Joseph Ki–Zerbo es conducido a su última morada

15/12/2006 | Opinión

El profesor de Historia, J. Ki-Zerbo, falleció el pasado 4 de diciembre, a la edad de 84 años, en su residencia de Uagadugú, capital de Burkina Faso. Cumpliendo sus deseos fue trasladado desde la capital a Toma, su villa natal, distante poco más de 200 kms, en un gran cortejo fúnebre, que ha querido conformarse a las costumbres de la región, donde conviven las etnias “Mosi” y “Samo” que practican entre si “el parentesco de broma”, que da pie a palabras de injuria y desprecio recíprocas, pero nadie se ofende, pues no lo toma en serio. Por ejemplo: Un mosi dirá a un samo al saludarlo: “Buen día, mi esclavo”.

TRAS LA ESTELA DEL MAGNO CORTEJO FUNERARIO

La inhumación festiva ha tenido lugar en Toma, en la casa solariega de la familia Ki-Zerbo, donde Joseph construyó en un semisótano con acceso directo al exterior, una capilla mortuoria como mausoleo de sus padres, siguiendo una costumbre étnica de enterrar a los antepasados dentro del recinto doméstico, casi siempre en el patio interior de la “concesión”. Esta capilla funeraria es visitada por los cristianos del lugar, que veneran al padre de Joseph, como el ancestro fundador, ya que fue el primer cristiano de Alto Volta, hoy Burkina Faso y primer catequista de la Comunidad Cristiana. Alfredo Diban era albañil de profesión y acompañaba a los primeros misioneros a principios del siglo XX en sus fundaciones para construirles sus casas y capillas.

Finalmente se jubiló de catequista en su pueblo, Toma. En los últimos años de su vida se dedicaba al ministerio de la visitación de los enfermos y avisaba a los sacerdotes, cuando alguno necesitaba los sacramentos de penitencia y santa unción. Su proceso de beatificación está incoado en Roma.

El cortejo fúnebre salió de Uagadugú, el jueves, 7 de diciembre, después de una misa de “corpore insepulto” celebrada en la catedral, rebosante de fieles y simpatizantes del profesor Ki-Zerbo. Una columna de más de 30 vehículos dejó la capital a las 10 de la mañana en dirección de Kudugú, llegando a las 12 y 20. A la entrada de esta ciudad, grupos de danzarines y taborineros acogieron a la comitiva. Un poco más adelante, se incorporan al cortejo las autoridades administrativas. La policía local escolta la comitiva hasta la salida hacia Reo. Allí un grupo de flautistas, bajo la dirección de Kudri Koala, acompañado por los tamborineros, marca el ritmo a los danzarines. Algunos metros más adelante, una banderola anuncia la primera broma del parentesco de insultos: “Samo atípico, libérate antes de atravesar esta barrera. Tus jefes.” Los familiares y amigos, que acompañan a Joseph, rescatan su liberación con una distribución de billetes. De este modo, el “anciano samo” queda liberado y puede pasar. Son las 13 horas y 30 minutos, cuando la urna funeraria llega a Reo. Aquí centenas de hombres y millares de mujeres y niños forman barreras entre las que desfila el cortejo fúnebre. Las autoridades administrativas rinden homenaje al ilustre difunto. Las tropas de danzarines y flautistas venidas de Sanguié, redoblan de intensidad a la vista del cortejo.

Una mujer llevando una calabaza sin estrenar rebosante de agua cristalina, derrama dos chorrillos delante del ataúd: “Es el agua de bienvenida ofrecida al forastero.” Las aclamaciones del pueblo acompañan al difunto hasta el templo. Son ya las 13.30 h., el fragor de las escopetas de caza y los mosquetones se confunde con el eco de las campanas, que invitan a la muchedumbre a orar por el ilustre finado en la iglesia parroquial, mientras se celebra otra Eucaristía.

DOS SAPOS OFRECIDOS PARA EL SACRIFICIO

A las 13.50 h., llega la caravana a Dydir. Tres disparos de fusil rompen el silencio, que dominaba el cortejo. El volteo y los repiques festivos de las campanas de Dydir despierta los corazones a la oración. Fue en esta iglesia donde Joseph recibió el santo bautismo cristiano. Recitadas las preces rituales, el féretro es rociado con agua bendita e incensado. Su perfume agradable se difunde por toda la nave de la iglesia. Durante esos momentos, a unos 200 metros, cerca del mercado, adolescentes y jóvenes cantan y bailan. Sobre una pancarta se lee el homenaje de los alumnos: “El CEG de Dydir homenajea al profesor Ki-Zerbo.”

Enseguida, el parentesco de bromas se hace notar con una lluvia de billetes, para franquear el paso al ataúd. Como se puede constatar este “parentesco de bromas” cuesta caro, pues toca a hacer el primo con frecuencia.

De Dydir el cortejo avanza hasta Sapala, pasando por Kya, a todo lo largo del camino, gentes venidas de las aldeas del interior se agolpan a la vera del camino. Unos bailan, otros tocan los tambores y tantanes, las mujeres lanzan sus agudos “yuyús”. Algunas máscaras “Samo”, revestidas de hojas y follaje, parecen seres míticos, vecinos de la floresta.

