Kenia : Los agricultores abandonan el maíz por la mandioca, por Antonio Molina

2/11/2011 | Bitácora africana

INTRODUCCIÓN

El cuerno de África está sufriendo la peor sequía conocida desde hace 60 años. Unos doce millones de personas sobreviven en situación de crisis alimentaria. La falta de lluvia no tiene toda la culpa, pues esta crisis tiene también causas políticas: La guerra civil en Somalia y la inestabilidad política de la región han provocado el desplazamiento de poblaciones, que desestabilizan los Estados y complican aún más la tarea de las ONGs. Por otra parte, los ganaderos somalíes han trashumado hacia las riberas de los ríos que aún no están secos.
A las tensiones provocadas por las milicias islamistas de Al Chabab y la piratería en la costa del océano Índico, hay que añadir las tensiones recurrentes, podemos decir que tradicionalmente endémicas entre pastores y agricultores.

En Somalia, las milicias de Al Chabab impiden desde hace dos años el acceso de los agentes humanitarios a la capital, Mogadiscio. Durante el transporte de los alimentos por mar y tierra, casi el 50% son robados. Las carreteras casi no existen y para llegar a los campos de refugiados situados en Kenia, cerca de la frontera con Somalia, hay que vencer muchas dificultades y expolios. Este verano se contaban más de un millón de refugiados somalíes fuera de su país: 500.000 en Kenia, 280.000 en Etiopía y 270.000 en Yemen y el resto en Uganda.


LA REACCIÓN POSITIVA DE LOS GRANJEROS

Norman Ngunda es un campesino del pueblo de Kée, situado a unos 100 kms al sureste de Nairobi, la capital. Su campo de una Ha. está nivelado en terrazas sobre el flanco de una colina, así retiene el agua de las lluvias y evita la erosión.
Con gesto decidido arranca del bancal un pie de maíz. La planta sólo tiene poco más de medio metro. El tallo amarillento está casi seco, la “panocha” – espiga del maíz – no se ha formado.“¡Aquí sólo hay paja para el burro!” – se lamenta.
En la terraza inferior los pies de mandioca con sus hojas verdes de formas alargadas tienen más de dos metros de altura.
Nos comenta este agricultor de cerca de 60 años: “Por causa de la falta de lluvias, yo me vi obligado a ordenar a mi familia para ayunar algunos días.”

En la actualidad el 70% de la población recibe ayuda alimentaria regularmente, distribuida sea por el gobierno, sea por las ONGs.
Norman nos sigue contando: “Yo me acordé de los que hacían nuestros viejos, cuando aparecía la sequía dejaban el maíz y plantaban mandioca.”

LA MANDIOCA

Los tubérculos de esta panta producen una harina blancuzca comestible. Hay que eliminar en algunas especies la piel o cáscara por ser más o menos venenosa. Su cultivo precisa de mucha menos agua que el maíz y casi no necesita pesticidas.
Un proyecto financiado por la Unión Europea provee a los agricultores, de tallos no tóxicos, producidos por KARI – Instituto de Investigaciones Agrícolas de Kenia.


ALIMENTO DE LOS POBRES

Numerosos keniatas consideran la mandioca como una planta para los pobres. Al ser introducido el cultivo del maíz durante la época colonial, los colonos favorecieron el abandono de los cultivos tradicionales de Kenia. Pero la frecuencia de las sequías los ha obligado a recordar lo que hacían sus antepasados.

En todo caso, 400 pequeños agricultores de ese distrito han seguido el ejemplo de Norman y van a recoger su primera cosecha de mandioca.
Leonardo Mawen, secretario del grupo de granjeros, explica:”No es sólo en las regiones áridas del noreste del país donde se sufre de la sequía, también en nuestras tierras estamos sufriendo el cambio climático. Antes llovía una media de 800 m/m anuales, ahora sólo unos 400m/m. Además la distribución de las lluvias es muy desigual. Hay años que ha llovido sólo una semana y después ¡nada!”

LA MANDIOCA SE REVALORIZA

Esta planta o mejor su harina (que en muchos lugares, en castellano, se llama “tapioca”), sube de precio cuando escasea el maíz, que sigue siendo el mayor cultivo de cereales de Kenia. Algunos granjeros ante la perspectiva de que la sequía dure, piensan plantar 2/3 de sus campos con mandioca y 1/3 de maíz.

La mujer de Norman echa sus cuentas: “Cuando vendo en el mercado tres raíces de mandioca recibo 100 chelines kenianos ( unos 1,60 €) y con ese dinero puedo comprar 2 kilos de harina de maíz, que me bastan para un día a mi familia.”

En el pueblo de Mbuvo, 60 kms más al sur, más de 500 granjeros se han organizado en cooperativa y están recogiendo su primera cosecha. Al llegar a la pequeña sede de la cooperativa los tubérculos son lavados y si la especie es tóxica se monda la cáscara. Su “carne” es transformada en una sémola de harina, parecida a la sémola de trigo para el cuscús. Después es secada al sol en grandes bandejas de madera protegidas del viento con plásticos (sacos del maíz).

MÚLTIPLES USOS DE LA HARINA DE MANDIOCA

Judá Kimed, secretario de la cooperativa de Mbuvo, afirma con entusiasmo: “¡De la mandioca nada se pierde!” Y muestra sobre su mesa saquitos de 1 kilo de harina, paquetes de chips, sacos de ración para el ganado y “la recarga de las baterías” para estimular el placer de las parejas…

OTROS CULTIVOS TRADICIONALES

El KARI – Instituto de Investigaciones Agrícolas de Kenia – está seleccionando simientes de sorgo resistentes a la sequía, como existe en el Sahel. El objetivo es llegar a que 3.000 granjeros cultiven estas plantas alternativas para no depender totalmente del monocultivo del maíz.

LAS DOS CARAS DE TURKANA

Un pueblo del sur, en la región de Turkana, ha informado de haber tenido una cosecha extraordinaria, a pesar de los informes de la catastrófica sequía. En Kainuk, en la aldea de Loyapat, una campesina, Ruth Ngilimo, muestra su alegría porque sus vegetales ya están maduros para ser cosechados. Ngilimo dice que ha estado regando su parcela con agua traída del río Turkwell en cubos. Un grupo de agricultores de ese pueblo llegan a vender los excedentes en el mercado local.

Trabajan duro en sus tierras, pero no depeden de la ayuda alimentaria.
Además de coles, ellos cultivan tomates, espinacas, calabazas, judías y maíz, sin ninguna ayuda del gobierno para regar sus campos. Son gente con mucho ánimo.

En otra aldea, a 15 kms de Loyapat, Kaler Uyereng y su familia han estado esperando ayuda alimentaria y sufren de desnutrición, debido a la hambruna persistente durante meses. Recogen frutos del bosque para engañar el hambre.

Esta disparidad entre dos zonas vecinas, la explica Rafael Lokol, coordinador de Construcción de la Paz en el distrito de Roft Norte, “las comunidades han adoptado la agricultura y se han asentado para cultivar, después de que la paz ha prevalecido entre los pokot en el sur y los turkanas en el norte, y esto es un testimonio claro de que Turkana puede sobrevivir sin ayudas, si la paz prevalece.”
Lokol afirma que Kalapata, donde reside Kaler es una zona hostil, esto significa que Kaler y su familia no pueden establecerse pacíficamente para dedicarse a la agricultura. Se hace necesario que la PAZ reine en toda Turkana.

Autor

  • Molina Molina, Antonio José

    Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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