Jonathan y la cuestión de los Igbo

22/10/2010 | Crónicas y reportajes

Los Igbo(1), respetados a regañadientes por sus competencias empresariales, son a menudo ridiculizados por su falta de unidad y habilidad para articular y defender con firmeza sus intereses comunes. Esta percepción, a menudo exagerada, o deliberadamente dirigida a desacreditarles sutilmente, alimenta una laguna existencial de las élites patrióticas, que son Conscientes, Cohesivos y Conspiradores y que disfrutan de tal legitimidad en la tierra de los Igbo que pueden establecer y defender los intereses del grupo.

En la era posterior a la guerra de Biafra, quizás nada desafió la habilidad de los Igbo para articular, defender y construir las alianzas necesarias para asegurar la protección de sus intereses tanto como el actual debate de la zona del PDP(2) y la candidatura del Presidente Jonathan a las elecciones presidenciales del 2011. En las actuales políticas de acuerdos de zona del PDP podría argumentarse que cada zona geopolítica debería estar defendiendo sus oportunidades de producir el presidente de este país. En este sentido, las políticas de zona y la candidatura del presidente Goodluck Ebele Jonathan (GEJ) plantea un número significativo de asuntos para los Igbo de la zona política del Sur Este.

Uno, si bien es cierto que la política étnico/zonal(3) y la consecuente aritmética de “mi turno” que provoca es un método rudimentario de reclutamiento de dirigentes, los Igbo no obtienen ningún respeto o ventaja fingiendo desinterés en la identidad étnico-regional de quienquiera que sea el presidente del país, cuando otros están siguiendo el juego. Si no importa realmente quien gobierna, ¿por qué están los acuerdos de reparto del poder en el centro de los conflictos civiles de África? ¿Por qué una aplastante mayoría de negros y africanos apoyaron entusiasmados la candidatura de Barrack Obama durante las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos? No tener una voz fuerte en esta política étnico-regional es de hecho facilitar su propia marginalización y verse arrastrados a ser una etnia minoritaria en el país.

Dos, los Igbos han estado a la vanguardia de la industria de quejas contra la marginalización en la distribución de nombramientos políticos y la relativa ausencia de presencia federal en su área. Ellos también han estado durante años pidiendo un presidente proveniente de los Igbo. Esto significa que ha habido siempre una articulación latente del interés de los Igbo, incluso antes de que comenzara la actual política de zonas. Esto hace surgir una pregunta, ¿qué parte, en la actual división entre partidarios y detractores de la candidatura de Jonathan, casa mejor con los actuales intereses de los Igbo? Mi opinión personal es que la candidatura de Jonathan, en la política actual de zonas, discrepa fuertemente con los propios intereses de los Igbo porque son el único gran grupo étnico que no ha producido un presidente electo en este país, y 2015 es su mejor oportunidad para hacerlo.

Tres, uno de los argumentos usados para vender la candidatura de GEJ a los Igbo es que él es uno de los suyos. El Dr. Wolfe Obianime, presidente del Congreso Nacional de los Ijaw (INC, Ijaw National Congress) fue entrevistado para el Tribuna (online) el 6 de septiembre de 2010 en referencia a la 16 convención anual del Congreso Mundial de los Igbo (World Igbo Congress, WIC) en Filadelfia, EEUU: “No necesito intentar pescar al pueblo Igbo, Goodluck Jonathan es de la región del este… su nombre es Goodluck Ebele Azikiwe Jonathan. Por eso, ¿por qué debe él sobornar a sus hermanos para conseguir lo que quiere?” Esta línea de razonamiento, sin embargo, parece ser meramente artificiosa, incluso pícara, porque aquellos que dividieron el país en seis zonas geopolíticas por conveniencia tienen una razón para tratar el Sur Sur y el Sur Este como entidades políticas diferentes. De manera similar pedir el voto de apoyo de los Igbo para Jonathan en base a la vieja solidaridad regional es engañosa. Es de hecho casi una calumnia pedir al estado de Anambra que conceda sus derechos como la cuota de la Federación de cuentas (Federation Account) a los estados de Imo, Ebonvi o Abia por haber sido parte del desaparecido estado del Este Central. De hecho, es posible dar una vuelta a este argumento y preguntarse por qué el Presidente Jonathan no puede dejar su candidatura en 2011 para ayudar a los Igbo a actualizar su propia búsqueda de un presidente Igbo para 2015.