Al llegar a Koin ya son las 17 horas. Aquí alquilan tres camiones de caja grande para transportar a los grupos de danza y baile. Los niños pequeños van sobre los hombros de sus papás para sobresalir de la muchedumbre y no perderse nada del espectáculo. Finalmente, a las 18 horas (a 6 kms de Toma) una enorme polvareda indica que el cortejo se aproxima: el girofaro del coche fúnebre indica con precisión por donde va el cortejo, pues ya es noche cerrada. A 2 kms de la residencia de la familia Ki-Zerbo, a la entrada de Toma, los Mosis cortan la carretera, armados con arcos y flechitas. Ahora exigen que el “viejo Samo” se libere pagando su tributo. Se arma un jaleo de padre y muy señor mío. Las negociaciones avanzan a golpes de billetes. El líder del grupo pide que le muestren el cuerpo. Se coloca al costado del coche fúnebre y amenaza con reventar las ruedas con su lanza, si no le abren la tapa del ataúd. Sólo se amansa, cuando le llenan las dos manos con billetes. Entonces se vuelve hacia sus compañeros y ante aquella situación, un samo del grupo lanzó a ritos: “A partir de mañana vamos a exigir una tarjeta de residente a los Mosis.” Después de 10 minutos de palabreo, los mosis aceptan el paso del duelo y se ponen a ofrecer el sacrificio correspondiente: Los 2 sapos y una calabaza llena de agua.

De las tinieblas surge una voz: Es un viejo que realiza sus encantaciones:

“Hemos perdido un hombre y lo estamos buscando,
se llama Ki Zerbo. Tome esta agua bendita y nos asperja
en nombre del Mogo Naba.” ( Nombre del “emperador” de los Mosis).
Terminada su cantinela, derrama el agua contenida en la calabaza por la tierra.

Entregando los dos sapos a miembros del cortejo, que marcha de nuevo.
Se producen otras paradas, correspondientes a otras tantas bromas. Para franquear la puerta del muro de clausura de la casa solariega de los Ki Zerbo, el coche funerario empujaba materialmente a la muchedumbre que se agolpaba delante. No se sabía si el automóvil empujaba a la gente o si era arrastrado por la muchedumbre. Sólo a las 21 horas pudo dar inicio la vigilia fúnebre, después que todas las autoridades religiosas presentes firmaran en el libro de condolencias.

EL DÍA DE LA INHUMACIÓN

Es la fiesta de la Inmaculada, por la mañana, después de una noche de vigilia de oración, Toma se despierta al son de las campanas, que tocan a difunto. Por las calles, las “doloteras” – mujeres que venden “dolo”, la cerveza artesana fabricada con mijo,- ya están dispuestas a calmar la sed de tanto forastero. Los niños no han ido a la escuela.(En Burkina el 8 de diciembre no es fiesta). A las autoridades locales se han reunido varios ministros y diputados, gobernadores de provincias, obispos, y algunos “viejos leones” de las luchas sindicalistas, como Gerard Kango.

A las 9 de la mañana, la campana de la iglesia parroquial, situada en lo alto de la colina llama al funeral, mientras los cazadores descargan sus fusiles y escopetas. El arzobispo de Bobo Yulaso, mons. Anselmo Sanón, entona el responso y el féretro es conducido a la iglesia, donde mons. Ceferino Toè, obispo emérito de Dedugú y gran amigo del difunto, preside la Eucaristía. Fue un momento de intensa comunión. Los testimonios aportados impresionaron a los asistentes. Podemos afirmar que esta misa de funeral fue la cima de la ceremonia de inhumación. Durante más de 4 horas (desde la 10 hasta las 14,30) el pueblo de Toma ha rezado y comulgado por su ancestro Joseph ki-Zerbo. Entre las personalidades que quisieron rendir homenaje al ilustre difunto, se cuentan el profesor Cheick Amidu Kane, de Senegal; Aly Lankuandé, Uiminga, el aogado Bnewende Sankara, Tolé Sagnon de la CGT-B, el portavoz de la familia Ki-Zerbo. Todos recordaron hechos salientes del finado, su toma de posesión de la cátedra de Historia en la Sorbona y el hecho de haber perdido un gran intelectual, el mundo de los historiadores de África.

A las 14 horas y 47 minutos exactamente, el féretro fue depositado en el nicho del mausoleo familiar al son de tantanes y de salvas de pólvora, los gritos de los “yuyús” femeninos dominaban el murmullo de la muchedumbre. Su viuda, Jacqueline rodeada por sus hijos roció con agua bendita el féretro, después lo aspergieron los prelados presentes. Allí reposa el profesor Ki-Zerbo junto a la tumba de su padre, Alfred Diban Ki-Zerbo, en espera de la resurrección. Burkina Faso guardará en su memoria histórica el recuerdo de este samo ilustre y valiente, que dio testimonio de honradez intelectual y de lucha por el bien común de su pueblo. Cristiano comprometido y padre de familia ejemplar.

Dauda Emile Uedraogo (periodista)

Traducido por Antonio Molina, de la Fundación Sur.

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