La crisis es “mundial” pero “selectiva”: África sigue olvidada.

17/11/2008 | Editorial

La crisis financiera es un fenómeno que está afectando a todo el mundo y no solo a las “potencias occidentales”. Se habla mucho del efecto que la crisis tiene sobre las economías de EE.UU. y Europa, y de la necesidad de inyectar dinero público para revitalizar el mercado del crédito. Sin crédito, hay colapso. De hecho, muchos occidentales vivimos y progresamos gracias al crédito que nos conceden y a las deudas, las hipotecas por ejemplo, que aplazamos cada día más hacia un futuro cada vez más lejano. No podemos imaginarnos qué sería de nuestro estilo de vida si no tuviésemos la oportunidad de pagar las cosas y la casa, a plazos. Si tuviéramos que pagar todo al contado…

Esto es precisamente lo que está pasando en África. La mayoría de la gente tiene que pagar, en efectivo y por adelantado, sus gastos. Sea que compres una casa, un coche o cualquier otra cosa, el dinero tiene que ir siempre por delante. Los agraciados, que pueden conseguir un préstamo, tienen la desgracia de pagar intereses tan elevados como el 20 ó el 30%. Y, a veces, para una habitación hay que pagar un año entero de alquiler por adelantado.

Con salarios de miseria, que se invierten inmediatamente en la supervivencia de la familia, pocos son los que pueden “ahorrar” y conseguir los fondos necesarios para desarrollar un proyecto. Una de las numerosas dificultades para el desarrollo africano es la falta de crédito. Si bien es verdad que algunos programas de ayuda al desarrollo intentan aliviar dicha situación, como los llamados micro-créditos, éstos no son sin embargo suficientes para causar un impacto significativo en la economía nacional.

África necesita créditos para su desarrollo. Unos créditos, que si en el pasado eran difíciles de conseguir, con la crisis financiera actual, pocas son las esperanzas de obtenerlos en cantidad significativa. Ya se han anunciado recortes a gran escala en este campo porque los países están más preocupados por su propia situación financiera que por el impacto que ciertas políticas caseras puedan causar en el resto del mundo.

Aunque hablemos de crisis mundial, de hecho, solo estamos preocupados por nuestra propia crisis. Aún no hemos comprendido que todos estamos en el mismo barco y, aunque haya que actuar localmente, tenemos que pensar globalmente. Respecto a la economía parece que todos estamos miopes, mirando sólo a nuestro entorno y pensando que podemos aislarnos del resto de la comunidad internacional, especialmente de aquellos que están sufriendo más la crisis actual y tienen menos recursos para salir de ella. No es válido el grito desesperado de “sálvese quien pueda”.

Aunque la reunión del G20 del pasado sábado, 15 de noviembre, intentó ser un esfuerzo global para cooperar en la solución de la crisis, se quedó corta en sus propuestas globales y mantuvo un gran silencio sobre las consecuencias sociales que la crisis está teniendo en los países menos desarrollados. Una vez más, se habla de crisis mundial pero solo con la mirada puesta en unos pocos países selectos… y África, como siempre, olvidada.

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