La gitana de Vioolsdrif, por Rafael Muñoz Abad

29/09/2015 | Bitácora africana

Aboliendo la trata de esclavos cuando ya eran dueños de las encrucijadas oceánicas, los ingleses supieron convertir la Union Jack en su más poderosa marca publicitaria escondiendo en sus tres cruces la geometría variable de una moral gobernada al viento que mejor hinchó sus velámenes. En 1834 el gobernador de Ciudad del Cabo abolió la esclavitud provocando la ira de los colonos neerlandeses que optaron por marcharse y adentrarse en lo desconocido.

En la ardua colonización del norte de la provincia de El Cabo occidental, la escasez de mujeres [blancas] hizo que los holandeses se mezclaran con las khoisan y engendraran bastardos sin juicio alguno más allá del divino; es el origen de los coloured. Ni negros ni blancos; tampoco mestizos. Una rareza; alimañas a ojos del bóer.

Con mil kilómetros ya atrapados en el retrovisor me empeño en ganar la frontera. Desaliñado, paro a comer en gasolineras que son punto de encuentro de camioneros barbudos, autobuses y amantes de la ruta y el café de madrugada; me incluyo. Por mi físico me hablan en afrikaans pero respondo en inglés y aumento su desconcierto. La carretera hacia el norte es una recta infinita que atraviesa el Karoo. Un malpaís (*) desolado del tamaño de España…

Las hambrunas de madrugada son propias de estudiantes o de almas desarraigadas que huyen de algún desvelo; me incluyo. En medio de la nada coincido con los pasajeros del Intercape; una lujosa línea de autobuses de larga distancia. El conductor es el Frankestein sudafricano. Un coloured de casi dos metros que podría ser segunda línea de cualquier equipo de rugby. La cola para las papas fritas y el biltong es larga pero él se la salta y nadie osa protestar.

Katja es de tez índigo; elegante en sus harapos, ve pasar la vida en el turno de madrugada de la estación de servicio de Vioolsdrif. Última “población” antes de cruzar a Namibia. No camina, eso es para los mortales. Armoniosa, se difumina bajo una fluidez felina. La joven de la perla o Sade se desdibujan en ella; su mirar suave se dilata y con un etéreo cimbreo se desvanece tras el lino de una cortina que también es añil…El conductor del Intercape la sigue; Katja es coloured.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.

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(*) Malpaís, habla canaria que hace referencia a una zona árida, semidesértica o pedregosa.

Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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