«La corrupción silenciosa» y la “informalidad” del Banco Mundial

28/05/2010 | Opinión

El Informe 2010 de los indicadores de desarrollo en África se centra en la “corrupción silenciosa” de los trabajadores del sector público, acusados de no cumplir con su papel. Este es el último intento por parte del Banco Mundial de justificarse ante el continuo empobrecimiento de África, escribe Yash Tandon.

Ei Informe 2010 de los indicadores de desarrollo en África sobre de «la corrupción silenciosa“ es un ejemplo más de las políticas del Banco Mundial encaminadas a desviar la atención. Desviar la atención, deliberadamente o no, para evitar las preguntas dirigidas a tratar de comprender la perpetuación de la pobreza y el subdesarrollo en África. Distraer también la atención ya que este informe pretende, probablemente de un modo consciente y deliberado, eximir al Banco Mundial de su responsabilidad en la perpetuación del escaso desarrollo de África.

¿Qué indica el informe?

El informe plantea tres aspectos principales. Primero sugiere un nuevo concepto –la corrupción silenciosa- entendida como la acción de los funcionarios públicos que no cumplen con su deber cuando prestan un servicio por el que reciben una contraprestación económica. En definitiva, prácticas corruptas en los servicios públicos. Entre los ejemplos más evidentes destacan la falta de maestros en las escuelas públicas y la falta de médicos en las clínicas públicas. Otros ejemplos: los robos de medicamentos en las clínicas públicas que posteriormente son vendidos en los mercados privados, así como fertilizantes subvencionados que son diluidos antes de ser entregados a los campesinos.

En segundo lugar, el informe sostiene que la “corrupción silenciosa” no sólo es insidiosa y muy extendida en África, sino que afecta a los más pobres de manera desproporcionada y puede causar consecuencias a largo plazo. Tal como indica Obiageli K. Ezekwesili – vicepresidente del Banco Mundial para la región de África – en el prólogo del informe: “… privados de la educación a causa del absentismo de los maestros, los niños contarán en la edad adulta con escasos recursos cognitivos y una salud mediocre. La falta de medicamentos y de médicos conlleva muertes innecesarias provocadas por la malaria y otras enfermedades. Los agricultores que reciben fertilizantes diluidos que no generan resultados, renuncian a utilizarlos con lo que se encuentran con una escasa producción agrícola».

En tercer lugar, la “corrupción silenciosa” no aparece en los titulares de los periódicos como ocurre con los grandes escándalos de corrupción. Observamos también que no aparece en el índice de Transparencia Internacional ni en otros índices de corrupción mundial. Para enfatizar en este aspecto, la cubierta del informe aparece adornada con la foto de un iceberg hundido en las profundidades del océano simbolizando la corrupción silenciosa. Únicamente resulta visible una pequeña área. Una parte que, según el informe, es la causa de tanta miseria en África.

Pero antes de criticar el informe, conviene concederle cierta credibilidad. No puede negarse que la corrupción silenciosa, tal como viene definida en este informe, existe. Es importante reconocer este hecho que no sólo tiene lugar en África sino que se da en el mundo entero. No es justo señalar únicamente a África. Pero tampoco era necesario realizar un informe de 200 páginas para denunciar estos hechos. El informe resulta repetitivo, incidiendo en el mismo argumento una y otra vez. La revisión del texto habría permitido reducir el informe a proporciones más manejables de no más de 50 páginas. Este hecho habría disminuido los costes de producción y de distribución, reduciendo la corrupción silenciosa dentro del propio Banco Mundial. No obstante, éste es un hecho menor comparado con la profunda deficiencia de este informe.

¿En qué se equivoca el informe?

En primer lugar, resulta exagerado afirmar que la corrupción silenciosa es tan grave que mina el desarrollo de África y que explica de modo significativo la razón por la cual África no llega a alcanzar los Objetivos del Milenio para el Desarrollo (OMD).

Según los términos contenidos en el informe, el iceberg de la corrupción hace fracasar los esfuerzos desplegados para mejorar el bienestar de los ciudadanos africanos, en particular la de los pobres que dependen básicamente de los servicios públicos. Más concretamente, la corrupción y un mal gobierno contribuyen a explicar el por qué un aumento de los fondos concedidos, como los que debían permitir alcanzar los OMD, no se tradujeron en una mejora de los indicadores de desarrollo, particularmente en África.

