La cuestión de la responsabilidad endógena en la alienación económica y política en África

1/07/2011 | Opinión

Una exposición del Dr. Alexis Dieth, profesor de filosofía en el Instituto de Francofonía de Viena.

El espíritu humano tiende naturalmente a dominar los fenómenos y los acontecimientos temporales que afronta, buscando determinar las razones externas, uniendo y relacionando los fenómenos con las causas externas de las que son los efectos. El fenómeno de la colonización y de la dominación económica y política de los países africanos por los Estados capitalistas occidentales parece pues avalar nuestra tendencia a buscar las causas del malestar africano fuera de África y a identificar los fundamentos de la alienación en África fuera de África. Situar la fuente de todos nuestros males en Europa occidental, en el círculo de las potencias imperialistas y de los colonizadores de antaño, aparece como una actitud fundada en la razón, una explicación causal sensata y creíble de los retrasos sociales, económicos y políticos de África.

Después de la segunda guerra mundial, el enfrentamiento de los bloques que se producía por intermedio de Estados clientes del Tercer Mundo interpuesto, ha justificado la tesis de la responsabilidad de las potencias extranjeras en la explicación de la alienación económica y política de África; tesis reforzada después, al final de la guerra fría, por el mantenimiento de los dominios reservados y de las esferas de influencia que estructuraron la colonización y siguieron a las independencias. Esta primera interpretación de los hechos, aparentemente objetiva y convincente, se revela sin embargo un poco superficial ya que en el terreno de los fenómenos producidos por las acciones e interacciones humanas de los que los acontecimientos históricos forman parte, las causas externas de fenómenos tienen influencia pero no determinan nunca la aparición de los efectos. Una explicación de los fenómenos históricos hecha exclusivamente por las causas externas parece forzosamente parcial e incompleta.

Hay que hacer intervenir, además, otro tipo de causalidad: la causalidad interna que integra en la serie de las causas, la espontaneidad humana, la libertad, el poder que el hombre posee de tomar iniciativas, de empezar algo por sí mismo en el tiempo, independientemente de toda coacción externa. En la historia, la última palabra la tienen las causas internas que dependen de las diversas decisiones de todos los protagonistas comprometidos en la acción. Son estas decisiones, estos compromisos personales los que determinan la aparición de los fenómenos. Hay que tomar pues el fenómeno histórico de los retrasos multiformes de África a la luz de la responsabilidad activa de todos los actores que concurren al advenimiento del fenómeno especifico. Invocar las coacciones externas dependientes del pasado y las múltiples conexiones materiales, económicos, financieros y políticos de orden colonial, así como el dominio del capitalismo multinacional mundial, que reducen a nada toda empresa de de autonomía y de desarrollo, invocar todo esto aparece en este caso insuficiente para explicar los males de los que hoy sufre África. El argumento de las coacciones, impuestos por el sistema depredador externo del capitalismo internacional no puede ocultar y abolir el papel de las motivaciones internas que han inspirado las decisiones de los actores y los de la toma de decisión locales que debían orientar el curso de la historia en un cierto sentido.

No se debe olvidar que después de las independencias africanas, que fueron el resultado de diversas luchas populares, sindicalistas, políticas y en varios casos de guerras de liberación nacional, los nacionales cogieron en mano las llaves de sus destinos por la gestión del Estado; la nacionalización subsiguiente de la administración, de la función pública y de los sectores superiores de la economía, del comercio y de las finanzas. Esto significa precisamente que los nacionales cogieron el control de todos los resortes internos del poder económico, social y político. Tuvieron pues plenamente la responsabilidad de construir el presente y el futuro de los Estados africanos independientes. Hoy, después del cincuentenario de las Independencias africanas, el balance a menudo calamitoso de los gobernantes africanos, no puede ponerse de manera exclusiva a cuenta de la responsabilidad de las potencias coloniales. La desestructuración y la pérdida de identidad cultural de las sociedades africanas hubieran podido ser reparadas con una política voluntariosa de reorganización, fundada en la re apropiación cultural de los instrumentos de la modernidad que hubiera permitido que África sea inscrita en ella. La minorización de los pueblos practicada por la política colonial hubiera podido ser deshecha con un rechazo al centralismo de los partidos únicos, generador de las dictaduras opresoras de derechas o de izquierdas, de las que sufre África hasta nuestros días. Esta minoría habría podido ser vencida re-centrando el campo político en la idea de pluralidad, característica originaria de las sociedades africanas. El principio moderno importado de autonomía y de responsabilidad individual de la persona hubiera podido ser integrado inteligentemente al de la responsabilidad colectiva de las sociedades tradicionales totalitarias africanas entrando en la modernidad. La síntesis de estos dos principios orientados hacia la promoción y la defensa del interés general y del bien público de las poblaciones hubiera podido ser adoptado como ética política de los nuevos Estados multi-étnicos que reedificar de arriba abajo.

