amplitud y sobre todo de la misma naturaleza que movilizase a todos los ciudadanos de todas las regiones de Argelia.

Ciertamente, Túnez habrá dado una lección magistral a sus vecinos más cercanos, pero abstengámonos de cantar victoria demasiado pronto ya que Argelia pasó por eso mismo en 1.988. Efectivamente, nada nos dice que el “post-Ben Ali” se asemeje al “post- Octubre 1.988 argelino” donde, una vez más, el presidente Chadli no fue tan hostigado cono el régimen que lo designó, ¡pero es obligado constatar que tampoco nada invalida esta posibilidad!

Aunque el ciudadano tunecino esté más informado políticamente y menos dado a la religión, no es menos cierto que no se puede descartar una recuperación de los islamistas a pesar de su “discreción” durante estos acontecimientos. Así pues, al seguir disponible el tradicional vivero del “fascismo verde” (pobreza, paro…), el líder de Ennahda, Rached Ghannouchi, exiliado en Londres, ya ha anunciado su inminente regreso a Túnez y su “disponibilidad para tomar parte en la formación de un gobierno de unidad nacional”, y esto después de que el secretario general de los ulemas musulmanes, el teórico del terrorismo islamista, El Qaradhaoui, haya enviado un mensaje a los tunecinos en el que esencialmente dice: “… pueblo musulmán de Túnez, pueblo de muyahidines, yo te saludo y aplaudo tu valentía y tu lucha contra los taghout (infieles) que reniegan de la religión y de su profeta y que humillan a los musulmanes tunecinos (…)”.

También sería poco realista y una ingenuidad política creer que el régimen que Ben Ali desarrolló durante 23 años se resume en la figura del dictador, en la de los miembros de los Trabelsi y en la de algunos allegados del antiguo hombre fuerte de Cartago. El sistema tuvo tiempo suficiente para imbricarse en todos los segmentos del Estado y para infiltrarse en todos los compartimentos de la administración, de la policía… etc. La democracia, en estas condiciones y tras la euforia producida por la caída del déspota, puede revelarse como una simple visión de la mente si la calle y la oposición democrática se muestran distraídas, individualistas y menos alertas de lo que fueron sus homólogas argelinas y cabilias en 1.988 y 2.001. Es fácil imaginar el desastre y los grandes cambios que acontecerán en el Norte de África si Túnez cae en la saca del islamismo, es por eso que este vecino nos interesará más en lo sucesivo de lo que nos había interesado hasta ahora. Wait and see.

Allas Di Tlelli (H.A.)

Publicado en el diario Kabyles.net, La Cabilia, Argelia, el 18 de enero de 2011.

Traducido por Juan Carlos Figueira Iglesias.

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