Examinemos esta afirmación con detenimiento. Lo que está indicando es que las inversiones destinadas a los OMD en África son sustraídas por burócratas, profesores, médicos, enfermeras, aduaneros mezquinos (en una palabra, todo el nivel jerárquico medio de los funcionarios públicos) que son las lacras de la sociedad. Son ellos los responsables del fracaso de África a la hora de alcanzar los Objetivos del Milenio. Con el fin de reforzar esta afirmación, el informe ofrece varios ejemplos ya citados anteriormente.

Uganda parece estar en la peor situación, por ejemplo, en cuanto al absentismo de los profesores. El informe cita fuentes secundarias para reforzar sus argumentos. Al oeste de Kenia, Glewwe, Kremmer y Moulin (2009) documentaron que el 12 % de los profesores no se encontraban en clase cuando deberían estar enseñando. En Uganda se estima que una proporción aún más importante, cerca de un tercio de los profesores, no estaba en su puesto durante el horario de clase. (Habyarimana 2007)

Otro ejemplo de corrupción silenciosa lo encontramos en el sector del transporte. El informe cita un estudio de Teravaninthorn y Raballand (2008) en el que elaboraron una base de datos que contenía los costes y el precio de once rutas en siete países. El estudio mostró que la «tasa de corrupción» (empleando los términos del informe) de los policías y los empleados de las aduanas era significativa en África del oeste (aproximadamente del 20 al 27 %), mientras que, sorprendentemente, era del 1 %, prácticamente insignificante, en África del Este y en África austral.

En Tanzania, parece ser que los médicos y las enfermeras son los principales responsables de las muertes producidas por malaria. El informe cita dos estudios (Savigny 2008; Das y Leonard 2009) que muestran que en la Tanzania rural, 4 de cada 5 niños que mueren a causa de la malaria buscaron tratamiento médico en clínicas modernas. El informe concluye: «numerosos hechos demuestran la existencia de una corrupción silenciosa como: la ausencia de equipamientos de diagnóstico médico, el robo de medicinas, la ausencia profesionales y un esfuerzo mínimo para establecer un diagnóstico, todo ello ha contribuido a construir estas estadísticas deprimentes».

Hay por lo menos tres aspectos que son falsos en este tipo de análisis.

El primero es de tipo metodológico. Los diferentes investigadores utilizan metodologías diferentes y categorías conceptuales diferentes en sus evaluaciones. Ni los conceptos ni las metodologías de búsqueda son comparables. Cualquier lector no instruido encontraría sorprendente –según las estadísticas mencionadas anteriormente- que en África del Este los profesores aparezcan como los más corrompidos de toda África, pero que los policías y los aduaneros aparezcan, en comparación como ejemplo de virtudes.

El segundo está relacionado con el uso inapropiado que el Banco Mundial hace de esta literatura secundaria y que cita en su informe. Los autores e investigadores tienen sus propios objetivos a la hora de enfocar las investigaciones de un modo u otro y pueden haber sacado sus propias conclusiones en cuestiones como el absentismo de los profesores. Además, tampoco afirmarían que este tipo de malas prácticas por parte de los profesores, médicos, enfermeras, aduaneros y policías, así como los burócratas de los niveles jerárquicos medios e inferiores, son la explicación del fracaso de África a la hora de alcanzar los Objetivos del Milenio. Esta es la conclusión del Banco Mundial y no la de los autores e investigadores ampliamente citados. El Banco Mundial es oportunista al utilizar los estudios de los investigadores para promover unas conclusiones preconcebidas y utilizarlas para apoyar unos argumentos que los investigadores no utilizaron.

La tercera crítica respecto a este informe -y es la más letal (empleando el mismo término que el informe utiliza refiriéndose a la corrupción silenciosa)– en relación a los argumentos del Banco Mundial, es que al centrar la atención en la pequeña corrupción (que efectivamente existe en África pero también en la inmensa mayoría de los países del Tercer Mundo), el Banco Mundial intenta, en vano, camuflar su propia responsabilidad en la creación y perpetuación de las condiciones de pobreza y subdesarrollo de los países africanos (y en otros países del Tercer Mundo).

