Juventud y ceguera , por Juan Tomás Ávila Laurel

8/06/2017 | Bitácora africana

Mirando por lo que está pasando en Guinea Ecuatorial, nos hemos dado cuenta de que los guineanos que han nacido en la década de los 80, o un poco antes, tienen ante sí un montón de retos que por algo que sí podríamos encontrar, ellos no han podido ver, dando la imagen de esta África en que nadie parece darse cuenta de lo que ocurre en el entorno hasta que arriba al lugar un europeo, alguien de raza blanca, y señala lo que ya estaba amenazando con saltar a los ojos de todos los presentes.

Los que ahora están en la treintena, y entonces ya son padres, de estos padres que se lo tragan todo por defender su pan, viven en entornos urbanos donde ocurre lo que se cita a continuación:

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—Asentamientos urbanos casi engullidos por millones de botellas y bolsas de plástico, un gran número de las cuales acaba en los ríos inmediatos y arrastradas a las costas marinas también inmediatas. El origen de este problema es un hecho del que ningún ser humano, por más pan que quiera defender, puede quedarse insensible como lo hacen los treintañeros de la Guinea Ecuatorial. Y es el hecho de que ante la negativa del régimen a proveer de agua potable a las ciudades, se dé prioridad al agua embotellada, y pese a la abundancia de agua de que goza el entorno geográfico en que se asienta la capital del país que Obiang y los suyos han convertido en patrimonio. Ningún país con tanta agua cometería esta idiotez, teniendo en cuenta los graves retos que plantea el plástico al ecologismo mundial. (Más que idiotez, es un crimen).

—Asentamientos urbanos, que apenas son ciudades, en los que se respira un aire viciado tanto por la cantidad de vehículos que circulan, planteando dos problemas que los guineanos no han querido ver: aire viciado y el hecho de que todos los caminos están ocupados por vehículos averiados de hace años que nadie presta atención y que pasan a formar parte del paisaje urbano. Son los mismos entornos urbanos donde los que deciden tienen un miedo visceral a la naturaleza, de manera que no hemos visto la plantación de árboles, sino la destrucción de ellos, como un mal a erradicar. En el aspecto de la flora urbana y su papel en los entornos urbanos se producen unos hechos llamativos, de los que se diría que muchos guineanos carecen del sentido de la lógica.

—Ruido extremo, a todas horas, de manera que eventos que deberían ser privados, como una fiesta particular, o la explotación de un negocio, como bar o discoteca, generan una cantidad de ruido incompatible con el sosiego imprescindible para un rendimiento laboral mínimo. Nadie sabe en Guinea que el espacio sonoro no puede ser tomado por un hecho particular que perjudique a todo el entorno, como se vive en cualquier rincón de las ciudades guineanas, ante la impasibilidad de todos. De hecho, los jóvenes de la edad sobre la que estamos haciendo estas reflexiones contribuyen a este ruido tomando parte activa en estos fenómenos, emitiendo al ambiente los productos de su estado personal, como orina y excrementos por doquier.

—Escasez de servicio público. Y es que con la bonanza económica derivada de la explotación del petróleo, los jóvenes que nunca habían soñado con un vehículo propio se lanzaron a un furia consumidora que les ha hecho olvidar que una ciudad debe tener obligatoriamente medios públicos de transporte que satisfagan a los ciudadanos. El recurso del vehículo propio no solo contribuye a la contaminación ambiental, no habiendo planteado como problema la emisión de gases tóxicos, sino a empobrecer a las capas ciudadanas. Definitivamente, no compensaría a nadie disponer de coche sólo para las juergas de fin de semana o para enlentecer el tráfico en su carrera para mostrar sus utilitarios.

—Miseria y suciedad en los mercados. Y es que cualquier extranjero que viniera a Guinea sería incapaz de entender que los guineanos que circulan en estos coches rutilantes en que van ufanos compran en estos mercados, al margen de la existencia de algún supermercado no estrictamente guineano, como Martínez Hermanos. Es un asunto por el que la ignorancia que hay en el pecho de los guineanos se muestra en su forma más drástica y llamativa, porque pone de manifiesto que no se preocupan por lo principal.

—Miseria política. No sólo hay poquísimo interés de los jóvenes por la cultura, sino que está siendo mostrado que hay un grupo de adultos que están agazapados en torno a una cosa que ellos llaman Hijos de Obiang, que produce unos espectáculos por los que nos morimos de vergüenza ajena. Por lo que se ve, es un asunto por el que unos individuos apuestan por el caballo vencedor, instituyendo la adulación como la única forma de hacer política en Guinea. Los jóvenes deben saber, y ahondando en la cuestión de los que quieren retener el poder, que hay una cuestión que siempre se ha postergado, y que ningún partido político ha planteado todavía: cómo el escenario guineano está marcado por el hecho de considerar Guinea como un patrimonio de los Obiang, no habiendo ningún documento que lo avale. El resto de lo que se hace es un seguidismo que contenta a los que siguen reteniendo el poder, en un intento de contentar a los poderes que operan a la sombra y esperan sacar cualquier beneficio del devenir de los acontecimientos.

La esperanza de vida de los guineanos nos hace pensar que los que ahora están en la treintena ya tienen la suficiente madurez para preocuparse por los problemas aludidos brevemente arriba, teniendo en cuenta que la generación anterior ni tuvo los medios ni las facilidades, como internet, la telefonía móvil, que gozan los jóvenes de ahora. Por alguna razón no muestran preocupación alguna por estos temas, embarcados en la satisfacción del ser. Ya saben, esto se escribe, y lo dicen, desde la «envidia» que da no estar en la posición en que están. Pero deberían saber que si un servidor sólo se dedicara a mostrar el pecho para que vean la marca del vestido y a entrenar la vista para ver quién le ve pasar en su coche rutilante en su camino a la búsqueda de compañeros para montar orgías no reflexionaría sobre nada. Y seríamos todos iguales.

Queridos jóvenes treintañeros de Guinea Ecuatorial: hay un fenómeno que se llama racismo y que sólo cobra cierta relevancia cuando los protagonistas son de razas diferentes. Pues bien, ningún veinteañero de raza blanca os consideraría nada si supiera que no mostráis ningún interés por ninguno de los problemas arriba señalados, sobre todo, si es el portavoz de una ong cuyo cometido sea poner un pozo en un pueblo de aquí. Y esto no sería racismo, sino poneros donde os merecéis.

Original en : FronteraD

Autor

  • Ávila laurel , Juan Tomás

    Juan Tomás Ávila Laurel, escritor ecuatoguineano nacido en 1966 en Malabo, de origen anobonés, actualmente reside en Barcelona. Su obra se caracteriza por un compromiso crítico con la realidad social y política de su país y con las desigualdades económicas. Estas preocupaciones se traducen en una profunda conciencia histórica, sobre Guinea Ecuatorial en particular y sobre África en general. Tiene más de una docena de libros publicados y otros de inminente publicación, entre ellos las novelas y libros de relatos cortos La carga, El desmayo de Judas, Nadie tiene buena fama en este país y Cuentos crudos. Cuenta también con obras de tipo ensayístico, libros de poemas y obras de teatro.

    En Bitácora Africana incorporamos el Blog "Malabo" que el escritor realiza para la revista digital FronteraD. Desde CIDAF-UCM agradecemos a la dirección de FronteraD y a Juan Tomás Ávila Laurel la oportunidad de poder contar en nuestra Portal del Conocimiento sobre África con esta colaboración.

    @Avilalaurel

    FronteraD - @fronterad

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