La deuda de Occidente con la humanidad: el medioambiente.

15/12/2008 | Editorial

El tema de moda en Occidente es sin duda el cambio climático, pero pocos son conscientes de que, mientras Occidente es quien más energía consume, más poluciona el ambiente del planeta y más está destruyendo la naturaleza, en proporciones catastróficas, son los países que menos consumen y menos polucionan quienes están sufriendo ya las consecuencias de dicho cambio.

A pesar de los numerosos encuentros internacionales al respecto y de las, a veces, excelentes conferencias impartidas, hay poca voluntad política para desacelerar el proceso que inexorablemente conduce al cambio climático. Las medidas necesarias para ello son impopulares ya que afectan a nuestro estilo de vida y al consumismo desorbitado que sirve de alimento al desarrollo de las economías mundiales.

Europa se ha desarrollado a costa de destruir la naturaleza, y continúa haciéndolo en los países en vías de desarrollo con la excusa de que eso es necesario para el desarrollo del país. Lo que no dicen, y sin embargo es su verdadera finalidad, es que se persigue el bienestar consumista de occidente.

Ejemplo, la tala de árboles. Se dice que, en tiempos remotos, un mono podía, atravesando Europa, llegar hasta Gibraltar sin poner los pies en el suelo. Ahora no hay que ir muy lejos para ver por doquier amplios espacios sin un árbol a la vista. Los hemos liquidado todos. Ahora la madera centenaria vamos a buscarla en los pulmones de la tierra, en los países en vías de desarrollo.

¡Qué curiosos somos los humanos! Sabemos que hemos destrozado los pulmones de Occidente, sabemos cuán necesarios estos son para la regulación del clima… y, en vez de apoyar a los países que aún conservan esos valiosos pulmones en beneficio de todos, ofreciéndoles un desarrollo sostenible mediante el acceso a energías renovables, volvemos hacer lo que hicimos en nuestros países con nuestros árboles. Cortarlos uno a uno en nombre de un falso y miope “desarrollo”.

Y mientras tanto, seguimos polucionando el ambiente, emitiendo gases nocivos, acelerando insensatamente el cambio climático. No parece que eso nos asuste de verdad. Occidente cree tener la capacidad técnica de sobrevivir a sus consecuencias. Pero, y ¿el resto de la humanidad?

África ya está sintiendo los efectos. Estos van desde la galopante desertificación del Sahel, hasta el aumento de 4 grados en la temperatura, como se ha verificado en las inmediaciones del lago Victoria. Las consecuencias son inmediatas: mayor incidencia de la malaria, peor salud, menor capacidad de trabajo, mayor pobreza, menor resistencia a las enfermedades y vuelta al inicio, a modo de círculo vicioso, del que pocas esperanzas nos quedan de salir.

Ya es hora de entender, de una vez por todas, que somos responsables de tragedias evitables y que nuestro progreso no puede realizarse a costa de la vida de los demás. Todos nuestros esfuerzos consagrados al cuidado de la naturaleza, para contaminar menos y reciclar más, para consumir responsablemente emitiendo menos gases nocivos e invirtiendo más en energías renovables – tanto aquí como en África – es la deuda que tenemos que pagar a la humanidad por nuestro nefasto desarrollo destructivo.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster