Jartum: La noche de los cristales rotos

24/10/2011 | Opinión

11 de Octubre — El Presidente de Sudán Omar Al Bashir se ha lanzado a un barrido abierto y sistemático de sus oponentes políticos. El movimiento está siendo tan fulminante que recuerda la trágica ‘noche de los cristales rotos’, que marcó el inicio visible para el mundo de la ‘Solución Final’ de Hitler, su plan para el exterminio de los judíos.

Urge en Sudán que los cuerpos diplomáticos de Occidente trabajen de forma ‘preventiva’. Deben evitar que se desencadene en esta nación africana una violencia que se haga imparable. En este sentido, la Administración de Obama debería centrarse en facilitar el diálogo entre los diversos grupos de militantes pro-democracia sudaneses con el Gobierno. Y si esto falla, iniciar una actitud coercitiva contra el Régimen, en forma de sanciones políticas y económicas, junto a la imposición de zonas de exclusión aéreas y corredores humanitarios en las regiones que su Ejército está atacando.

El aplastamiento brutal que Bashir está realizando de sus oponentes políticos sigue la línea de una rutina practicada por él desde que se hizo con el poder en el golpe de estado de 1989. En aquel momento fomentó una guerra contra el Sur Sudán en la que murieron 3 millones de sur-sudaneses (fundamentalmente africanos animistas y cristianos). El Acuerdo de Paz de 2005, auspiciado por los Estados Unidos, terminó con este conflicto y acordó la autodeterminación del Sur Sudán. Bashir reaccionó entonces atacando Darfur, distrayendo así a los sudaneses de lo que era una gran derrota para su régimen, el del NCP (National Congress Party, su partido). Más de 300.000 darfures fueron asesinados y casi dos millones resultaron desplazados ante las masacres de sus Fuerzas Armadas y de las milicias árabes que para ello armaron.

Ahora, después de que un 99,7% de los sur-sudanéses votaran por la independencia y en este verano la obtuvieran, Bashir se venga de nuevo, esta vez lanzándose contra tradicionales aliados del Sur en el Norte, los habitantes de las Montañas Nuba. En su retórica de justificación de sus ataques contra civiles, su enemigo es ahora el SPLM-Norte. El SPLM (Sudan People’s Liberation Movement, Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán) es quién lideró la lucha por la Independencia del Sur. Durante los años de paz previos a que esta se obtuviera, fue reconocido como un Partido Político en el Norte (Jartum) y en el Sur. El SPLM-Norte nunca ha dejado estos años de llamar a la democratización de Sudán (y ahora, de este Sudán sin el Sur independizado). Pues bien, desde junio, millares de sus miembros o simpatizantes han sido asesinados selectivamente en el Sur Kurdufan (la región de las montañas Nuba), de lo cual hay sobrada evidencia, incluyendo imágenes de satélite que muestran grandes fosas comunes en torno a la capital de esta región. Muchos testigos aseguran que en ellas fueron arrojados sus cuerpos.

Desde ese momento, la violencia no deja de aumentar. En estas semanas se le añade al Sur Kurdufan (y a Darfur), el ataque militar contra otra región considerada ‘enemiga’, el ‘Blue Nile’. Como en las demás, el ataque es masivo y se acompaña de ataques aéreos indiscriminados mediante bombarderos y helicópteros. Los civiles en todas estas regiones están siendo así aterrorizados y perseguidos, y sus aldeas metódicamente arrasadas.

Bashir ha anunciado también sus planes para hacer de Sudán un Estado Islámico, regido por la Ley Coránica (la Shariah).

Los sudaneses deben unirse para encontrar una salida. Los EEUU deben ayudar apoyando el diálogo y la construcción de un plan consensuado entre los grupos pro-democracia. La Administración Obama debe liderar una cooperación internacional que evite el empeoramiento de lo que ya es una tremenda catástrofe humanitaria. Británicos y franceses pueden ser implicados en el apoyo a una actitud frente el Régimen mucho más robusta. Aunque los otros dos miembros del Consejo de Seguridad hayan sido reacios a la imposición de sanciones a Siria, Sudán es un caso diferente. China es tradicionalmente la mayor oposición contra el aislamiento y sanciones de Sudán, y lo ha protegido de sanciones en el pasado. Sin embargo, Pekín puede ver a Sudán de otro modo ahora que el Sur –con un 80% del petróleo del país- se ha separado del Norte.

Como primer paso, la Administración Obama debe presentar ante el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución de condena contra la agresión de Jartum contra el Sur y contra las matanzas de civiles en Darfur, Sur Kurdufan (montes Nuba) y Blue Nile. Debe exigirle que pare los ataques y se comprometa al diálogo con todos los grupos de oposición.

Si el ataque de Jartum continúa, el Consejo de Seguridad debería aprobar una resolución inmediata que imponga sanciones políticas, como la prohibición a todo el círculo de Bashir de viajes al exterior y la congelación de sus cuentas bancarias, así como sanciones económicas, fundamentalmente contra la exportación de crudo por Sudán.

Si estas medidas preventivas fracasan, serán necesarias otras más coercitivas. Como último recurso, el Consejo de Seguridad puede autorizar a la OTAN a que intervenga para establecer una zona de exclusión aérea y garantice corredores humanitarios. Las fuerzas de la OTAN no se encuentran lejos, pudiendo actuar rápidamente en la región.

La transición en Sudán deben liderarla los sudaneses. Con este fin, los grupos de oposición deberían establecer un gobierno nacional de transición y designar a un equipo de negociadores que inicien las conversaciones con el Régimen. La comunidad internacional solo debería intervenir si todas las opciones políticas y diplomáticas se agotan y fracasan.

A Bashir se le debe conceder una última oportunidad para cambiar el comportamiento de su régimen antes de que los sudaneses establezcan su caída como único objetivo. Pero si las conversaciones políticas fracasan y Jartum continúa con su ‘noche de los cristales rotos’ al puro estilo hitleriano, la comunidad internacional se vería obligada a intervenir. La Primavera Árabe ha mostrado ya que el poder del pueblo puede derribar efectivamente los regímenes tiránicos que se aferran al poder masacrando a su propio pueblo.

Por David L. Phillips

David L. Phillips es el director del Programa para la Construcción de la Paz y Derechos Humanos en el Instituto de Estudio de Derechos Humanos de la Universidad de Columbia, y es profesor asociado en el Proyecto para el Futuro de la Diplomacia de la Universidad de Harvard. Su último libro se titula “Liberando Kosovo: Diplomacia Coercitiva e intervención norteamericana”.

Artículo enviado y traducido por Santiago Izco Esteban.

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