Es de sobras conocido que, en los años 1980 y 1991, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), así como el grupo de donantes y la Organización mundial del comercio (OMC), elaboraron un sistema bastante sofisticado, llamado “Programas de Ajustes Estructurales” (PAS) y posteriormente el “Documento de Estrategia de Reducción de la Pobreza” (DRSP). Éstos, a cambio «de las ayudas al desarrollo», forzaron a estos países a que adoptaran políticas de liberalización y de privatización de su economía así como otras políticas similares. Abundan las pruebas que muestran de un modo indiscutible que el PAS tuvo un efecto devastador, provocando, entre otras cosas, la desindustrialización y el paro masivo en los países que adoptaron los PAS y los DSRP. (1)

Debido a una situación desesperada y al instinto de supervivencia, los profesores, enfermeras y los niveles jerárquicos intermedios e inferiores de los funcionarios, los que no pueden emigrar a Occidente, (y emigraron miles de ellos) recurren a la corrupción silenciosa. Esto no justifica su modo de actuar, pero ayuda a comprender las causas fundamentales de la corrupción silenciosa y que el Banco Mundial señala como causa del fracaso de África en alcanzar los objetivos del MDG. Los países africanos, efectivamente, no conseguirán alcanzar los objetivos del milenio pero la responsabilidad principal corresponde al Banco Mundial, al FMI, a la OMC, a la supuesta “ayuda al desarrollo” del grupo donantes y, no olvidemos tampoco, a los máximos niveles jerárquicos de los gobiernos africanos. Es a la gran corrupción a quién debe reprochársele el escaso desarrollo de África y no a “la corrupción silenciosa”.

Y, por último, el vice-presidente del Banco Mundial, Obiageli K. Ezekwesili, argumenta en el preámbulo que «es necesaria una combinación de liderazgo fuerte y comprometido así como el desarrollo de políticas e instituciones sectoriales y, lo más importante, una total transparencia e incremento de la participación ciudadana, imprescindible para el buen gobierno», con el fin de poner fin a la corrupción. No podríamos estar más de acuerdo. Pero el Banco Mundial no es un modelo a imitar. Todos los procesos que imponen los programas de ajustes estructurales han sido decididos desde arriba. Posteriormente, la sociedad civil y las ONG han sido invitadas a realizar sus aportaciones. A todo este proceso le han llamado «planificación participativa”. Gran parte de estas ONG están financiadas por los propios organismos donantes. Las ONG debían, supuestamente, representar al pueblo, actuar en sustitución del pueblo. Una vez implicadas las ONG, el Banco Mundial ya podía afirmar que: «consultamos al pueblo, nos comprometimos en un proceso liderado por el pueblo». Una vez colocada la hoja de parra en su lugar, el plan podía llevarse a cabo tranquilamente afirmando que el pueblo había participado. La hoja de parra apenas podía cubrir la desnudez del Banco Mundial.

La corrupción silenciosa practicada por los niveles jerárquicos medios e inferiores de los funcionarios: profesores, enfermeras, policías y aduaneros en África, aunque indefendible, vista en su verdadero contexto, resulta ser “una resistencia silenciosa» a la práctica diaria de la gran corrupción de los oligarcas y plutócratas al poder en África y en connivencia con la comunidad de donantes y de la «gran coalición» del Banco Mundial, el FMI y OMC.

Nota:

(1) Para información adicional sobre los efectos del PAS sobre las economías de Bangladesh, Ecuador, El Salvador, Ghana, Hungría, México, Filipinas, Uganda y Zimbabue, consulte: “Structural Adjustements Participatory Review Internacional Network (SAPRIN 2004)”, «Estructural adjustement: the policy roots of economic crisis, poverty and inequality (Zed Books)”

Yash Tandon

Publicado en Panbazuka, el 02 de mayo de 2010, Número 144

http://pambazuka.org/fr/category/features/64204

Traducción de Mariola Foix Llorens, Licenciada en A.D.E, Post Grado en Cooperación Internacional U.O.C.

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