Cuatro, también se ha argumentado que debido a la guerra civil y a la complicada relación que creó entre los Igbo y los otros grupos étnicos en el país, los Igbo están en mejores circunstancias de apoyar esta vez a un Ebele o Emeka del Sur Sur en vez de a uno del Sur Este. Este argumento, sin embargo, no es sólo derrotista sino que equivale también a persuadir a los Igbo de que acepten que son ciudadanos de segunda clase. ¿No se dijo también a Obama que era demasiado pronto para que un hombre negro aspirara a ser Presidente de los Estados Unidos? De hecho se podría argumentar que el acuerdo de zona de PDP, siendo imperfecto como es, presenta quizás la mejor oportunidad para un presidente de origen Igbo en 2015.

Cinco, los esfuerzos para vender a GEJ a los Igbo se contradicen por la aparente discriminación contra los Igbo en su presidencia. Por ejemplo, bajo Jonathan ningún Igbo ocupa ninguno de los seis puestos ministeriales de clase A en su gobierno, pese a ser uno de los grupos étnicos principales al ocupar una de las seis zonas geopolíticas. Igualmente los Igbo han perdido puestos públicos claves que mantenían bajo el régimen de Obasanjo sin ocupar proporcionalmente puestos en posiciones de similar relevancia. Las instancias incluyen el Gobernador del Banco Central, (perdido bajo Yar’Adua) y la presidencia del INEC (perdida bajo GEJ). El argumento aquí no es retener a Igbo incompetentes en sus puestos, sino asegurar que la delicada balanza política de cuotas se mantenga. Por ejemplo, en la reciente reorganización de jefes de servicio, los Igbo fueron claramente defraudados al perder dos posiciones claves- la de Jefe del Personal de Defensa ocupado por el General de división aérea Paul Dike, y el de Inspector General de Policía ocupado por Ogbonna Onovo. A cambio, un Igbo el Comandante- General Onyeabo Azubuike Ihejirika, fue nombrado jefe del Personal de la Armada (COAS). Se han hecho esfuerzos, aparentemente por los hombres del presidente, para fastidiar la cuota de Ihejirika ya que es la primera vez desde el final de la guerra que un Igbo es nombrado COAS. Sin embargo, este juego para la galería no es sólo patriótico sino falso ya que equivale a persuadir a los Igbo de que perder dos posiciones claves y obtener una a cambio es su mejor interés, o que el puesto de Jefe del Personal de la Armada es suficiente consolación para su derecho a aspirar a ser presidente del país en 2015.

En conclusión, poca gente duda de que el “efecto hurra” de tener uno de los suyos como Presidente de este país en 2015 es uno de los caminos más seguros para los Igbo para acabar con su percibida marginalización y su conversión en un grupo étnico minoritario Sin embargo, ya que el poder raramente se sirve en bandeja de oro, es el momento de presentar firmemente quejas para adquirir ese derecho. Y ellos deben reivindicar sus derechos sin sentimientos ni excusas.

Por Jideofor Adibe

Tomado de Sáhara Reporters, donde fue publicado el 15 de septiembre de 2010.

Traducido por Ana Dols para Fundación Sur.

1- Nota de la traductora- Esta etnia africana constituye el 17% de la población del sudeste de Nigeria. Los estados nigerianos con mayor población igbo son Anambra, Abia, Imo, Ebonyi, y Enugu.

2- Nota de la traductora- Siglas del People´s Democratic Party, partido político nigeriano en el gobierno.

3- Nota de la traductora- En Nigeria existe un acuerdo político no escrito pero de enorme importancia, por el cual la presidencia del país debe rotar entre el norte y el sur. Así, desde la conferencia nacional celebrada en 1954-55, cuando un presidente es del norte musulmán, el siguiente debe ser del sur cristiano. Este pacto nunca se ha roto.

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