Los mecanismos de la violencia colonial perpetuados

Bajo la influencia de las condiciones externas y por razones determinantes personales internas, hemos escogido deliberadamente renovar y prorrogar los mecanismos de la violencia colonial, de la dominación económica y política de los pueblos. Esta elección calamitosa no ha pasado por alto a los historiadores. En su obra “África en el siglo XX: El continente codiciado”, el historiador Elikia M’Bokolo subraya que las élites que invistieron los aparatos del Estado dejados por el colonizador rehusaron deliberadamente transformarlos porque “descubrieron el interés que tenían en conservarlos tal como eran” cf. p. 336. Interesados en utilizar en su provecho el orden opresor colonial, las nuevas élites dirigentes africanas conservaron en buen estado las estructuras de la opresión colonial. “El mantenimiento del orden incumbió a los ejércitos nacionales improvisados a partir de las fuerzas públicas coloniales” q.ibid p. 336. A la idea de la “descolonización como punto de partida de transformaciones mayores” prefirieron la idea de “la descolonización como último término de una larga lucha”. Escogieron prorrogar, tal como eran, las estructuras de la dominación y de la explotación coloniales utilizándolas en su provecho en vez de de revolucionar las estructuras y transformar las mentalidades en el sentido de un proceso continuo de verdadera liberación. Hubo pues una continuidad voluntaria de la lógica de la dominación que se apropiaron las nuevas clases dominantes africanas. Hasta nuestros días esta lógica de la dominación sigue siendo adoptada, bajo modalidades diversas, por las élites étnicas dirigentes en su provecho y contra sus propios pueblos. A la dominación colonial exterior occidental, le sucede después otra dominación interior africana de tipo colonial.

Desde las independencias, la experiencia de una ocupación territorial y de una explotación endógena en la que, en los países de África, un grupo étnico de autóctonos se apropia el poder del Estado y lo gestiona como lo haría una potencia ocupante extranjera, nos permite hablar de colonización étnica interior africana (ver El etno colonialismo africano. Dieth, Alexis) que se desarrolla en los Estados multi-étnicos heredados de la colonización extranjera occidental, en los que las comunidades étnicas extranjeras las unas a las otras fueron agrupadas a la fuerza. La hermenéutica marxista critica, que permite desvelar y destruir la dominación exógena de África debe permitir desvelar y destruir la dominación endógena autóctona africana. Conviene resaltar esta depredación y esta dominación endógenas clasistas de derechas o de izquierdas. Esta depredación autóctona se camufla a menudo bajo un anti-colonialismo y un nacionalismo que está en general en contradicción con el panafricanismo de apariencia, como testimonian las cazas a los extranjeros africanos que han ocurrido en Costa de Marfil con ocasión de la crisis post electoral. En realidad, este panafricanismo de apariencia esconde un etno-nacionalismo de exclusión que se presenta bajo la forma de un etno-colonialismo. Obsesionado por la demencia obtusa de la dominación colonial e imperialista de África por el Occidente capitalista, el anti colonialismo emocional dogmático de los intelectuales está ciego ante los mecanismos de esta depredación y de esta dominación endógena clasista.

De una nocividad igual, si no superior, al colonialismo exterior occidental, el colonialismo étnico interior es por tanto una terrible fuerza de inercia y el obstáculo más grande a la reconstrucción post-colonial de los Estados multi-étnicos africanos. La naturaleza ideológica del etno-nacionalismo, instrumento de legitimación de la dominación endógena de clase de las élites étnicas dirigentes se disimula con su anti-colonialismo proclamado. Sostenido por este anti-colonialismo de apariencia que actúa como una pantalla de humo, el etno-nacionalismo permite reproducir la dominación clasista de las élites étnicas, verdaderos colonos autóctonos en los Estados multi-étnicos africanos. El resentimiento de los pueblos africanos hacia Occidente, resentimiento que resulta de las heridas infligidas por la trata de negros, de colonización, así como de la cólera suscitada por el apoyo interesado, que los Estados occidentales dispensan a las dictaduras africanas, les impiden captar la nocividad radical del etnonacionalismo que esconde la opresión endógena. Este rencor histórico de los pueblos constituye un verdadero seguro de vida para las clases étnicas dominantes. En efecto este rencor hace que a menudo las poblaciones consideren que la explotación y la dominación endógenas ejercidas por élites étnicas y las dictaduras etno-coloniales africanas hacia su propio pueblo es un mal menor en comparación con la explotación extranjera. Con ocasión de las revueltas, el recurso a la retorica anti colonial y pan africanista y al argumento no exento de verdad, según el cual las intervenciones extranjeras están motivadas por cálculos interesados destinados a reintroducir una dominación y una tutela extranjeras, basta para cambiar la opinión en favor de las dictaduras etno coloniales.

Elaborar una contra-cultura

La problemática de la elaboración y de la difusión de una contra cultura, de una nueva concepción del mundo destinada a educar las poblaciones que están todavía bajo el dominio de las viejas ideologías, se convierte en una cuestión central.
¿Cómo desvelar la explotación endógena ejercida por las dictaduras etno coloniales, cuando las heridas psicológicas de la historia se añaden a la lealtad consuetudinaria hacia las élites tribales que fundan el nacionalismo étnico sobre el que se apoyan estas dictaduras? ¿Cómo en efecto trabajar a la desalienación y a esclarecer las conciencias cuando las poblaciones quedan vinculadas a las clases dominantes étnicas por las lealtades consuetudinarias y tribales que estructuran las comunidades étnicas?

De aquí, la función ideológica e instrumental del anti colonialismo queda encubierta por un problema de psicología colectiva histórica y sociologicamente determinado. Es difícil liberarse de sí mismo. Hace falta un valor infinito para caminar hacia sí mismo a través de las desgracias seculares de la trata de negros y de la colonización para descubrir como en un espejo que siempre el enemigo más implacable es uno mismo. Esto es así, tanto más que, en los campos saqueados de la historia, el supermercado de los disfraces y de los engaños ofrece a un precio módico, las mascaras eficaces del anti-colonialismo, del soberanismo, del patriotismo, del socialismo y del liberalismo que permiten a las élites reproducir su dominación y su depredación clasista contra las clases engañadas.

Así se plantea la cuestión de la elección de las mediaciones permitiendo, más allá de las necesidades históricas, emprender la revolución de las mentalidades y la reforma de las costumbres que piden las evoluciones y cambios estructurales de las sociedades africanas. ¿No sería indispensable revisitar la historia africana de manera crítica con miras a revelar las estructuras del avasallamiento autóctono y las complicidades internas que han hecho posible la dominación extranjera? ¿No sería esencial desvelar el modo de producción esclavista africano en el que las dictaduras etno-coloniales actuales, estructuras de esclavitud de los pueblos, parecen ser los avatares modernos? ¿No sería vital desvelar la continuidad que une las dictaduras etno coloniales de hoy a las formas de dominación económica y política del pasado? Este caminar crítico a través de la historia ¿no constituiría para el sujeto histórico que es el africano, una indispensable vuelta sobre sí mismo, un redescubrimiento de sí mismo, susceptible de curar las heridas históricas a través de la toma de conciencia de su parte de responsabilidad en la Historia? Esta toma de conciencia de la responsabilidad histórica del africano que hace su historia ¿no representa la mediación central que permitiría derribar las dictaduras etno coloniales en provecho de una formación social que haría del individuo soberano el actor central de la vida económica y política? Para introducir a África en la modernidad, ¿no haría falta tomar el camino de la construcción de los Estados -nación en los Estados multiétnicos africanos para sustituir por una democracia ciudadana a las dictaduras etno coloniales? ¿O bien haría falta adoptar la vía de un nuevo trazado de las fronteras heredadas de la colonización occidental con miras a construir Estados étnicamente homogéneos?

En todos los casos, el comienzo de una dinámica de progreso hacia la autonomía política de los pueblos de África pasa por el poner al descubierto y la destrucción de esta figura central de la alienación endógena en los Estados multiétnicos, que constituyen la dictadura étnica colonial y la súper estructura ideológica que asegura su perpetuación. La lucha debe entablarse contra esta fuerza interior de regresión que opera solapadamente desde las independencias hasta nuestros días en los Estados multiétnicos del Tercer Mundo y específicamente en los de África.

Dr. Alexis Dieth

Titular de un doctorado de Estado sobre la “Ética formal de Kant” con el apoyo de la Universidad de Poitiers. Es profesor en el Instituto de la Francofonía en la universidad de Viena.

Tomado de la página web: Un Congo dé-chaîné et indépendant, donde fue publicado el 12 de mayo de 2011.

Traducido por Inmaculada Estremera, H.m.n.s.d.a, para Fundación Sur.

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